Escuchar Y Hablar En El Jardin De Infantes
pekiTazz13 de Noviembre de 2013
5.009 Palabras (21 Páginas)976 Visitas
Hablar y escuchar en el Jardín de infantes
Adriana Bello- Margarita Holzwarth
En los documentos anteriores hemos analizado la lectura y la escritura en el nivel inicial. En este material abordaremos otras dos prácticas sociales del lenguaje: hablar y escuchar. Tal como señalábamos en el Documento de Orientaciones Didácticas Nº 2, “…un hablante no sólo quiere ser escuchado también desea ser comprendido, apreciado, halagado, respetado, reconocido. El jardín de infantes debe asumir el compromiso de desarrollar en los chicos la capacidad de comunicarse oralmente…”
Los chicos inician el aprendizaje de la lengua oral antes de ingresar en el jardín de infantes. Es común que en su entorno más cercano se entienda a los pequeños por gestos o sonidos breves (¡ta-ta-ta! y la madre entiende que quiere tomar leche o que si señala un juguete quiere significar que se lo alcancen) y esto hace que los niños no tengan la necesidad de hablar. En cambio ingresar en el jardín ofrece a los pequeños el desafío de tratar de ser comprendidos por quienes son nuevos integrantes de su mundo, necesitan hablar para comunicarse.
El Diseño Curricular de la Provincia de Buenos Aires para el Nivel inicial incluye hablar y escuchar como contenidos del área de Lengua, es decir que explicita la responsabilidad del nivel inicial de iniciar a los chicos en la enseñanza sistemática de la comunicación oral. Este contenido tiene la particularidad de estar presente todo el tiempo en la vida de la sala, ya que atraviesa distintas situaciones: relaciones interpersonales, ocasiones de enseñanza, resolución de conflictos, etc…. Esta presencia permanente puede llevar a que no se realice un trabajo específico sobre él. No nos referimos a instalar en la sala un momento de lengua oral, sino a aprovechar con fines educativos las situaciones espontáneas y a promover situaciones en las que sea necesario hablar y escuchar. La sala del jardín es un espacio privilegiado para que los chicos participen en diferentes situaciones comunicativas orales. En el transcurso de la jornada escolar se dan ocasiones en las que pueden conversar, opinar, comentar, relatar, explicar, entrevistar. En cada una de ellas, los chicos tendrán que producir e interpretar textos orales, es decir hablarán teniendo en cuenta qué es lo quieren decir y a quién o a quiénes se dirigen, también escucharán, es decir atenderán a quién habla para poder comprender lo que dice. Por lo tanto el rol del escucha es sólo en apariencia pasivo, ya que exige que los niños interpreten lo que otros dicen “…escuchar es comprender el mensaje, y para hacerlo debemos poner en marcha un proceso cognitivo de construcción de significado y de interpretación de un discurso pronunciado oralmente” .
Cuando hablamos de aprovechar con fines educativos las situaciones espontáneas nos referimos a la importancia de valorizar el hablar y escuchar como verdaderas prácticas sociales en el marco de las situaciones habituales que se desarrollan en la sala. En la vida cotidiana los momentos en los que los chicos comparten con su familia, amigos, hermanos, están presentes las conversaciones espontáneas. Por eso, tal como sucede en la vida social, es propicio favorecer en el jardín los intercambios orales durante distintos momentos como: la merienda, los juegos en la sala o en el patio. Suele suceder que quienes se muestran remisos a participar hablando frente al grupo total y a la maestra muestren interés en ser escuchados por sus pares más cercanos en el transcurso de actividades en grupos menos numerosos.
Consideramos que si se promueve el habla y la escucha de los niños en situaciones espontáneas, ellos podrán tener la palabra y expresar así sus ideas. Esta posibilidad de interactuar oralmente con el maestro y fundamentalmente con sus pares facilita la resolución de problemas que ayudan a construir el conocimiento.
A su vez las situaciones espontáneas en las que resulta necesario hablar y escuchar son una fuente privilegiada de información para el docente acerca de cómo hablan, cómo escuchan, cómo organizan sus discursos los chicos, cómo y quiénes participan en esos intercambios. Escuchar las conversaciones espontáneas de los niños brinda al maestro una rica fuente de información sobre las posibilidades lingüísticas de los pequeños.
En la ronda de intercambio… ¿Hay intercambio?
Analizaremos a continuación un tipo de actividad frecuente en las salas de nuestros jardines, la ronda de intercambio llamado también momento ameno. En esta actividad se suele privilegiar la comunicación oral entre docente y niños, siendo generalmente el momento de la jornada escolar en el que se espera que los niños escuchen y hablen, siguiendo ciertas pautas de organización grupal.
En la vida social no es frecuente que relatemos un evento personal en el seno de un grupo muy numeroso, como el grupo clase. Por eso sostenemos que la ronda de intercambio es una actividad que tiene formato escolar, es propia de la escuela y se aleja de las prácticas sociales con la lengua oral. Pero como es una actividad habitual en nuestras salas trataremos de analizarla a partir de algunos interrogantes:
¿Cuál es el propósito de este momento?
¿Es realmente una situación en la que los niños pueden hablar sobre lo que les interesa?
¿Qué piensan mientras tanto los otros niños en cuanto a su posible participación?
¿Quién construye el significado del texto oral?
¿Es necesaria la ronda de intercambio?
Indagando en bibliografía específica, hallamos referencias a situaciones semejantes en varios autores. Cazden habla de tiempo compartido y lo define como el primer intercambio oral de la jornada escolar. Parte de preguntas del tipo “¿Quién tiene esta mañana algo que contarnos?” como invitación a los niños a que narren una experiencia personal de su vida extraescolar. Señala que este momento “…es interesante como contexto para producir relatos de experiencias personales, quizás el texto más universal…” .
Barrio por su parte se refiere a la asamblea de la mañana, en la que los niños del nivel inicial relatan una noticia que les interesa y desean comunicar a todos.
Los autores mencionados refieren a que suele ser la única oportunidad en el ámbito escolar en que los niños tienen posibilidad de hablar sobre un tema que ellos eligen de su mundo familiar.
Probablemente esta razón hizo que la ronda de intercambio a semejanza del tiempo compartido que menciona Cazden, y la asamblea que menciona Barrio tuviese un espacio en la vida de las salas y se instalara como una actividad habitual en la que los chicos relatan experiencias propias. Por eso consideramos necesario analizar el sentido de esta práctica tan arraigada en nuestros jardines.
Propósitos comunicativos y didácticos
Tanto Cazden como Barrio describen en forma exhaustiva estas prácticas que caracterizan como propias de la vida escolar, señalando como propósito comunicativo el de brindarle a los niños la posibilidad de comunicar situaciones de su interés, referidas a su vida personal.
Ahora bien, podríamos plantearnos si las condiciones que caracterizan el desarrollo de la ronda de intercambio permiten por un lado, el logro de ese propósito comunicativo y además el logro del propósito didáctico: que los niños resuelvan problemas como hablantes y como escuchas para hablar mejor e interpretar mejor.
Con respecto a las condiciones en las que se desarrolla esta actividad, cabe preguntarse:
¿En qué medida los intercambios comunicativos son posibles en el seno de un grupo tan numeroso como el de la sala?
¿Por qué tendrían que interesarles a todos las cosas importantes de otro niño?
¿Por qué tendrían que estar todos los chicos atentos a lo que uno de ellos dice?
De hecho en estas condiciones, los contenidos que atraviesan esta situación serán: hacer silencio mientras el compañero habla, esperar turno, hablar solo cuando el maestro lo autoriza, aceptar que no siempre voy a poder decir lo que opino o pienso... y sólo algunos de estos contenidos favorecerán el logro de los propósitos comunicativos y didácticos mencionados.
Como vemos, para los niños participar en esta actividad no es sencillo, durante el desarrollo de la misma se enfrentan a varios problemas: escuchar al compañero y esperar el momento para poder participar en el intercambio; comunicar en forma clara e interesante su relato y hacerlo en un lapso de tiempo breve; aceptar que no es posible hablar en todas las ocasiones y comprender la importancia de ser escuchados. Consideramos que durante el desarrollo de la ronda de intercambio los niños no logran resolver estos problemas, especialmente aquellos no habituados a ser escuchados, o a hablar o a ceder la palabra.
Tampoco es una actividad sencilla para el docente ya que deberá intervenir activamente para: lograr que escuchen quienes no lo hacen con frecuencia y hablen quienes tienen más dificultades para hacerlo. Con sus intervenciones debería favorecer el intercambio entre los niños, promover la ampliación y aclaración de información cuando lo que los niños dicen no es claro y hacerlo propiciando a su vez un clima de valoración y respeto por la palabra del otro. Hacer todo esto ante las potenciales intervenciones de treinta niños del grupo, parece no ser tan fácil. Por eso es común que este momento se articule en torno a un maestro que dirige los turnos de intercambio en forma radial: Maestro- Alumno 1; Alumno 1- Maestro; Maestro- Alumno 2; Alumno 2- Maestro, etc.; autorizando el maestro, en cada ocasión, a quienes puedan hacer uso de la palabra y decidiendo cuáles son
...