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FINANCIAMIENTO E INVERSIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN MÉXICO

omarkarcar9 de Octubre de 2013

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FINANCIAMIENTO E INVERSIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN MÉXICO

Escribir sobre la educación universitaria, cuando uno es parte integrante de ella desde la trinchera docente, si se aborda con honestidad, pudiera parecer que se ataca aquello que uno tiene como medio laboral para ganarse el sustento, pero por otro lado, nos permite percibir una realidad cada vez más lacerante: el desempleo o subempleo de los profesionales universitarios.

Ante el reacomodo de la estructura socioeconómica mexicana, fruto de la puesta en marcha en 1994 del Acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, se desnudó la realidad: un conjunto de decisiones económicas y políticas incompletas (por no decir incorrectas).

Producto de esa dinámica y con la globalización de la economía enfrente, México tuvo que salir a bailar, por decirlo coloquialmente, con la más fea.

Una economía sobreprotegida, orientada al consumo interno, con poca variedad de productos, con tendencias monopolísticas y oligopólicas; puso al país, por un lado, frente a una oportunidad enorme, mientras por el otro, lo lanzó al ruedo de la competencia, sin estar preparado, improvisadamente.

Salvo un puñado de empresas que tenían ya tendencia exportadora (los grandes consorcios del Grupo Monterrey: Alfa, Cemex, Vitro, etcétera) el país no estaba preparado tecnológicamente para competir y ganar dentro del mercado económico regional (por el NAFTA) y global, frente a otros competidores que quieren también una rebanada del pastel norteamericano.

La reconversión a la que se sometió el país, lo ha hecho cada vez más diferente. Miles de empresas medianas y grandes; comerciales, industriales y de servicios, han orientado sus esfuerzos a la mejora, implantado programas de calidad y cumpliendo con estándares internacionales.

Sin embargo, queda una asignatura pendiente: el papel de la educación. Principalmente la educación universitaria pública.

Si aceptamos el adagio aquel de que “a todo modo de producción corresponde un modo de educación”, creo que en México se está teniendo un atraso significativo en la educación universitaria, principalmente en la pública. ¿Las causas?; Una gran variedad: la falta de proyección, de planeación estratégica objetiva, de fondos para financiar las crecientes pensiones, de fondos para invertir, la carencia de investigación, la fuga de cerebros y un enorme etcétera.

Como contribuyente uno no deja de pensar ciertas cosas. ¿Está el Estado invirtiendo seriamente mi dinero?, como padre o uno mismo como universitario piensa: ¿es rentable pagar educación universitaria?

Necesidad de la educación universitaria.

Los estudios universitarios habían sido por muchos años, una especie de aristocracia. Anteponer a los nombres el título “Licenciado”, “Ingeniero” o “Doctor”, permitían a muchos subsanar su lastimada autoestima, y con ello, ganar un poco del prestigio que el privilegio de haber pasado por las aulas universitarias, les dotaba.

Al cambiar el entorno laboral y ante la creciente implantación de maquiladoras, con el consecuente ingreso de jefes y mentalidades norteamericanas, esto empezó a cambiar. Dado la cultura de sometimiento latente en los mexicanos (sojuzgados por los Aztecas, conquistados por Cortés, dominados por el PRI), el hecho de enfrentar a un “Licenciado” asustaba a muchas personas, le tenían una combinación de miedo, veneración y respeto.

Pero fuera de estas discusiones bizarras, ¿se requiere la educación universitaria?, ¿quién la requiere?, ¿para qué debe preparar?, ¿cuántos deben prepararse? , ¿Cómo debe financiarse?

La educación universitaria debe ser el corolario de una formación básica y el inicio de una educación continua. El error está en nuestra perspectiva de la vida. Cuando asociamos el hecho de ser universitarios con el hecho de pretender obtener ciertos niveles de ingresos económicos, es donde nos metemos en problemas.

Cuando pretendemos comparar a un licenciado en letras con un licenciado en economía o uno en informática, erramos de nuevo. Aunque todos hayan pagado la misma colegiatura y estudiado los mismo años, es obvio que sus ingresos van a diferir, según la capacidad que tengan, el mercado laboral que exista y el puesto que obtengan

En México, como se otorga el grado académico y se obtiene casi en automático la patente profesional (Cédula), la educación universitaria se toma como sinónimo de empleo. Pero, ¿qué ocurre con quien desea estudiar letras, derecho o computación por hobbie? Como la extensión universitaria y los programas de formación permanente no son bien valorados por la sociedad y los empleadores, el hecho de que obtengas un Diploma por unos cursos de Humanidades o Diseño Térmico, no te habilita laboralmente para nada y se considera un desperdicio.

En diversos países, se valora mucho la formación continua y de extensión universitaria, como un medio de acercar a las aulas y la reflexión universitaria a las personas, independientemente de que quieran o no, un grado universitario, es donde la universidad cumple una de sus funciones sustantivas: la extensión de la cultura.

En Estados Unidos por tomar un ejemplo, para acceder a un título de abogado y poder litigar en las cortes se requiere: Estar en posesión de un grado universitario, cursar cuatro años de un Doctorado en Jurisprudencia y aprobar el examen de la barra de abogados, el cual debe refrendarse cada determinado tiempo con cursos de actualización y aprobándolo nuevamente, lo que permite al abogado estar vigente.

Ahí no está asociado que tengas una Licenciatura en Derecho (Bachelor of Laws, le llaman) con el hecho de que litigues en las cortes. Puede ser que no te interese la licencia de abogado, que solo quieras conocer el derecho, trabajar en la política, en una empresa, etcétera, sin necesidad de ir a litigios. En México, por el contrario, salvo la carrera de Contador Público que exige la certificación por Colegio Profesional para poder dictaminar, en casi todas basta con el título y cédula para poder ejercer una profesión independiente.

Ateniéndonos a las leyes económicas, nos podríamos dar cuenta que en México la educación está mal financiada. Siendo que lo que nos debe importar es cimentar bien la base, para que lo demás se desarrolle en óptimas condiciones.

Además de lo anterior, la matrícula se concentra en las tres ciudades principales y en las carreras de Contaduría, Administración, Derecho y Medicina. Por otro lado, la cobertura del nivel universitario en México es del 23%, de hecho, el Profr. Martínez Rizo, Director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa en México ha señalado que “el 23% de cobertura en la enseñanza superior es muchísimo”. Incluso, afirmó que cuando un país tiene más de 15 por ciento de cobertura hay que hablar de una educación superior masificada, y cuando es arriba de 50 por ciento se trata de una educación universal.

Aquí lo importante es plantearse una pregunta: ¿debemos todos ir a la universidad?, está claro que todos queremos ir a ella, pero ¿podemos todos?, ¿debe financiarnos el Estado?, ¿nos debe costar?, ¿debe haber tantas universidades privadas?

Desmenuzaré cada una de las cuestiones:

a. No, no todos debemos ir a la universidad, forzosamente. Lo que sí debemos tener todos es la oportunidad universal de competir por un lugar en ella.

b. No, no todos podemos ir a la universidad. No todos tenemos la capacidad mental, la madurez emocional, la formación cultural mínima para hacerlo, es penoso decirlo, pero hay cientos de jóvenes que egresan de secundaria o preparatoria, que carecen de una formación cultural mínima, para enfrentar con éxito los estudios universitarios.

c. Si el Estado debe financiarnos o no, es un debate largo. Por el lado de la justicia social sí, porque si no de otra manera, nadie que no perteneciese a una clase económica pudiente, tendría la oportunidad de formarse. Sin embargo, también es cierto que los pudientes cuando estudian en universidades públicas, cubren una cuota irrisoria contra su nivel de ingresos, o lo que les costaría pagar su educación de forma privada.

d. Debe haber tantas universidades, públicas o privadas como el mercado tolere, pero de alta calidad académica. Recientemente el Tecnológico de Monterrey ha decidido elevar aún más sus estándares de calidad, al aumentar los criterios relativos a los requisitos de ingreso, pidiendo a los solicitantes, un promedio mínimo de 8 para ingresar, además de incrementar el puntaje en el examen de admisión, para poder aceptarlos.

Excedentes de oferta y educación.

Para nadie es un secreto que ya hace buen rato que la educación dejó de ser factor de movilidad social. Tener un título universitario a nadie impresiona, aunque sigue siendo requisito para acceder a ciertas posiciones laborales.

Lo malo del asunto es el demérito que sufrieron las carreras profesionales, dado que las profesiones que antes garantizaban cierta posición en la empresa, ahora son requisito mínimo para ingresar a desarrollar ciertos trabajos operativos, antes desarrollados por secretarias o personal técnico sin estudios profesionales.

Es obvio que en una economía con recurrentes crisis, como lo ha sido la mexicana desde 1976 a la fecha, se acentúan los problemas. La laxitud con que se aplicó la política educativa y el relajamiento de los requisitos de admisión, permitió el incremento artificial de matrícula, una política de Luis Echeverría (ex–presidente mexicano, señalado por genocidio), para congraciarse con los jóvenes, por la aparente implicación de él o funcionarios a su cargo, en las masacres perpetradas

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