JUICIO DE SOCRATES
KATYA1339 de Abril de 2014
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Para lograr una interpretación cabal de Sócrates, no basta sólo con analizar su método de enseñanza (mayéutica) o descubrirlo como el artífice de los conceptos o el razonamiento inductivo. Debemos entender aspectos esenciales de su historia ya que, en Sócrates, vida y obra, pensamiento y acción, representan una unidad.
Para comprender la misión de Sócrates, primero debemos repasar el itinerario que el maestro siguió hasta descubrir el secreto de su sabiduría, su docta ignorancia: yo sólo sé que no sé nada.
El mensaje del oráculo ("el hombre más sabio de Atenas es Sócrates") y la voz de su demonio personal (daimon) convirtieron al profesor en un examinador de conciencias, un estudioso del hombre y, sobre todo, un maestro desinteresado. Un partero del conocimiento. Sócrates, así, nos lega un mensaje: conócete a ti mismo. Conócete a ti mismo para conocer la misma esencia de lo bueno y de lo justo. Conoce la naturalezade lo bueno y lo justo y serás un hombre bueno y justo.
El conocimiento es virtud (areté). La ignorancia es maldad.
Esta prédica se encuentra ligada a los avatares de su vida. Su ética no se trató de una colección de pensamientos (teoría), sino la práctica y el resultado de una existencia enteramente dedicada a la enseñanza y a la búsqueda de los universales (esencia). Hablamos de la naturaleza de la virtud, la justicia y el bien.
A pesor de ello, tal vez, un hombre así, un hombre que intercepta a los ciudadanos y les pregunta por sus supuestos saberes; un hombre que se aparta de la política (el alimento más preciado de los atenienses) y critica a la democracia por no preparar a sus ciudadanos lo suficiente y necesario; un hombre así, tal vez, pueda tener más de un problema en su comunidad.
Más en Atenas. Atenas no sólo fue una ciudad de grandes hombres, templos e intensa vida política, sino también la tierra que consumió a esos grandes hombres en acusaciones y los juzgó sin piedad. Para los atenienses, los héroes no se llamaban Pericles o Fidias, Eurípides o Sócrates - estos simples seres de carne y hueso - los héroes atenienses eran Teseo, el sabio Solón, Edipo, Prometeo y las figuras sobrenaturales de la mitología.
¿Podía llamarse héroe Sócrates? ¿Y al jónico ateo de Anaxágoras, que estudia el sistema solar y niega la existencia de Apolo? ¿Se lo puede considerar un héroe como al divino Teseo?
No. Atenas no era complaciente con sus ciudadanos.
Los ejemplos son elocuentes: Fidias murió en una cárcel, Anaxágoras en el exilio. Esquilo apenas si recibió algunos premios por sus equivocadas tragedias y vivió una vida de incomprensión y aislamiento.
La ciudad, cuna de genios, también fue su propio cementerio.
Así como la democracia griega, en su grandeza imperial, incubó su germen de destrucción y - en sus grandes hombres - vio a sus más grandes enemigos.
En el 399, Sócrates es llevado a juicio y sentenciado a muerte.
SITUACIÓN HISTÓRICA DEL JUICIO
Atenas acababa de terminar las nefastas guerras del Peloponeso.
La guerra del Peloponeso (431–404 a. C.) fue el conflicto militar que enfrentó a la Liga de Delos (conducida por la propia Atenas) con la Liga del Peloponeso (conducida por Esparta), con el resultante triunfo espartano.
La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la Antigua Grecia. A nivel internacional, Atenas, la principal ciudad antes de la guerra, fue reducida prácticamente a un estado de sometimiento, mientras Esparta se establecía como el mayor poder de Grecia. El costo económico de la guerra se sintió en toda Grecia. Un estado de pobreza se extendió por el Peloponeso, mientras que Atenas se encontró a sí misma completamente devastada y jamás pudo recuperar su antigua prosperidad. La guerra también acarreó cambios más sutiles dentro de la sociedad griega; el conflicto entre la democracia ateniense y la oligarquía espartana - cada una de las cuales apoyaba a facciones políticas amigas dentro de otros estados - transformó a las guerras civiles en algo común en el mundo griego.
Las consecuencias fueron la tiranía de los Treinta Tiranos y corrupción del ámbito político. Y aún más: como sucedía en los argumentos de sus tragedias, Atenas sufrió terribles pestes (magistralmente descriptas por el historiador griego Tucídides) y se sumió en una ruina que propiciaría la no muy lejana conquista de Filipo de Macedonia.
Atenas, no obstante, recuperó su democracia a fines del siglo quinto. Pero ya nada volvería a ser como antes.
La corrupción y los enfrentamientos civiles entre oligarcas y demócratas sólo prolongó la agonía. Hablamos del período de los oradores del Ática, de la proliferación exagerada de juicios y hostigamiento a los supuestos ciudadanos colaboracionistas o, simplemente, a los ciudadanos molestos. Como Sócrates.
Las guerras griegas, mientras tanto, que originariamente fueron una forma de conflicto limitado y formal, se convirtieron en luchas sin cuartel entre ciudades estado que incluían atrocidades a gran escala. La guerra del Peloponeso, que destrozó tabúes religiosos y culturales, devastó extensos territorios y destruyó a ciudades enteras, marcando el dramático final del dorado siglo quinto de Grecia y dando el marco para el juicio a Sócrates.
EL JUICIO
Una de las características fundamentales de la justicia ateniense era que siempre debía ser rogada. Si determinado hecho, por muy grave que fuera, no era denunciado, no se juzgaba. No existía, por tanto, la posibilidad de que se impartiera de oficio si no había una denuncia previa por parte del perjudicado o de su representante. Por tanto, ¿quién denunció a Sócrates? Se admitía que si el daño objeto de la denuncia no afectaba a la esfera privada (díckai) sino al interés general (grafaí), se pudiera interponer por cualquier ciudadano que lo deseara (ho boulomenos) al considerarse que afectaba a todos.
Sócrates fue denunciado por tres ciudadanos: Meleto, Anito y Licón. Pero ellos no fueron más que los portavoces de una tendencia social generalizada que consideraba a Sócrates molesto. En los escritos de Platón existen referencias a una extendida infamia sobre su maestro, el cual llega a manifestar: "Si se me condena no será por la acusación de Meleto y Anito, sino por las calumnias de la gente". Siempre se le había reprochado que osara investigar tanto sobre las cuestiones de arriba (las celestiales), como sobre las de abajo (las terrenales); de tener el poder de manipular los argumentos de los vencidos haciéndoles parecer como vencedores, y de la enseñanza de esta práctica poco ética a sus alumnos. Es curiosa y significativa la referencia alusiva a que entre los acusadores antiguos -los que extendían falsos rumores sobre supersona- hay "un cierto autor de comedias". No es otro que el famoso Aristófanes, pues Sócrates aparece ridiculizado en varias obras suyas como "Las nubes", "Las aves" y "Las ranas". Sin ahondar en más detalles se puede resumir el núcleo acusatorio en dos motivos fundamentales: la impiedad hacia los dioses y corromper a la juventud con sus enseñanzas.
La audiencia comenzaba con una señal del juez-arconte y se procedía de inmediato a cerrar la puerta. El secretario, funcionario público, leía el acta de acusación y una respuesta escrita que presentaba la defensa. A continuación el juez-arconte concedía primero la palabra al demandante y luego al demandado. Aunque las partes podían interpelarse entre sí e incluso preguntar a testigos, los tiempos de las intervenciones eran limitados. La denominada clepsidra era un reloj de agua, un recipiente que se llenaba con unos 39 litros (cuarenta minutos) dependiendo de la gravedad de la materia a enjuiciar. Por un caño iba saliendo el líquido hasta que se agotaba quedando de esta forma regulado el tiempo.
Terminadas las intervenciones de las partes, el jurado votaba la culpabilidad o la inocencia colocando una ficha en unas urnas dispuestas en el centro. El recuento se efectuaba por mayoría simple, y su resultado podía provocar lo que consideramos como el primer antecedente histórico de la actual condena en costas, ya que para evitar denuncias falsas por la incomodidad que suponía celebrar muchos juicios, en caso de que se produjera la absolución del acusado con un recuento menor del cinco por cien de los votos de culpa, se condenaba al denunciante al pago de una multa o incluso a la pérdida de los derechos de ciudadano (atimia).
La aproximación se impone necesariamente a la certeza cuando se intentan desentrañar las profundas razones que llevaron a Sócrates, en contra de los consejos de sus amigos, a no defenderse de una forma adecuada frente a una acusación que le iba a conducir a la muerte. No existe ningún documento escrito por el propio filósofo. Las dos fuentes fundamentales que narran lo acaecido se encuentran en la obra de Platón y Jenofonte.
Ambos difieren en las razones que tuvo Sócrates para no oponerse a su condena. Así, Platón en el "Fedón" se centra en la idea de que a Sócrates no le importa morir puesto que el alma preexiste al cuerpo y es inmortal. La vida y la muerte se suceden engendrándose la una a la otra como el placer y el dolor, la noche y el día… Pero creo que no se debe caer en el error de interpretar los "Diálogos" de Platón desde la óptica de una pretendida vocación histórica limitada a ceñirse al mero relato de unos hechos, sino que el maestro es utilizado por su discípulo como actor para exponer unas ideas que pueden ser tanto propias como compartidas. Platón era uno de sus discípulos más jóvenes. La muerte de Sócrates
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