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LA HIGIENE EN EL NIVEL INICIAL


Enviado por   •  29 de Septiembre de 2013  •  1.901 Palabras (8 Páginas)  •  497 Visitas

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Secuencia de actividades: Los pequeños invisibles

Destinatario: sala de cinco años (tercera sección).

Duración aproximada: dos semanas.

Fundamentación

Consideramos de suma importancia acercar a los niños desde pequeños a buenos hábitos de higiene, concientizándolos sobre el peligro inminente en las prácticas cotidianas. Po lo tanto el desarrollo de esta secuencia se basará en la adquisición y comprensión de alguna de estas prácticas.

Objetivos

Que los niños:

• Aprendan los cuidados básicos de su cuerpo.

• Adquieran hábitos saludables y responsables de higiene personal.

Materiales y recursos

 Cuento “Los pequeños invisibles”.

 Canasta con alimentos.

 Video “La salud está en tus manos”.

 Aceite de cocina.

 Canela.

 Jabón de tocador.

 Papel afiche.

 Fibras, fibrones, lápices de colores.

 2 litros de agua

 Una taza de sobrantes de jabón de tocador.

 Una cucharada de glicerina pura.

 Olla esmaltada o de acero inoxidable con capacidad de 3 litros.

 Cuchara de madera.

 Botella de plástico con tapa, con capacidad de 2 litros.

Actividades a realizar

Actividad I

Como disparador inicial utilizaremos el cuento “Los pequeños invisibles”:

En la Madre Tierra hay criaturas de todas las formas y colores. Seres grandes, como los altos árboles que extienden sus ramas sobre nuestra cabeza, y seres tan pequeños, como las hormigas que caminan bajo nuestros pies.

Esta historia habla sobre Ana, una mujer que podía hablar con las criaturas de la naturaleza y que descubrió el gran poder de los seres más pequeños. Desde muy chiquita, Ana podía hablar con los pájaros y las lagartijas. Se pasaba largas horas acostada en la hierba fresca y conversando con ellos. A medida que fue creciendo, Ana aprendió otros idiomas. Cuando nació su primer hijo, ya sabia a hablar con los grandes árboles, con las ranas, con las abejas, con los peces y con las flores. Cuando nació su primer nieto, Ana ya había Aprendido a hablar con el coyote, con el tlacuache y con el maíz. Cuando ya era muy vieja, Ana hablaba con el águila de los cielos, con el xícuri y con el gran venado. Como plantas y animales le contaban sus secretos, tenía el don de curar. Sabía con qué corteza hacer un té para quitar la fiebre y con qué hierbas hacer ungüento para el dolor de huesos. Siempre sabía donde encontrarlas. Creía conocer el lenguaje de todas las criaturas de la madre Tierra, pero no sabía que existían seres con los que nunca había hablado, criaturas tan pequeñitas que ni siquiera las había notado.

Una vez Ana se enfermó. Su nieta la cuidaba y le daba medicina que ella le enseñaba a preparar, pero pasaban los días y Ana no sanaba. Después de cinco noches ardiendo en fiebre, Ana soñó… escuchó con unas voces que le hablaban desde dentro de su cuerpo. Eran voces que nunca antes había oído. Pensó que eran los antepasados llamándola a su último viaje.

Ana preguntó entre sueños — ¿Quién me llama?, ¿Son mis antepasados?—, a lo que un coro de voces contestó

—No… Somos los microbios… Somos seres de este mundo, como tú, como los pájaros y las flores que tanto quieres.

— ¿Entonces, por qué no puedo verlos?

—Somos muy pequeños para tus ojos, más pequeños que la hormiga más pequeña. Respondieron los microbios.

— ¿Y por qué los escucho dentro de mi?— dijo Ana preocupada.

—Porque estamos en tu cuerpo, en tu estomago, en tu piel, en tus pulmones. Tú nos invitaste a entrar y tu cuerpo es una buena casa para nosotros con comida y calor, pero ahora somos muchos y tú te enfermaste. Ya vamos a irnos, antes de que el calor de la fiebre nos mate, a nosotros y a ti.

Ana protestó. —Yo no los invité a entrar a mi cuerpo ¿Por su culpa es qué tengo fiebre?

—Sí, muchas enfermedades del cuerpo las causamos los microbios. Aquí estamos a gusto, así que crecemos y nos hacemos más. Entonces el cuerpo se enferma y quiere sacarnos con diarrea, con tos, con fiebres…Estamos enojados porque primero nos invitas a entrar y ahora nos quieres sacar— se quejaron los microbios.

Ana, volvió a protestar —Pero, ¡Yo no los invité a entrar a mi cuerpo!

— ¡La gente siempre dice eso!— respondieron los pequeños. —Primero nos comen, o nos llevan a su nariz y luego se quejan de que se enferman!

— ¿Yo me los comí?— preguntó Ana.

— Sí, estábamos en la tierra, tú escarbaste y nos llevaste a tus manos, luego comiste con las manos llenas de tierra y nos llevaste a tu boca. Entramos por tu boca. Tu cuerpo tiene muchas entradas para seres tan pequeños como nosotros: tu nariz, tus ojos, tus oídos, tu ombligo, tu cola… y cuando te lastimas también podemos entrar por ahí.

—No me di cuenta… son tan pequeños que no los veo. respondió Ana, con un poco de pena.

—Somos muchos y vivimos en muchas partes dijeron los microbios. Estamos en la tierra, en el agua, en los animales. Nos gustan las cosas asquerosas como la orina, los mocos, la sangre y la saliva de la gente. Puedes vernos, cuando nos juntamos muchos, en la comida que se pudre o en una herida que se infecta. Donde veas moscas y gusanos, ahí también estamos, en lo que apesta, en lo sucio, en el agua estancada.

—Yo ya no quiero que entren a mi cuerpo— explicó Ana -, ni que enfermen a mis hijos, ni a mi gente. ¿Cómo les impido el paso, si no puedo ni verlos?

— Nosotros estamos en la mugre… Si tu te limpias, nosotros nos vamos. Si frotas tu cuerpo con agua y la secas, nos vamos con el agua. No nos gusta el jabón. Si te limpias

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