La Industrializacion Del Azúcar
criszakadragon7 de Mayo de 2014
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INTRODUCCIÓN
Uno de los problemas fundamentales que actualmente confronta la economía venezolana es la insuficiencia de la producción agrícola para satisfacer la demanda interna, lo que ha motivado un gran incremento de las importaciones de alimentos básicos. Permanentemente los especialistas señalan la imperiosa necesidad de aumentar la producción para abastecer el mercado interno, ya que ello está estrechamente vinculado con la "seguridad alimentaria" de la nación. Esta situación se refleja claramente en el caso concreto del azúcar, artículo de gran importancia para el consumo doméstico e insumo para numerosos renglones industriales.
La cañicultura tiene una larga tradición en Venezuela que se remonta a la época colonial. La producción, destinada básicamente al mercado interno, se llevaba a cabo en la hacienda-trapiche en la cual estaba integrado el proceso completo desde el cultivo hasta la elaboración de papelón y aguardiente. Esta actividad tuvo significativa presencia a lo largo de todo el siglo XIX, alcanzando amplia difusión en gran parte del territorio nacional. Sin embargo, tropezó con sinnúmero de dificultades que obstaculizaban su modernización y capacidad para competir en el mercado internacional.
Transformaciones profundas de la industria se operaron a principios del siglo XX con la fundación de los primeros centrales y, especialmente, a partir de los años cincuenta con la puesta en práctica de políticas de fomento por parte del Estado, que dieron inicio a una etapa de expansión que se prolongó durante casi dos décadas. Posteriormente, la explotación azucarera comenzó a sufrir una honda crisis, algunas de cuyas manifestaciones han persistido hasta la actualidad.
Con la finalidad de comprender las raíces del estancamiento que en el presente sufre esta rama industrial, estimamos pertinente examinar desde una perspectiva histórica el proceso de modernización y auge que se experimentó hasta mediados de los años setenta, para analizar luego los factores que condujeron a la ulterior contracción de esta actividad, de indudable relevancia por sus múltiples relaciones inter-industriales y su elevada capacidad de generar empleo en el área agrícola, fabril y de investigación.
HACIA LA MODERNIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN AZUCARERA
A inicios del siglo XX, la explotación azucarera en Venezuela continuaba sujeta a los tradicionales patrones productivos de la hacienda trapiche en la que aún se empleaban la energía hidráulica, mientras que las máquinas de vapor no habían adquirido en aquel tiempo considerable difusión. Los primeros signos de transformación se manifestaron en la región zuliana, donde se había desarrollado desde mediados de la anterior centuria una intensa dinámica comercial gracias a las exportaciones de café. En ese contexto se conformó un poderoso núcleo mercantil regional, en su mayor parte de origen extranjero, que emprendió la modernización de la producción azucarera. Al unirse la disponibilidad de capitales con la posibilidad de exportar el producto, triunfó finalmente la iniciativa de crear modernos centrales en el país (Rodríguez, 1986, Becco et al, 1981).
La primera experiencia fue la C.A. Central Azucarero, constituida en el Zulia en 1912. También en dicho estado se estableció al año siguiente la firma Venezuela Sugar Company, que en 1920 pasó a denominarse Central Venezuela. El Central Tacarigua (Carabobo) fue fundado en 1913, siendo uno de sus más destacados accionistas el general Juan Vicente Gómez
Los centrales localizados en la región próxima al Lago de Maracaibo gozaban de amplias ventajas tanto por las facilidades de transporte como por la fertilidad de las tierras circundantes. El principal objetivo de estas factorías residía en la producción de azúcar para la exportación, tomando en cuenta el gran crecimiento del consumo a nivel mundial. Por otra parte, en las primeras décadas del siglo predominaba todavía en Venezuela la preferencia por el consumo de papelón. Sin embargo, el estallido de la crisis de 1929 y sus prolongados efectos económicos provocaron la caída de las exportaciones, por lo cual la producción venezolana debió dirigirse exclusivamente hacia el mercado interno.
Durante los años cuarenta comenzó a manifestarse rápidamente la caída de la demanda de papelón. La expansión de ciertos rubros manufactureros, como alimentos y bebidas, requería de crecientes suministros de azúcar, al tiempo que los cambios en los hábitos de consumo de la población urbana condujeron también a una ampliación de la demanda de azúcar refinada, en detrimento del papelón (Gómez, 1983). Dado que la producción nacional ya no lograba satisfacer las exigencias del mercado interno, fue necesario acudir a las importaciones. En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial el desabastecimiento se agravó, debido a la insuficiencia de la producción y a las dificultades para su obtención en el exterior.
En 1945, la producción nacional de azúcar fue de 27.241 toneladas, de las cuales el Central Venezuela aportaba el 37.5% y el Tacarigua el 17.7%[]. El resto era elaborado por pequeñas factorías, también conocidas como centrales, que estaban ubicadas principalmente en Lara, Yaracuy, Aragua y Miranda (Abreu, 2001).
Ante la creciente demanda, surgieron numerosas iniciativas para llevar a cabo tareas de investigación para la mejora de la producción. El Ministerio de Agricultura y Cría creó en 1944 la División de la Caña de Azúcar y poco después se estableció la Estación Experimental El Limón. Asimismo, se intensificó el interés por la instalación de nuevas plantas industriales. Uno de estos proyectos se materializó con la fundación del Central Matilde (Yaracuy) en 1946 (Pereira et al, 2004). Paralelamente, el Central Venezuela dio algunos pasos, aunque insuficientes, en dirección a la modernización de los procesos de producción.
Durante los años cincuenta, en el marco de los lineamientos del Nuevo Ideal Nacional propiciado por el régimen perezjimenista, se pusieron en práctica diversos programas para impulsar la agricultura a través de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF) y del Banco Agrícola y Pecuario (BAP). Como parte de esa política fue diseñado el Plan Azucarero Nacional, cuyo objetivo fundamental consistía en la asistencia financiera y técnica a los centrales existentes y a la fundación de nuevos establecimientos azucareros administrados directamente por el Estado (Castillo, 1995). Con el propósito de estimular la modernización del sistema productivo, se crearon nuevas estaciones experimentales para estudiar los problemas relativos a la calidad del suelo, rendimiento, control de plagas y adelantos técnicos. La CVF intervino de manera directa en la fundación de los centrales Motatán (Trujillo), Cumanacoa (Sucre), Tocuyo (Lara) y Ureña (Táchira), que en 1954 ya se encontraban en funcionamiento. Asimismo, tomando en cuenta las amplias potencialidades productivas de las tierras larenses, la CVF participó en la instalación del Río Turbio (Lara) en 1956 (Rivas et al, 2004). El antiguo Central Tacarigua recibió cuantiosas inversiones que posibilitaron un gran aumento de su producción a mediados de esa década.
En cuanto al sector privado, también surgieron importantes iniciativas: La Pastora (Lara) en 1953 y El Palmar (Aragua) en 1956, este último perteneciente a la familia Vollmer. Al año siguiente se constituyó el Central Yaritagua (Yaracuy) con capital proveniente de los empresarios fundadores de El Palmar. Entre 1947 y 1956, el incremento de la producción nacional fue casi del 600% (Gráfico 1), lo que revela el grado de dinamismo que adquirió la agroindustria azucarera en ese período, al punto de lograr el abastecimiento del mercado interno[§]. Existía por entonces una creciente demanda del sector manufacturero, especialmente en el rubro de bebidas gaseosas, que absorbía casi el 57% del consumo industrial. Le seguía la fabricación de chocolates, galletas, jugos de fruta y cerveza.
GRÁFICO 1. Producción de azúcar en Venezuela, 1945-2005
FUENTE: MINISTERIO DE FOMENTO, 1945-1973. DVA, 1974-1985. MINISTERIO DE PRODUCCIÓN Y COMERCIO, 2000-2003. FESOCA, 2004-2005
En este contexto, la producción del Central Venezuela aumentó, pero en una proporción pequeña en comparación con los nuevos centrales, tanto públicos como privados, creados a partir de 1946. Los mayores incrementos se localizaron en Lara, Yaracuy y Aragua, principalmente. En el marco de este desplazamiento de los centros productores hacia la región central y centro-occidental, se redujo notablemente la importancia relativa de la región zuliana.
La capacidad de molienda instalada en todo el país alcanzaba en el año 1955 a 163.911 toneladas, lo que significó un aumento del 128% con respecto a las 71.720 toneladas de 1950. En aquel tiempo, el rendimiento se elevó de 46,5 a 66.3 toneladas de caña de azúcar por hectárea (Yépez, 1970).
Gracias a la incorporación de las nuevas factorías, fue posible elevar la producción durante el decenio 1948-1958 hasta alcanzar el completo abastecimiento interno, con lo cual las importaciones prácticamente desaparecieron, e incluso fue posible exportar parte de los excedentes. El incremento fue tan extraordinario que en 1955-1956 se produjo el inusitado fenómeno de la sobreproducción, lo que ocasionó una abrupta caída de las cotizaciones de este artículo (CVF, 1946-1960).
Con la finalidad de estabilizar los precios fue creada en 1956 la Distribuidora Venezolana de Azúcares (DVA), a objeto de regular el sistema de distribución y ventas de azúcar, y reducir así los costos y homogeneizar las condiciones del mercado.
TIEMPOS DE EXPANSIÓN DE
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