La Otra Exportacion China
paulette001 de Mayo de 2015
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INFORME PROFESIONAL Nº 1 - (5% nota final)
“ÉTICA EMPRESARIAL” AÑO 2015
CONTAMINACIÓN: “LA OTRA EXPORTACIÓN CHINA”
Lectura adaptada por Max Hardy, Secretario Ejecutivo de la Asociación Iberoamericana de Expertos en Emprendimiento, Incubación y Desarrollo Empresarial; Jefe de Carrera de la Escuela de Ingeniería Civil Oceánica de la Universidad de Valparaíso; Consultor de Empresas; Empresario; Ingeniero Comercial PUCV y Magíster en Gestión de Organizaciones mención Marketing.
¿Podrá soportar el medio ambiente el creciente poder económico de China? Siendo uno de los peores contaminadores del planeta los pecados ecológicos de Beijing están creando problemas a escala global y muchos países están sintiendo las consecuencias. Este reportaje de la revista Spiegel muestra la amenaza ecológica detrás del gigante asiático.
Por Andreas Lorenz y Wieland Wagner
La nube de suciedad era difícil de observar desde el suelo, pero a una altura de 10 mil metros, los científicos pudieron ver a simple vista la gigantesca masa de ozono, polvo y hollín. En un avión especialmente acondicionado, que despegó del aeropuerto de Munich, pudieron observar una mezcla de color café que se extendía desde Alemania hasta el Mar Mediterráneo.
Este tipo de nubes flota sobre Europa durante la mayor parte del año y ha viajado desde lejos para llegar hasta el Viejo Continente. Al analizar la composición de las partículas en la nube, los científicos europeos establecieron su origen. “Había un montón que provenía de China”, dice Andreas Stohl, 38 años, del Instituto de Investigaciones sobre el Aire de Noruega.
Unos 12 mil kilómetros al oeste, Steven Cliff se encamina lentamente en su vehículo a la cima del monte Tamalpais, cerca de San Francisco. En el lugar, el investigador de 36 años ha instalado un complejo instrumento para medir el aire proveniente de Asia que llega a la costa oeste de Estados Unidos a través del Océano Pacífico.
Días como éste son ideales para realizar las mediciones. San Francisco está cubierto por una fría neblina, pero en la cima del monte el sol alumbra tibiamente. De hecho, éstas son condiciones ideales para captar corrientes de aire no contaminadas por influencias locales. Pero Cliff está alarmado por las lecturas que arroja su instrumento: el filtro del dispositivo había sido coloreado por partículas de hollín y estaba “mucho más negro que nunca”, dice.
De vuelta en un laboratorio de la Universidad de California en Davis, Cliff y sus colegas analizan el origen de esta contaminación atmosférica con la ayuda de rayos X. Según su “firma química”, en su mayoría provenía de plantas generadoras a carbón, fundiciones y fábricas, así como de los tubos de escape de innumerables autos y camiones diésel chinos.
Al otro lado del Pacífico, en Yokohama, el investigador sobre el cambio climático japonés Jaime Akimoto coloca una al lado de otra tres fotos de la Tierra. En color rojo se ven los lugares en que son especialmente altas las concentraciones de dióxido de nitrógeno. En la foto de 1996 se ve que en el área entre Beijing y Shanghai hay un grupo suelto de pequeños puntos rojizos, pero una de 2005 muestra esa parte de China cubierta completamente de un rojo brillante.
Los vientos están llevando cantidades crecientes de polución desde China a Japón, lo que ha llevado a muchos japoneses a quejarse de ojos y garganta irritados. El año pasado, dos ciudades hicieron por primera vez advertencias oficiales acerca de los peligros a la salud causados por el enorme vecino de Japón que está al otro lado del mar.
China se ha convertido en un problema medioambiental global. Inicialmente, eran sólo los economistas los que estaban impactados por la manera en que ese país estaba cambiando al mundo con sus textiles, televisores y máquina lavadoras de bajo precio. Ahora los científicos del clima están preocupados por otra exportación China: la polución que está esparciendo por el planeta. La enorme nación ya se yergue como el segundo productor mundial de gases de efecto invernadero después de Estados Unidos.
Preocupados por la próspera economía china y su capacidad para producir bienes baratos para el mundo entero, particularmente en Norteamérica y en Europa se están haciendo una pregunta crucial: ¿puede el planeta manejar el creciente daño al medio ambiente que provoca China?
EL COSTO DEL BOOM
La economía china se encuentra en pleno boom, con una tasa de crecimiento anual superior al 10%. Pero mientras más se esfuerce la población de 1300 millones de personas por salir de la pobreza mediante una infraestructura industrial mayoritariamente anticuada, y mientras más bienes chinos compren los consumidores del mundo, mayor será el precio que pague el globo por el milagro económico chino.
Los chinos no están destruyendo sólo su propio medio ambiente. Así como en la actualidad el comercio es global, también lo son las amenazas a la naturaleza.
A primera vista, la conexión no siempre es evidente. Por ejemplo, ¿qué tiene que ver el desierto en expansión de Mongolia interior –una enorme región autónoma en el norte de China- con los suéteres de cachemira que son comprados a precios bajísimos en ciudades como Berlín y Boston? Durante años, los pastores de la región dejaron pastar a millones de cabras hasta que desaparecieron los pastizales. Luego, el viento se llevó al suelo fértil y el desierto comenzó a expandirse a una tasa alarmante. Desde principios de los ’80, los pastizales chinos se han encogido anualmente en cerca de 15.000 kilómetros cuadrados, un área del tamaño del estado de Connecticut, Estados Unidos.
En medio de una mortal sequía, las dunas de arena están cada vez más cerca de la pequeña aldea de Chaogetu Hure. Centímetro por centímetro, aparentemente sin detenerse, las dunas se llevan todo a su paso, como si quisieran enterrar a propósito los costosos planes del gobierno por plantar árboles, construir vallas, acorralar a las cabras y reubicar a los habitantes de la zona.
Abbot Lao Didarjie está obligado a ver cómo desaparecen lentamente bajo las arenas las murallas de la casa frente a su templo Zhao Huasi. Temeroso por el futuro del lugar de culto, ha encendido alarmas frente a seis autoridades distintas. “El templo fue construido por el Sexto Dalai Lama en el Siglo XVII”, dice el líder religioso. “Debería ser salvado para las generaciones futuras”.
A pocos kilómetros de distancia, en los bordes de Luanjingtan, el granjero Xu Changqin inspecciona unos exiguos tallos de trigo. Los campesinos de la localidad han trabajado duro para plantar sus campos, pero en mayo pasado una tormenta de arena los cubrió completamente. “Los pastizales son cada vez más pequeños, los suelos fértiles están desapareciendo”, dice Xu, explicando cómo cada vez más personas se están yendo en busca de lugares más hospitalarios.
La fina arena de la patria del granjero es llevada por el viento hasta California y Europa. Está mezclada con ceniza y otras peligrosas partículas provenientes de las industrias ubicadas en Mongolia interior, la cual alberga numerosas fábricas, plantas químicas y de generación eléctrica.
Junto al río Huang (amarillo), en la ciudad de Shizuishan, región de Ningxia, adyacente a Mongolia interior, el alcance de la polución se torna obvio. Nubes grises y negras bloquean el sol, como si fuera el escenario perfecto para una película de Hollywood sobre el fin del mundo. Dos plantas generadoras acumulan cenizas en un lago artificial, separado del río por un angosto embalse. Es el viento el que levanta las cenizas para que comiencen su viaje alrededor del globo.
Pero no es sólo arena, smog y cenizas lo que China está lanzando a la atmósfera. Las fábricas y plantas generadoras del país ya están emitiendo más dióxido de sulfuro (SO2) y dióxido de carbono (CO2) que Europa, aun cuando la floreciente economía china maneja sólo una fracción del Producto Interno Bruto per cápita de las viejas naciones industrializadas. Entre 2000 y 2005, las emisiones de SO2 de China crecieron a 26 millones de toneladas. En unos pocos años, el país sobrepasará a Estados Unidos, para convertirse en el mayor productor mundial de dióxido de carbono. Actualmente, ya es responsable de más del 15% del total de las emisiones globales de CO2.
El experto independiente en temas de energía, el estadounidense James Broca, puede ver el cielo cubierto por el smog desde su oficina en Beijing. “Actualmente cada chino usa un quinto de la energía consumida por un estadounidense”, dice. Pero cuando China logre estándares de vida occidentales, cada persona en el país usará el triple de lo que consume ahora. Incluso si se hace de forma eficiente, ello equivaldrá a cinco toneladas de carbón al año. En el presente, muy pocos chinos pueden costearse esa calidad de vida. ¿Pero cuál será el efecto sobre el medio ambiente si el Partido Comunista logra convertir en realidad su meta de que la mayor cantidad de ciudadanos posible alcance una “prosperidad modesta” hacia el año 2020? ¿Podrá la naturaleza aguantar la presión, cuando el número de familias con máquinas lavadoras, secadoras y aire acondicionado crezca de 100 millones a 500 millones?
Las industrias chinas ya están produciendo el triple de unidades de aire acondicionado que hace cinco años. Y aunque son pocas las personas que conducen autos en China, en comparación con los países industrializados, sólo en Beijing la cantidad de vehículos crece en mil autos diarios. Para alimentar su apetito
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