La Paradoja-James Hunter
Enviado por Canchito • 11 de Febrero de 2014 • 42.871 Palabras (172 Páginas) • 421 Visitas
LA PARADOJA
Un relato sobre la verdadera esencia del
liderazgo
Hunter, James
La paradoja. Un relato sobre la verdadera esencia del liderazgo James C. Hunter
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ÍNDICE
Prólogo............................................................................................................3
CAPÍTULO UNO Las definiciones ................................................................8
CAPÍTULO DOS El paradigma antiguo ...........................................20
CAPÍTULO TRES El modelo..................................................................30
CAPÍTULO CUATRO El verbo...............................................................38
CAPÍTULO CINCO El entorno..............................................................51
CAPÍTULO SEIS La elección................................................................58
CAPÍTULO SIETE Los resultados.......................................................66
Epílogo ..........................................................................................................72
La paradoja. Un relato sobre la verdadera esencia del liderazgo James C. Hunter
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Prólogo
Las ideas que defiendo no son mías. Las tomé prestadas de
Sócrates, se las birlé a Chesterfield, se las robé a Jesús. Y si no os
gustan sus ideas, ¿las de quién hubierais preferido utilizar?
DALE CARNEGIE
La decisión de ir fue mía; no se puede culpar a nadie más. Cuando me paro a
reconsiderarlo, me resulta casi imposible pensar que yo, el atareado director de una
importante instalación industrial, dejara la fábrica abandonada a su suerte para pasar una
semana en un monasterio al norte de Michigan. Sí, así como suena: un monasterio. Un
monasterio completo, con sus monjes, sus cinco servicios religiosos diarios, sus cánticos, sus
liturgias, su comunión y sus alojamientos comunes; no faltaba detalle.
Quiero que quede claro que me resistí como gato panza arriba. Pero, finalmente, la
decisión de ir fue mía.
«Simeón» es un nombre que me ha perseguido desde que nací. Me bautizaron en la
parroquia luterana de mi barrio y, en la partida de bautismo, podía leerse que los versículos
escogidos para la ceremonia eran del capítulo segundo del Evangelio de Lucas y hablaban de
un tal Simeón. Según Lucas, Simeón era un «hombre justo y piadoso y el Espíritu Santo
estaba sobre él». Al parecer había tenido una inspiración sobre la llegada inminente del
Mesías; aquello era un lío que nunca llegué a entender. Ése fue mi primer encuentro con
Simeón, pero desde luego no había de ser el último.
Me confirmaron en la iglesia luterana al concluir el octavo grado. El pastor había escogido
un versículo para cada uno de nosotros y, cuando me llegó el turno en la ceremonia, leyó en
voz alta el mismo pasaje de Lucas sobre el personaje de Simeón. Recuerdo que en aquel
momento pensé: «Qué coincidencia más curiosa...».
Poco tiempo después —y durante los veinticinco años siguientes—, empecé a tener un
sueño recurrente, que acabó causándome terror. En el sueño, es ya muy entrada la noche, yo
estoy absolutamente perdido en un cementerio y corro para salvar mi vida. Aunque no puedo
ver lo que me persigue, sé que es maligno, algo que quiere hacerme mucho daño. De repente,
de detrás de un gran crucifijo de cemento sale frente a mí un hombre que lleva un hábito
negro con capucha. Cuando me estampo contra él, este hombre viejísimo me coge por los
hombros y, mirándome atentamente a los ojos, me grita: «¡Encuentra a Simeón, encuentra a
Simeón y escúchale!». Llegado a ese punto del sueño me despertaba siempre bañado en sudor
frío.
La guinda fue que el día de mi boda, el sacerdote, en su breve homilía, se refirió al
mismo personaje bíblico: Simeón. Me quedé tan estupefacto que me hice un lío al decir los
votos y pasé bastante mal rato.
Nunca estuve muy seguro de si todas aquellas «coincidencias con Simeón» tendrían
algún sentido, de si significarían algo. Rachael, mi mujer, siempre ha estado convencida de
que sí.
A finales de los años noventa, según todas las apariencias, mi vida era un éxito absoluto.
Trabajaba para una empresa de producción de vidrio plano, de categoría internacional,
en la que ocupaba el puesto de director general de una fábrica de más de quinientos
empleados, con unas cifras de facturación por encima de los cien millones de dólares al año.
La paradoja. Un relato sobre la verdadera esencia del liderazgo James C. Hunter
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En la época en que me promocionaron al puesto, yo era el director general más joven en toda
la historia de la
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