La infancia y la Adolescencia
yaelmarianelaDocumentos de Investigación25 de Octubre de 2012
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Temática: “Niñez y Adolescencia”
Se abre la oportunidad que el Trabajo Social, así como las otras disciplinas, traigan consigo los D.D.H.H., siendo estos el sustento teórico, práctico y epistemológico, para comprender dicha temática desde un proceso dialéctico. Más aun si establecemos una correspondencia con el fenómeno de mundialización y las sucesivas transformaciones de los modelos de familia contemporáneos, lo que exige que los profesionales que trabajamos en torno al desarrollo humano, despleguemos elementos cognitivos, actitudinales y metodológicos que favorezcan la indagación y la conceptualización de las nuevas realidades, interviniendo básicamente en la asistencia pero también en la prevención y promoción como horizonte en ese desarrollo de las capacidades humanas.
Podemos citar además a Carlos Eroles en su libro “Los derechos Humanos. Compromiso ético del Trabajo Social” en el capítulo destinado a las Escuelas de Servicio Social nos insta a analizar y comprometer en los procesos de enseñanza temas generales importantes para analizar cuestiones de derechos humanos en el trabajo social y su enseñanza los temas genéricos como son la pobreza, discriminación Y como grupos vulnerables a los niños, mujeres…, contemplando dentro de Niños los siguientes aspectos: mortalidad infantil, salud, educación, los niños y la familia, internados/custodia, adopción, cuestiones relacionadas con el género, niños de minorías y de poblaciones indígenas, niños física y mentalmente discapacitados, niños abandonados, niños de la calle, abuso y explotación (incluidos abuso sexual, pornografía y prostitución) venta, trata y secuestro de niños, embarazo de adolescentes, delincuencia juvenil, los niños en los conflictos armado, niños refugiados, otros aspectos.
Se intenta desde la formación académica, desnaturalizar las posibles concepciones lineales en torno a la niñez y adolescencia, vaciadas de contenido pero reflejadas en prácticas tutelares, en contraposición a nuestra dimensión ética política. Los profesionales deben entenderse como procesos que se transforman al cambiar las condiciones y relaciones sociales en las que se inscriben, las instituciones no pueden eludir de este modo, los análisis correspondientes a cómo afrontar el trabajo de la formación de futuros profesionales en consonancia con contextos vertiginosamente cambiantes y complejos.
De esta manera, desde el Trabajo Social, hemos recibido la herencia de las ciencias naturales, en donde el positivismo tiene y tuvo una fuerte corriente de enmarcación teórica; en contraposición, tenemos las teorías críticas que nos posibilitan una visión integral de la realidad, complementando los opuestos, superando las diferencias, desde los aspectos teórico epistemológico, operativo instrumental y ético político, que inscriban modos de pensar, de conocer y de operar en la complejidad de lo social.
La transformación de las necesidades en demandas cristaliza y deja de manifiesto la percepción de nuevos problemas pone en el escenario social nuevos actores políticos. Las demandas de los nuevos modelos familiares, de niños/as y jóvenes revelan nuevos problemas, como el reconocimiento de la diversidad cultural, el acceso a las nuevas tecnologías y los riesgos ecológicos, entre otros.
Un posicionamiento de análisis desde la complejidad, es esta temática, impone nuevos desafíos a la política y al desarrollo humano, pero también a la formación de los profesionales que se preparan para intervenir en donde la creciente diversidad, peculiaridad y rasgos distintivos, en este caso, de los jóvenes debe quedar contenida. De hecho, resulta impensable analizar, evaluar y proyectar opciones de desarrollo sin considerar la relevancia que ha adquirido en las últimas décadas la cuestión juvenil. En este sentido, el origen y la evolución de las políticas destinadas a los jóvenes, se relacionan con la importancia y preponderancia cada vez mayor de este tema en las esferas social, y económica. Es un proceso que, con avances y novedosos retos, impulsa a la juventud hacia el espacio público, permite la visibilidad estratégica de sus demandas y provoca respuestas en términos de políticas públicas.
Aproximaciones
Los grandes fundadores de la ciencia occidental hicieron hincapié en la universalidad y el carácter eterno de las leyes de la naturaleza. Formularon esquemas generales unificadores y universales en los que todo lo existente aparecía sistemáticamente interrelacionado con marcos que permitían explicar todos los acontecimientos. Actualmente, la ciencia está lejos de haber logrado esos propósitos y su interés se orienta a descifrar procesos evolutivos temporales y de complejidad creciente cada vez mayor. Dejando atrás la concepción de realidad objetiva expulsora de la diversidad y la novedad que eran negadas en nombre de leyes inmutables y universales. El mundo es un mundo de innovación y cambios. Su comprensión requiere una teoría de los procesos, de los tiempos, de la diversidad cualitativa, de la aparición de lo cualitativamente nuevo. “uno de los principales objetivos de la ciencia actual es comprender la dinámica del cambio”1. La estabilidad y armonía dieron lugar al azar y lo irreversible
Estas concepciones impregnaron todas las miradas, inclusive la de las ciencias sociales y sentaron sus bases en las legislaciones de menores que en nuestro país se inaugura en 1919 con la Ley Argentina 10.903, Ley Agote, vigente en el ámbito nacional hasta la reciente sanción en el año 2.005 de ley 26061.
La implementación de la Ley Agote profundizó la instalación de un modelo de intervención estatal que acorde al pensamiento positivista de la época patologizaba las expresiones de la cuestión social y focalizaba selectivamente en niños y adolescentes pobres considerando que sus respectivas familias resultaban incapaces de ejercer el disciplinamiento suficiente para mantener el orden social necesario, soporte de las relaciones sociales capitalistas, en el momento de transición de un modelo agro exportador a uno de sustitución de importaciones.
Asimismo, el pensamiento conservador de los sectores dominantes reforzaba la idea de peligro moral al que se suponía, estaban expuestos los niños/as y adolescentes de familias pobres, consecuencia del hacinamiento, la carencia o inexistencia de hábitos sanitarios-higiénicos, incluso a deficientes valores morales. Ante esta supuesta minusvalía de las familias, se le adjudica a la figura del juez un rol preponderante y de subordinación, el poder de decisión como competencia omnímoda; por tal motivo, la judicialización de estas familias se constituye en uso habitual y por tanto naturalizado. Este pensamiento consolida la calificación “de menores en situación irregular” identificando en éstos la irregularidad sin visualizar la irregularidad que significaba la desigualdad de oportunidades y la falta de acceso a derechos constitucionales de las familias pobres, es decir las omisiones de las políticas públicas proteccionales y no tutelares.
Procurando evitar la lógica antes expuesta es que se asume el compromiso de la creación de un sistema de protección de derechos que responsabilice a los tres poderes del Estado, a los distintos niveles de gobierno (nación, provincias, municipios) y a las instituciones y organizaciones sociales de la sociedad civil.
Las discusiones legislativas acontecidas en estos últimos años provocaron reflexiones en torno a la niñez y adolescencia que sumado a la situación social adversa de los sectores populares con quienes trabajamos desafía nuestras intervenciones. Los aportes pretenden presentar los interrogantes que los profesionales venimos formulándonos al vernos involucrados en intervenciones que, atendiendo la urgencia, descuidan la complejidad de las situaciones sociales abordadas.
Es hablar del contexto en el que viven, la calidad de vida de los niños, las niñas y jóvenes puede cambiar de manera radical dentro de una misma vivienda, entre dos casas de la misma calle, entre las regiones y entre los países industrializados y los denominados en desarrollo. Cuanto más se acercan los niños y las niñas a la edad adulta, más diferencias hay entre las distintas culturas, países e incluso personas del mismo país con respecto a lo que se espera de la niñez y de los jóvenes al grado de protección que deben garantizarles el estado en sus políticas públicas y a través de sus instituciones.
A pesar de numerosos debates intelectuales sobre la definición de la infancia y la adolescencia, sobre las diferencias culturales acerca de lo que se debe ofrecer a los niños y jóvenes y lo que se debe esperar de ellos, siempre ha habido un criterio ampliamente compartido de que la infancia, sobre todo, implica un espacio delimitado y seguro, separado de la edad adulta, en el cual los niños y las niñas pueden crecer, jugar y desarrollarse, lo cual no deja de ser un mito. Es así que podemos aún hoy identificar algunas categorías en relación a la visión del niño/a:
Niño en situación irregular: ubica a los sectores más pobres de la sociedad como peligrosos, en comparación con los “otros” sectores que pertenecerían a una condición de “regularidad o normalidad”, por lo tanto es una manera de estigmatizar las conductas de los niños, niñas considerándolos “pre-delincuentes” y por ende plausibles de intervenciones represivas o de institucionalización por parte de los adultos.
Niño/a objeto de intervención: es considerado “objeto” de intervención o como “incapaz”, cuando no se lo reconoce como sujeto de derecho pleno, por tanto necesita ser representado por adultos.
Concepción Aséptica: cuando no se
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