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La mujer del moñito.


Enviado por   •  10 de Octubre de 2016  •  Apuntes  •  1.792 Palabras (8 Páginas)  •  259 Visitas

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La mujer del moñito

Isabela: Longobardo ha ganado la batalla de Silecia y en su honor realizaremos un baile de disfraces.

Eduviges: Isabela el baile se hará en la noche de Pentecostés, en las terrazas del Palacio Púrpura y a él serán invitadas todas las mujeres del reino.

Ambas: ¡A preparar la fiesta! (se retiran)

En el salón de fiesta…

Flor: Bienvenidos a la fiesta de Longobardo. ¡Que suenen en el mundo trompetas y tambores! Aparece mi princesa Isabela quien dormía en una cuna de oro con ribetes de plata. Dormía y se inclinaba sobra la cuna las hadas, eran 3 las hadas. Tres gracias portadoras de dicha, se inclinaban para ofrecerle bondad, para ofrecerle belleza y amor.  

Ingresa entonces, la princesa, la más buena, la más hermosa, la más amada.

¡Suenen trompetas, tambores, arcabuces, cañones!

Isabela: Buenas noches bienvenidos a mi palacio. (BUSCAR)

Flor: Pero Isabela no está sola, también ingresa Eduviges tan bella como una flor silvestre, la princesa que tiene la voz transparente de los pájaros.

(Eduviges saluda) APLAUSOS Y CUCHICHEOS

Isabela: Recibamos a nuestros invitados.

Eduviges: Llega al Palacio Longobardo quien decidió disfrazarse de corsario para no verse obligado a ocultar su voluntad intrépida y salvaje.

Longobardo camina y toma las manos de las reinas.

Longobardo: Mi señora, soy el primero en llegar vine montando en una potra negra de corazón palpitante como el mío.

Longobardo: Llevo el ojo cubierto con un parche como corresponde un  pirata.

 Con el ojo que me queda libre de tapujos, me dispongo a ver las jóvenes que llegaran ocultas tras sus disfraces (JAJAJAJA) 

Eduviges: Entra una ninfa envuelta en gasas, con su piel suave, ese pelo negro y ese perfume a nardos.

Halima: Mi señora soy la princesa Halima, estuve encerrada sin piedad en aquella torre lejana, mirando hacia Bagdad. Aquella torre estaba más allá de las tierras verdes, más allá de ese desierto cuya arena tiene el color de la manteca, más allá del río del café que muere entre las dunas, más allá de los pueblos que migran de un sitio a otro en busca de alimento.

Mis reinas, gracias al barbero es que hoy puedo estar aquí homenajeando a Longobardo.

Isabela: Bella Halima bienvenida a la fiesta.

(Se cruzan Longobardo y Halima si miran lentamente. Pero a él no le gusta)

Eduviges: Entra una mendiga cubierta de harapos.

Isabela: ¿Cómo te presentas a mi fiesta vestida de harapos?

Geraldine: (El dragón que vino del norte, (libro miniaturas).

 Hace muchos años mi señora, un dragón vino del norte y acechó los suburbios de la ciudad.

Y devoró el ganado.

 Y destrozó la hierba.

 Los campesinos, desesperados, se unieron para buscar la solución.

 Que se quemen los campos.

Que se envenenen las bestias.

Pero los remedios, mi señora, eran peores que la enfermedad y uno a uno, se esfumaron.

Entonces atravesé corriendo el campo florecido, me fui con lo puesto, fui princesa de ese reino y conserve mi corona. (hurga su delantal y saca la corona frotándola con su ropa) Aquí está mi corona.

Isabela: ¿Y de qué vives ahora?

Geraldine: Del carbón y del amor. En el palacio el tiempo se deslizaba día tras día, inviernos y veranos pasaban sin otro entretenimiento que el de mirar tras los enormes ventanales como trabajan los servidores de mi padre… (Suspira) Y cuando el dragón vino del norte, todos huimos.  Stefano, me ayudó. (Se toman de las manos enamorados)

Stefano: Ahora estoy aquí, a tu lado, y te veo encender el fuego, el pasado regresa como si nunca se hubiera ido.

Y vuelve esa memoria que no acaba…vuelve como el agua, y te moje y me moja. (Stefano se lo dice a Geraldine)

No conocí a mi padre. Murió en el Piave, durante la guerra. Dicen que el agua corrió encarnada de tanto llevarse la sangre de los soldados, también la de mi padre.

Cuando nací, ya había muerto. Todo lo que recuerdo son esas canciones que hablan de hombres sangrando en el agua. Y a mi madre que dice que ha muerto junto al Piave. Y una foto, la única que tenemos, que ella guardo bajo la blusa. Mi madre siempre ha dicho, que me parezco a él.

Isabela: El dolor, el amor los ha unido.

(Longobardo mira  a Geraldine, pero ella le corre la mirada)

Eduviges: Entra una campesina con los manjares para la fiesta.

Campesina: Extiende un manto inmaculado

                sobre la tabla.

                Eres la vestal que coloca

                en el retablo, los elementos sagrados.

                Un corazón de miga, una jarra de agua

                unos platos de terracota, un vino grana.

                Una vestal que elabora hostias profanas

                y en la mitad de los días, da comunión en la casa.

(Acomoda la mesa y sirve las cosas que va nombrando el poema)

(Longobardo observa la campesina pero no lo cautiva)

Isabela: Llega un nuevo invitado

Eduviges: ¿Quién es?

Isabela: Un hombre que deseaba ponerse al servicio del Sogun.

Eduviges: ¿Quién es el sogun, mi señora?

Isabela: Aquel que gobernaba Japón en representación del Emperador.  Cuéntame tu historia, entonces Samurai.

Samurai: Ahora que han florecido los cerezos y sobre el cielo de seda está pintado el Fuji, voy a contarte mi historia.

Llegue de un retiro de Kyoto y le pregunté a mi maestro cuanto tiempo tardaría en convertirme en Samurai. El maestro me dijo que tardaría 5 años y me habló del honor, la lealtad y la templanza. Me enseñó a no tener dudas, ni temor, ni anhelo innecesario, ni emoción extrema y servir humildemente con amor y gentileza.

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