Laura Esquivel: Redefiniendo El Papel De La Mujer

Laura Esquivel: redefiniendo el papel de la mujer

Apertura:

Laura Esquivel es una autora de origen mexicano que presenta en sus obras historias generalmente ambientadas en este país. Pero además del mexicanismo podemos destacar otro importante aspecto en su narrativa, tal vez más importante que el anterior, debido a la influencia que ejerce sobre los lectores: el arquetipo femenino de sus protagonistas.

En el presente ensayo se examinarán las características que comparten las protagonistas de sus libros Como agua para chocolate, La ley del amor y Malinche para responder la siguiente pregunta: ¿cuál es la idea de mujer que la autora pretende transmitir a los lectores?

Laura Esquivel nació el 30 de septiembre de 1950 en México, D. F. Su vida familiar durante su infancia y adolescencia se vio marcada por la influencia de su madre, quien le inculcó desde pequeña un gran amor por el arte culinario. Aspecto que vemos reflejado en su novela Como agua para chocolate (1989), en la cual podemos notar además la presencia de las tradiciones rigurosas y valores inculcados dentro de su familia. (Salgado, 2009).

Dentro de las tres obras de la autora que analizaremos, podemos destacar los siguientes aspectos generales similares en las historias: la presencia de una mujer como personaje principal, el conflicto inicial que se presenta en sus vidas, la transformación de las protagonistas a través de una lucha interna y finalmente, el crecimiento personal alcanzado y su realización como mujeres. Y en particular, podemos notar ciertas características que definen el carácter de cada una y que son constantes a lo largo de la historia, y así mismo, otras que desaparecen o adquieren durante dicho proceso de transformación.

Desarrollo:

En el caso de Tita de la Garza, personaje principal de Como agua para chocolate podemos definir el conflicto inicial como el impedimento de estar con Pedro, su verdadero amor. Esto debido a que Mamá Elena, su madre, le prohíbe casarse con él al ser Tita la menor de sus hijas y por lo tanto la responsable de cuidarla durante su vejez. Sin embargo, Pedro decide casarse con Rosaura (hermana mayor de Tita) para estar cerca de ella.

Tita se ve forzada a vivir bajo el mismo techo que la pareja y bajo el yugo de Mamá Elena, siendo la cocina el único espacio de creación y libertad donde podía expresar su amor y sus deseos a través de sus platillos. Ella vivía de acuerdo a las tradiciones inculcadas en su familia a pesar de no creer firmemente en éstas, pero llegó a un punto donde se liberó de esas creencias limitantes, provocando un cambio radical, una revolución interna.

Justamente, durante ese periodo se estaba llevando a cabo la Revolución Mexicana, y haciendo una analogía entre ambas revoluciones, podemos llegar a la conclusión de que una revolución no se trata de pasar de un gobierno a otro. Sino de la transformación interna ya sea de una persona o de un sistema, de un cambio de valores. (Cruz-Lugo, 2006). Y la misión de Tita era concretar ese cambio dentro de sí misma, permitir la transformación para poder vivir en libertad. Por lo tanto, su momento de realización se da cuando por fin puede estar junto a Pedro, sin importarle las opiniones de los demás o incluso el estar yendo en contra de las tradiciones, de las normas establecidas y profundamente arraigadas en la sociedad mexicana de aquél tiempo.

Tal como lo expresa Kari Salkjelsvik acerca de Como agua para chocolate, “En la novela se hacen patentes, pues, las limitaciones implícitas del tipo de discurso que se impone como una ley intransigible…” (Salkjelsvik, 1999: 8). Lo cual, haciendo referencia al Manual de urbanidad y buenas maneras de Manuel Antonio Careño mencionado en la novela, nos da entender que la sociedad mexicana de esa época se ve limitada en sus acciones y creencias por un conjunto de pautas previamente establecidas de lo que se considera correcto o adecuado, e incorrecto o inadecuado. Las familias vivían de acuerdo a lo que dictaba el manual, y el hecho de ir en contra con lo establecido era considerado suficiente para tachar a la persona transgresora de indeseable.

En este aspecto, Tita pasa de ser una mujer virginal, sumisa, obediente e incluso marginada y sin el derecho de expresarse; a una mujer fuerte y vencedora, capaz disfrutar de la plena libertad que antes solo tenía dentro de la cocina en todos los aspectos de su vida. (Escaja, 2000).

En cuanto a Azucena, protagonista de La ley del amor (1997), observamos que su conflicto inicial es la separación de su alma gemela, Rodrigo. Este acontecimiento provoca que cambie su mundo de manera radical y haga todo lo posible para volver a reunirse con él. De igual forma que con Tita, el impedimento para la realización de su amor es su madre, Isabel. Pero en esta ocasión se debe a que Isabel también está enamorada de Rodrigo y será capaz de todo para lograr sus objetivos.

Es evidente que Azucena en un principio no conoce su verdadera misión, ya que lo único que le importa es estar junto a su alma gemela. Pero conforme avanza la historia, cae en cuenta de que está destinada a hacer algo más grande: instaurar la ley del amor en el mundo. Y lo que en un principio fue el conflicto principal se convierte solo en un catalizador que la llevará a la realización de su propósito en la vida.

En este sentido, podemos distinguir igualmente una transformación a partir de una lucha interna. Azucena siempre fue una mujer centrada, tranquila y un alma “evolucionada” tal y como se señala en la novela, pero en momentos de necesidad descubre que es capaz de hacer lo inimaginable. Por ejemplo, convertirse en una criminal perseguida a nivel mundial, cambiar de cuerpo dos veces, introducir microchips en su cerebro para burlar a la ley, redefinir por completo su concepto del amor, dejar de juzgar a las personas y ver más allá de sus acciones. Podríamos decir que Azucena se abre a un profundo cambio en sus creencias y se reconcilia con su pasado, e incluso perdona a su madre por haberla intentado asesinar.

En lo concerniente al mencionado cambio en su concepto del amor, vemos que para Azucena éste va más allá del género, de la fidelidad y de la vida misma. Notamos cómo el elemento del romance se ve transformado al borrarse los límites de posesión del cuerpo y de la alteración de la condición humana al insertarse microchips que alteran su fisiología natural (Taylor, 2002).

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