Lectoescritura
misionsucre15 de Octubre de 2012
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ENSEÑAR A COMPRENDER NUESTRO SISTEMA DE ESCRITURA
Gloria Rincón B.
Profesora Universidad del Valle
glrincon@univalle.edu.co
El propósito de esta ponencia es presentar algunas reflexiones que se generan al
considerar aportes tales como provenientes de las investigaciones psicolingüísticas
sobre la construcción del sistema de escritura en los niños, en la definición de una
didáctica para la enseñanza de la lectura y la escritura en los grados iniciales de la
escolaridad que pretenda privilegiar interacciones orientadas hacia el avance en su
formación como lectores y productores de textos de los maestros y maestras, los niños y
las niñas y a través de ellos una comunidad educativa, al mismo tiempo que desarrollan
su autonomía, autoestima, la valoración de la diferencia, la creatividad, la cooperación y
el intercambio y, en fin, amplifican sus capacidades como sujetos sociales y
constructores de conocimiento.
Para lograr este propósito, primero voy a enunciar, muy brevemente, los principales
aportes investigativos que transformaron la comprensión del cómo se aprende a leer y
escribir y luego voy a ponerlos en relación con las propuestas para la labor pedagógica y
didáctica de las y los maestras y maestros de los grados iniciales de la escolaridad.
Iniciemos pues. Hoy, hay un consenso en sostener que el aprendizaje de la lectura
y la escritura son procesos complejos, de naturaleza social, cognitiva y lingüística y no
mero producto del aprendizaje de unas técnicas para codificar y decodificar. ¿Por qué se
produjo este cambio conceptual?
El proceso de construcción del sistema de escritura en los niños, no había sido
visible, entre otras, por estas dos razones que manifiesta Ana Teberosky:
Dos (prejuicios) ... nos impidieron que, hasta no hace mucho tiempo, pudiéramos
ver las cosas de otra manera... En primer lugar, fue necesario superar la idea de
que la escritura y la lectura eran exclusivamente materias escolares, para
preguntarse que saben los niños antes de que se les enseñe a escribir en la
escuela. En segundo lugar, fue necesario disociar el conocimiento sobre el
lenguaje escrito de la habilidad para leer y escribir, para averiguar cuán "letrados"
eran los niños aún antes de ser "alfabetizados". Teberosky (1992: 57).
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En la década de los setenta, debido a la concepción conductista dominante sobre
el aprendizaje, era impensable la participación activa de los niños, antes o por fuera de
cualquier influencia escolarizada. Por esta razón, en relación con la enseñanza de la
lectura y la escritura, los estudios se centraban en la relación lenguaje-actividad
sensorio-motriz, más exactamente en la identificación de las condiciones que
posibilitaban el desarrollo de las denominadas habilidades específicas para este
aprendizaje. Una de estas líneas de investigación fue la encargada de explorar la
relación entre la capacidad de segmentar explícitamente una palabra en fonemas
(capacidad metafonológica o conciencia fonológica) y el aprendizaje de la lectura,
planteada inicialmente como condición necesaria1. La mayoría de éstos estudios se
realizaron en lengua inglesa y las pruebas experimentales no estaban ligadas directa o
indirectamente a tareas de lectura o escritura y menos aún, vinculaban la capacidad de
segmentar con el desarrollo de la escritura. Como resultado de éstas investigaciones se
derivaron pruebas para pronosticar el éxito o fracaso en el aprendizaje de la lectura.
La concepción dominante era la de la lectura como la asociación de unos
grafemas con unos determinados fonemas, para llegar a un significado, y de la
escritura como representación (transcripción) del lenguaje oral. Estas concepciones, se
hacen presente por ejemplo en:
- la atribución como prerrequisitos para el aprendizaje de la lectura de habilidades de
articulación fonética y de conciencia fonológica y para la escritura de motricidad fina y de
coordinación óculo-manual.
- las relaciones de causalidad que se establecen entre la calidad del desempeño oral y
el escrito, las cuales han servido además para justificar las deficiencias en la producción
de textos escritos de algunos niños, sobretodo de los provenientes de las capas bajas
de la población.
- la organización y presentación separada que de ambos se hace en primer grado: en el
aprestamiento sólo se trabaja con la lengua oral (considerada más simple) y luego el
énfasis es en la lengua escrita (considerada más abstracta).
1 Entre los trabajos más reconocidos en esta línea se encuentra el de Liberman y otros (1977), quienes
establecieron una correlación positiva entre esta capacidad y la presencia de buenos lectores, sin poder
afirmar si ella era causa o efecto. Otro trabajo fue el de Maldonado y Sebastián (1986), realizadores de
una de las pocas investigaciones que sobre este tema se llevaron a cabo en lengua castellana; ellos
detectaron que la capacidad de segmentar en sílabas era anterior a la lectura alfabética y afirmaron que
la segmentación en fonemas se desarrolla simultáneamente a la lectura alfabética. También aportaron
una estrategia intermedia conocida como la segmentación silábica vocálica.
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También, por esta concepción, ocupaba un lugar central la decisión sobre el tipo
de letra a seleccionar, las actividades de aprendizaje buscaban la exactitud de la copia
de un dictado, del tablero o de un manual y en general, la base era la memoria a corto
plazo para poder reproducir las letras de las palabras.
El nuevo marco explicativo sobre el conocimiento y el aprendizaje proporcionado
a partir de las investigaciones de Jean Piaget en la Psicología, que consolidó el
reconocimiento de los niños como sujetos activos, así como el proporcionado desde la
gramática generativa propuesta por Chomsky en la Lingüística, que cuestionó el carácter
externalista y transparente del lenguaje y realzó el papel de la creatividad en el
desarrollo de la competencia lingüística, constituyeron el espacio crítico para la revisión
de muchas de estas ideas y prácticas. Investigaciones como la realizada por Emilia
Ferreiro y Ana Teberosky -“Los sistemas de escritura en el desarrollo de los niños”,
1979-, Frank Smith -“La comprensión de la lectura” 1971- y una larga lista de autores,
permitieron encarar el aprendizaje de la escritura, la lectura y el lenguaje escrito desde
una óptica nueva, desde otro punto de vista epistemológico.
Al concebir a los niños como sujetos activos que construyen conocimientos a
través de sus acciones sobre los objetos del mundo y en la confrontación de los
resultados de estas acciones con sus propios conceptos y explicaciones así como con
las ideas de otros, se fue comprendiendo que también ante el sistema de escritura
como objeto social, los niños intentan hipótesis y las ponen a prueba con el propósito de
leer y escribir cuando estas prácticas les interesan, así no hayan iniciado la escolaridad.
Frente a la escritura como objeto cultural, el niño primero interactúa
empíricamente, tanto con los objetos portadores de texto (por ejemplo, libros, vallas,
empaques), como con las letras impresas en ellos. En estas interacciones va
construyendo conocimiento acerca de ese objeto. Pero esa interacción no es directa:
está orientada por hipótesis a través de las cuales los niños buscan relaciones entre la
escritura y lo que ella representa, desde el momento en que la escritura se concibe como
diferente del dibujo y como objeto sustituto, está en lugar de otra cosa, es un signo.
Esas relaciones se van construyendo a partir de la observación de las prácticas
socioculturales que los usuarios de la lengua escrita realizan con los textos (y por esto,
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no todos avanzan al mismo ritmo), es decir, es mediada por la confrontación con las
concepciones de los otros, es una construcción intersubjetiva.
¿Qué hipótesis se formulan los niños que han entrado en interacción con la
escritura? ¿Cómo evolucionan esas hipótesis? Emilia Ferreiro y Ana Teberosky tienen el
mérito de ser pioneras en dar respuestas a estas preguntas, tomando como marco los
trabajos de Jean Piaget y, como sujetos, a niños hablantes del castellano (hoy en día,
ese trabajo ha trascendido a otras lenguas [cfr. Ferreiro y otros, 1996]). En su
investigación, partieron de las siguientes premisas en relación con la lectura y la
escritura:
• leer no es descifrar, sino construir sentido a partir de signos gráficos y de los esquemas
de pensamiento del lector;
• escribir no es copiar, sino producir sentido por medio de los signos gráficos y de los
esquemas de pensamiento de quien escribe;
• la lectura y la escritura no se restringen al espacio escolar.
Los resultados obtenidos permitieron demostrar que mucho antes de la
escolaridad, los niños tienen saberes sobre el sistema de escritura y sobre la práctica de
la lectura, aunque sus hipótesis
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