Los afanes cotidianos - Philip W. Jackson
BarbarabuuhResumen22 de Mayo de 2016
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Trabajo Práctico N° 1
Resumen de “Los afanes cotidianos”
Philip W. Jackson[1]
En la vida escolar los acontecimientos del aula son fugaces, rutinarios y monótonos. Su significación está dada por la frecuencia de su aparición, la uniformidad del entorno y la obligatoriedad de la asistencia diaria: los niños deben permanecer largo tiempo en un ambiente uniforme les guste o no.
Los elementos de repetición, redundancia y acción ritualista de la escuela, permite compararla con otra institución social: la Iglesia, pese a las diferencias, la diversidad no es tan grande dentro de cualquier período histórico específico.
La clase, es un entorno físico relativamente estable en un contexto social bastante constante y regular (por el respeto a los sitios que ocupa cada alumno, los agrupamientos, etc.), por lo que cada miembro está acostumbrado a la presencia de otro miembro. Aún en sitios tan masificados, durante largos períodos de tiempo se logra cierta intimidad de relaciones.
Las actividades realizadas en el aula son ritualistas y cíclicas: los horarios, las materias específicas, las actividades concretas, etc.; aunque el contenido del trabajo cambie dentro de una aparente estabilidad. Las formas identificables de tareas en clase no son muy numerosas, las normas suelen ser muy precisas y supuestamente entendidas y obedecidas por los alumnos.
El escolar es en cierto sentido un prisionero (por lo que también se compara la escuela con la cárcel) y debe desarrollar diferentes estrategias para abordar el conflicto que frecuentemente surge entre sus deseos e intereses y las expectativas institucionales (lo que se espera de él). Este aprendizaje es de vital importancia para otros contextos sociales y otros períodos de la vida.
Aprender a vivir en el aula supone para el alumno vivir con otros y en presencia de éstos, bajo la condición constante de la evaluación de sus palabras y acciones, como potenciales receptores de elogios o reproches siempre sometidos a la autoridad docente (poder que los gobierna y los guía).
El tráfico social de la clase es permanente y lleno de múltiples interacciones personales diarias. El docente actúa como regulador y controla el flujo del diálogo: decidirá quién habla y en qué orden. Será también proveedor de recursos materiales, establecerá privilegios especiales a los alumnos que los merecen y determinará voluntarios o encargados por turnos entre los alumnos. La delegación de obligaciones ayuda a proporcionar una estructura a las actividades del aula y a conformar la calidad de la experiencia total para el alumnado.
Otra de las responsabilidades del profesor es hacer cumplir los horarios: es el encargado de que las cosas comiencen y acaben en tiempos más o menos exactos. El efecto de sus acciones es limitador, permite controlar que los objetivos institucionales sean cumplidos y previene el caos social.
Uno de los resultados inevitables es la experimentación de la demora y la espera, ya que la velocidad desarrollada en las tareas es, necesariamente, la del miembro más lento del grupo. En un ambiente de uniformidad y orden aparente las variaciones son infrecuentes y a veces, hasta injustas, por ejemplo, en los turnos de debate y de contestación.
El rechazo de un deseo, es el resultado último de muchas demoras en el aula: “no es posible escuchar a todo el que quiere hablar, ni se puede responder satisfactoriamente a todos los interrogantes de los alumnos, ni acceder a todas sus peticiones”. Por lo que, el aprendizaje en la vida de la escuela supone renunciar a pretensiones y a esperar a que éstas se cumplan.
Las distracciones e interrupciones, constituyen otro rasgo interesante de destacar. Los comentarios irrelevantes, la mala conducta y los visitantes ajenos al aula, rompen a menudo la continuidad de las lecciones. También existen otros tipos de quiebres en el trabajo diario, muchas actividades comienzan antes de haber suscitado interés y terminan antes que éste desaparezca. En las clases se suele interrumpir el trabajo antes de que se haya concluido, quedando por lo general, preguntas pendientes.
La repetida demanda de que el alumno ignore a los que tiene alrededor, y se concentre en su tarea y aprenda a estar sólo en el seno de una masa, tiene como finalidad que cada uno realice su propio trabajo de manera individual. Ya que en el aula cada uno de sus miembros llegará a conocerse muy bien y en muchos casos establecerán relaciones de amistad, existe cierta tendencia a comunicarse con los demás, más frecuentemente que en otras situaciones de hacinamiento (distracciones sociales).
El ambiente físico, la abundancia de recursos y una actitud liberal hacia las normas y reglas pueden reducir la presión de la masificación pero no su eliminación por completo. Las estrategias de adaptación dependen de la idiosincrasia de cada uno de sus alumnos y define una gran variedad de estilos adaptativos: se espera que los alumnos soporten estoicamente los continuos rechazos, las demoras e interrupciones de sus anhelos y deseos personales.
La paciencia es más un atributo moral que una estrategia de adaptación y se refiere al control del impulso de actuar conforme a un deseo o a su abandono. El equilibrio entre la acción impulsiva y el retraimiento apático depende de cada alumno en particular. Es necesario desligar sentimientos y acciones y volverlos a unir en situaciones apropiadas en un mundo social densamente poblado.
Mucho antes de la edad escolar, cada niño es evaluado por el fracaso o el éxito de sus logros. Cuando ingresa al aula comienza el registro semipúblico de su progreso al cual deberá adaptarse como estudiante: sus padres lo evalúan en el hogar y sus amigos hacen otro tanto a la hora de jugar.
En la escuela los exámenes se aplican con más frecuencia que en cualquier otro sitio. Las dinámicas de la evaluación en clase son difíciles de describir por su complejidad. La evaluación procede de más de una fuente y las condiciones de su comunicación pueden variar de formas muy diversas, es posible que se tenga uno o más referentes y puede que su calidad se extienda desde lo intensamente positivo a lo intensamente negativo. Éstas sólo corresponden a rasgos objetivos o impersonales de la evaluación.
La fuente principal de la evaluación es el profesor: se le exige constantemente que formule juicios sobre el trabajo y la conducta de los alumnos y que los comunique. A veces se permite intervenir a toda la clase en la evaluación del trabajo de un estudiante. Otras veces se produce sin que la suscite el profesor, como cuando un error manifiesto provoca risa o una actuación sobresaliente, aplausos.
Una tercera fuente de evaluación es la autoevaluación, sin la intervención de un juez exterior. Cuando el alumno no puede escribir ninguna de las palabras de un test de ortografía estima su fracaso aunque el profesor no vea el papel, o, cuando su respuesta es correcta.
Las condiciones bajo las que se comunican las evaluaciones se suman a la complejidad de las demandas con que se enfrenta el estudiante. Los juicios secretos acerca del estudiante son trasmitidos a sus padres. También existen apreciaciones formuladas por sus compañeros que circulan en la escuela y a espaldas de él. En la escuela los resultados son a menudo elogiados o censurados en presencia de compañeros.
Cuando el profesor se reúne a solas con el estudiante para hablar de su trabajo, se produce una forma menos pública de evaluación. Unas veces el docente lo llama a su mesa y otras, pasea por el aula y charla con diversos alumnos mientras el resto trabaja en su sitio y los evalúa.
La escritura es un medio aún más privado que la expresión oral de comunicar las evaluaciones. El comentario escueto en el margen de un trabajo entregado es la forma clásica de evaluación por escrito. Existen al menos otros dos referentes de evaluación: uno centrado en la adaptación del estudiante a las expectativas institucionales, el otro en su posesión de rasgos específicos del carácter.
El docente no es la única fuente de juicios no académicos, es probable que la evaluación centrada en las cualidades personales del estudiante proceda tanto de los compañeros como de cualquier otra persona.
La distinción entre evaluaciones en clase referidas al logro académico, las de adaptación institucional y las relativas a cualidades personales en muchas situaciones se producen al mismo tiempo. Todas connotan un valor: algunas son positivas como un elogio o negativas como un regaño.
Ya que tanto el profesor como los compañeros pueden evaluar la conducta de un estudiante, son posibles los juicios contradictorios. Un acto quizá sea elogiado por el docente y criticado por el resto de la clase y viceversa. Además el conflicto entre la aprobación del profesor y la del resto de la clase puede ser mayor para los chicos que para las chicas.
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