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Lucha Del Pueblo Mapuche


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  1.485 Palabras (6 Páginas)  •  307 Visitas

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DERECHOS HUMANOS, GLOBALIZACIÓN E INTERCULTURALIDAD Trabajo nº 1 DERECHOS HUMANOS, GLOBALIZACION E INTERCULTURALIDAD. Derechos humanos Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles. Los derechos humanos universales están contemplados y garantizados por la ley, a través de los tratados, el derecho internacional consuetudinario, los principios generales y otras fuentes del derecho internacional. El derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que tienen los gobiernos de tomar medidas en determinadas situaciones o abstenerse de actuar, esto con el fin de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos. Art 19, 29, 30, 31, 281, # 1, 9, 10 y 11. Globalización La globalización es una nueva fase del desarrollo del capitalismo y es la expresión actual de una tendencia permanente a favor de la concentración y la centralización del capital, como predijo Marx. La globalización podría rendir beneficios espléndidos a la humanidad, si no fuera porque no está concebida para ello, sino para servir los intereses de las clases dominantes y aumentando la explotación de los trabajadores en cada país y la explotación de los países del Tercer Mundo por las potencias económicas mundiales. Es por lo tanto más que pertinente relacionar la globalización con los Derechos Humanos. La interculturalidad: La interculturalidad tiene su génesis en Europa y Norteamérica ya que permita el diálogo entre las culturas en el ámbito especialmente lingüístico Se trataba de evitar la imposición de un idioma hegemónico sobre otros que no lo eran. Es una propuesta política orientada a resolver un problema. Parte del presupuesto de que todas las culturas son incompletas; es decir, universos inacabados de significados que se recrean constantemente. Esta infinitud de las culturas hace imperativo un diálogo intercultural que recoja tres aspectos: * La tolerancia discursiva * La voluntad para incorporar conocimientos alternativos * La preferencia por conocimientos suprimidos o marginalizados y por víctimas o pueblos oprimidos. La interculturalidad responde a una heurística y a una hermenéutica filosófica que parte de la alteridad para la comprensión del mundo de pluralidades existenciarias con formas y contenidos racionales y discursivos que deben ser puestos en un eje de articulaciones lo suficientemente complexo, que no permita la ausencia, negación o

neutralidad, voluntaria o consciente de ninguna de las culturas. Todas son correlativas en este sentido, es decir, en su forma y contenido de estar presentes frente al otro, porque las culturas no son realidades puras ni abstractas, desconectados de sus actores materiales. Su heterogeneidad es lo que nutre el dinamismo interno y externo de sus cambios. No puede, ni debe, entenderse por interculturalidad confrontación de culturas, ni el abrirse de una cultura a otra con el interés, expreso o tácito, de subsumirla o asumirla a su contextualidad. Se trata de un reconocimiento interior de las culturas y sus propias "lógicas" discursivas; al derecho de construir sus contextos desde sí mismas con sus analogías y contradicciones; de no arriesgar su libertad de acción y de creación mítica, mágica, científica o técnica. Lo que la filosofía y el diálogo intercultural buscan es conjugar en el mundo una visión de la existencia cuya totalidad no sea opresora y el saber sea un saber contextual que parta de la experiencia de los sujetos. Es por esta razón que R. Fornet-Betancourt (2001, p.257), considera que "hay, por tanto, un saber práctico de la interculturalidad como experiencia que hacemos en nuestra vida cotidiana en tanto que contexto práctico donde ya estamos compartiendo vida e historia con el otro. Se trataría entonces de cultivar ese saber práctico de manera reflexiva, y con un plan para organizar nuestras culturas alternativamente desde él, para que la interculturalidad se convierta realmente en una cualidad activa en todas nuestras culturas." El monoculturalismo y el individualismo de la globalización neoliberal, a pesar de todos sus esfuerzos mediáticos e ideológicos por crear una cosmovisión del mundo global homogéneo y unificado, no puede resolver el conflicto que está en el origen histórico de su formación social. Una sociedad que predica el ser igual al otro desconociendo el lugar de existencia del otro, nunca podrá ser realmente equitativa. La igualdad formal del liberalismo pretende construir una cultura de la justicia sin advertir que el contenido material de la norma entra en contradicción con su aplicación. Es decir, la compatibilidad entre la igualdad y la justicia, parte del desconocimiento de las diferencias sociales. Se desconoce esto en aras de practicar una serie de principios comunes con los que se quieren neutralizar tanto las diferencias de clases como la diversidad cultural para crear espacios homogéneos de convivencias. Esta forma de querer dar respuestas a la fragmentación per se de la sociedad capitalista, no es en modo alguno pluralista; menos aún una forma de pensar y gobernar en sentido intercultural. La interculturalidad lo que realmente se propone, desde la diversidad y la diferencia de unos y otros, es la transformación de la razón, no su negación ni su abdicación; por el contrario, es un transformar, como dice con todo acierto F. Fornet-Betacourt (1994, p. 19), que deja "entrar en su proceso de constitución las voces de aquellos que hasta ahora han sido "afectados" por las distintas formaciones vigentes, pero que se han visto excluidos de la dinámica productiva de las mismas." También porque el encuentro con el otro, de ninguna manera puede estar determinado ontológicamente por una sola presencia y entenderse ese encuentro desde un sólo modelo categorial de universalizaciones desde el que más que abrirnos al otro, somos receptores desde nuestra comprensión y nuestro discurso. Luego, no se realiza efectivamente el diálogo como orden e instancia de comunicación intercultural. El encuentro con el otro es así interpelación; interpelación desde la que debería ser repensada nuestra manera de pensar... (Fornet- Betacncourt: ibid)." La globalización como un estadio superior del mono-culturalismo deja fuera de sí cualquier otra cultura diferente u opuesta; precisamente, porque no está en su preocupación un diálogo ni una relación con las intersubjetividades de los otros. Lo que efectivamente la globalización busca globalizar es el mundo de algunos, de un tipo de sociedad hegemónica que busca trascenderse a sí misma en el tiempo y en el espacio porque detenta el poder político y el poder tecno-científico para realizar esta empresa post-colonizadora. No existe, o son mínimamente perceptibles, los indicios que tenemos de una globalización orientada hacia una sociedad de relaciones planetarias interculturales, en la que el Estado y la democracia ciudadana sean verdaderos escenarios de participación y convivencia. La globalización no contiene ni da la posibilidad, de que desarrollemos auténticos procesos de interculturalidad para la inclusión del otro. Hasta ahora la globalización no es un correlato de más democracia social y política, esto sigue estando en el terreno de lo utópico, cuando las relaciones de interdependencias construidas por la globalización

debieran acrecentar y fortalecer los principios democráticos y los derechos humanos. Lo que las políticas neoliberales de la globalización suman cada vez, es más productividad a toda costa, ganancias inmediatas, riqueza acumulativas, roles sociales conformados según las imágenes mediáticas de una cultura "light" sin proyecto histórico, etc. Lo que cada vez más restan, es el diálogo intercultural como el principal medio de interrelación y reconocimiento, la pluralidad democrática consensuada a través del discernimiento de los conflictos e intereses en función del bien común de la mayoría ciudadana, una opinión pública cuyo objetivo esencial sea la verdad política, etc. Frente al mono-logismo cultural de la globalización neoliberal, se presenta el dialogismo de la interculturalidad como momento crítico del pensar filosófico, pues se trata de re-pensar la realidad existencial desde la alteridad originaria, desde la cual el otro se realiza y expresa, y a quien mi conciencia debe concederle todos los derechos para hablar y actuar en libertad. El derecho al diálogo desde la perspectiva intercultural, es decir, desde una perspectiva pluralista de la convivencia humana, es una alternativa válida a la homogeneización y la estandarización del pensamiento reductivo y único de la globalización neoliberal, ya que supone la noción democrática de la inclusión del otro en un nos-otros, entendiendo por esto la inscripción de todos los individuos de un mundo donde el marco de tolerancia política, ética, moral, etc., garantice plenamente el derecho a la vida y arribar a la tan esperada identidad y ciudadanía compartidas. La importancia del análisis y la interpretación intercultural del mundo globalizado, es que retoma y amplia para la filosofía (especialmente la latinoamericana), su dinámica liberadora a través del pensamiento y de la palabra. Este es un derecho inalienable a todo contexto cultural con su respectiva formación histórica. Se convierte así el pensar filosófico en un pensar dialéctico, en una razón dialógica que se desenvuelve históricamente en una práctica comunicativa que no puede ignorar la presencia de los otros, menos aún negar sus particularidades

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