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MANUEL J. CASTILLA Un Gozante, Un Nombrador, Un Nostálgico

Norisalta4 de Noviembre de 2012

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MANUEL J. CASTILLA

Un gozante, un nombrador, un nostálgico

El universo poético de Castilla muestra claramente dos vertientes: la celebración de la naturaleza y el compromiso social.

La naturaleza, en su poesía, se manifiesta en plenitud y es motivo de alabanza constante mientras que lo social se encierra en el silencio, en la inexpresividad que sólo sale afuera en el lenguaje de los gestos, de las manos, de los ojos o del canto.

Su decir es sencillamente profundo. La nominación de las cosas es parte de su singular estilo:

Esta tierra es hermosa.

Crece sobre mis ojos como una abierta claridad asombrada.

La nombro con las cosas que voy amando y que me duelen:

montañas pensativas, lunas que se alzan sobre el chaco

como una boca de pan recién prendido,

yuchanes de leyenda

en donde duermen indios y ríos esplendentes,

gauchos envueltos en una gruesa cáscara de silencio

y bejucos volcando su azulina inocencia.

(De Bajo las lentas nubes - 1963)

En esta tierra nace. En Cerrillos el 14 de Agosto de 1918. Tierra a la que amó y celebró desde el espacio libre del gozante.

Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante.

El que bajo las nubes se queda silencioso.

Pienso: si alguno me tocara las manos

se iría enloquecido de eternidad

húmedo de astros lilas, relucientes.

Estoy solo de espaldas transformándome

En este mismo instante un saurio me envejece y soy leña

y miro por los ojos de las alas de las mariposas

un ocaso vinoso y transparente.

En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho.

De mí nacen los gérmenes de todas las semilla y los riego llorando con rocío.

Sé que en este momento, dentro mío,

Nace el viento como un enardecido río de uñas y de agua.

Dentro del monte yazgo preñado de quietudes furiosas.

A veces un lapacho me corona con flores blancas

y me bebo esa leche como si fuera el niño más viejo de la tierra.

Miro los cachos del banano,

veo arañar sus dulces dedos de oro

y en las sandías

los genitales verdes del verano llenan mi corazón de poblaciones.

Siento que estoy tapado por luciérnagas

y que en mi pelo crece la niñez del relámpago.

Lo que pisa mi piel igual que arena lo traga para siempre.

La sombra de los pájaros es como un agua negra que acaricia mi nuca,

una hormiga me deja su ají breve en la boca

y me voy a los tumbos en la noche

por el agujereado camino de los sapos.

¿Quién me arrima la paz de la tortuga?

¿Quién desempoza el tiempo de su cáscara?

Soy el que por la piedra lechosa del quirquincho

bebe en miel las abejas

como el rocío maduro de la música.

¿A dónde irán mis ojos llenos de hojas?

¿ Por dónde en ellos vagará el cielo yéndose?

Me mira Dios y sé que aquí, yaciendo,

Lo estoy haciendo despaciosamente

De cara al infinito

Siento que pone huevos sobre mi pecho el tiempo.

Si se me antoja, digo, si esperase un momento,

puedo dejar que encima de mis ingles

amamante la luna sus colmillos pequeños.

Miren mis ojos cuando estoy pensando a ver si es que les miento.

Zorros, la cola como cortaderas,

gualacates rocosos,

corzuelas con sus ángeles temblando a su costado,

garzas meditabundas,

yararás despielándose,

acatancas rodando la bosta de su mundo,

todo eso está en mis ojos que ven mi propia triste nada y mi alegría.

Después, si ya estoy muerto,

Échenme arena y agua. Así regreso.

(De Cantos del gozante- 1972)

La tierra está presente siempre. En el manifiesto de La Carpa, grupo literario del cual es iniciador, ellos dicen de la tierra: “Creemos que la Poesía es flor de la tierra, en ella se nutre y se presenta como una armoniosa resonancia de las vibraciones telúricas. Creemos que el poeta es la expresión más cabal del hombre, del hombre hijo de la tierra, aunque se yerga como el árbol en aspiración de altura. Conscientes de las solicitudes del paisaje y de las urgencias del drama humano no renunciamos ni al Arte ni a la Vida...”

La tierra es el motivo central de su poesía; de allí es que se reconocen toponímicos que denuncian sus pasos pensantes por la dilatada geografía del noroeste y de los pueblos andinos americanos.

Porque en su indiferente desolación de azufre y de salitre carcomido

permanece estremeciéndose sólo para los vientos milenarios.

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Desconsolado azul, cielo baldío, irrecordable cielo,

Camino hacia la abandonada memoria de Dios

(Puna del libro La tierra de uno – 1951)

De su silencio

por su silencio crecen en dulzura sus viñas

y el júbilo remoto de sus vinos hechizos

afirma su exaltada canción y memorable

como si entre los ojos de los hombres

molieran los racimos

(Valles Calchaquíes del libro Norte adentro – 1954)

Ay tierra que te entierras sin saberlo, en el aire

Me gusta hablarte boca a boca a solas

Irte diciendo todo lo que callas

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la puna era un resuello casi invisible,

transparente y gris y fatigado.

(De Bajo las lentas nubes - 1963)

Pienso en el chaco, ahora.

En esa adormecida planicie solitaria

En ella, los crepúsculos

Se van en una larga melancolía dorada

..................................................................

En el chaco los cielos

Vuelcan pampas de nácar,

Derrumban sus harinas de girasoles de oro

Y sueltan sus manadas de corderos, levemente..

(De Bajo las lentas nubes - 1963)

La naturaleza se manifiesta en plenitud asociada al tiempo que reiteradamente es personificado

Cuando la primavera está llegando,

cuando el verde aparece en los álamos tan tiernamente

que no se sabe si es hoja

o rana pequeñita que comienza a cantar en los charcos del aire

entonces, sin querer,

uno le ve la sombra clara a su propio silencio

y algo que se parece a los dedos de Dios

le enternece los ojos

Ese pequeño verde que brinca,

esa como mirada de niña que florece,

esa lágrima dulce de la tierra, derrumbándose,

ese parado goce de la savia

es el primer vagido de la primavera.

Son unas hojas tiernas.

Eso es todo el suceso. Casi nada.

(El verde vuelve- 1970)

Es la naturaleza asombrosamente celebrada en la solemne y lírica ponderación de los árboles, del río, del cielo, de los amaneceres, de los crepúsculos...

Pasa que veo un tarco joven alzando al viento

Un avestruz plumudo y hermoso en el verano

Y miro un paraíso dorado dándome sus ramos y semillas

Y que de esas semillas que las siembro a voleo

Vuelve creciendo profunda la belleza solitaria.

Siento venir campanas en yuchanes repicando apenitas

Junto al estrellerío de pie, inacabable de las altamisas

Y voy entre los yuyos y las enredaderas cariñosas

Con una voz que callo pero les cuenta a todos

Que crezco en el verano sorbiendo zumo tierno

Como si yo mismo me bebiera temblando.

(Leche verde del libro Triste de la lluvia – 1977)

Oh, pura levedad de los chañares!

Oh, doliente algarrobo,

Sobre tu pensamiento los hermanos

Siguen muriendo para hacerse pájaros.

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Vengo desde el laurel que huele como el hombre,

desde el fondo del cedro donde dormita el rosa su amanecer de greda

y de los guayacanes donde comienza el ébano.

Vengo de allí, desde sus hojas vivas,

desde el incendio en paz de los lapachos

cuando los tarcos pierden un tierno olvido lila.

(Los árboles del libro La tierra de uno – 1951)

La segunda vertiente que corresponde a la poesía social se da en forma impersonal. Esta impersonalidad desdibuja la singularidad del sujeto, muestra un sujeto múltiple que emerge del grupo social de pertenencia. Así surgen personajes anónimos pero que representan a un colectivo como: La Preñadita, El Ahogado, Cantor de bagualas – El cantor de bagualas/ es un ala borracha y melancólica -, Cuatreros, Matacos, Cantoras de Tarija – En los labios de esas mujeres/ América era un ángel distraído,/ un campesino enamorado/ una tierra botando borbotones de pájaros -, El Mendigo, Hachero, Mineros – Ellos con su tanteo/ de roca en roca, ciegos,/ ellos limando aristas desoladas,/ ellos dolientes, purificados en su luz/ como en un sacrificio silencioso -, El Capataz, Carrero – Lento señor del obraje, / gritador y polvoriento,/ como una sombra se duerme/ sobre tu espalda el pañuelo – La

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