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Metodología


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2014  •  3.216 Palabras (13 Páginas)  •  203 Visitas

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La creación en la mitología griega

Para una mentalidad realista y racional como la helénica resultaba muy difícil la comprensión de la eternidad y del vocablo infinito; era más lógico pensar que todo había tenido un principio, incluso los dioses. Si acaso hay "algo" que, en la mayoría de los relatos mitológicos sobre la creación parece preexistente, es el Caos, abismo sin fondo, espacio abierto sumido en la oscuridad en donde andaban revueltos todos los elementos: el agua, la tierra, el fuego y el aire. Nada tenía en él forma fija y durable, todo estaba en constante movimiento con inevitables choques, los elementos congelados contra los abrasadores, los húmedos contra los secos, los blandos contra los duros y los pesados contra los ligeros. Es decir, el Caos es el Vacío primordial, pero concebido como un enorme recipiente para albergar elementos en forma desordenada. Caos es a la vez Nada y Algo, ¿materia y antimateria o en realidad un primer dios?

Según Hesíodo, en un principio sólo existía el Caos. Después emergió Gea (la tierra) de ancho pecho, morada perenne y segura de los seres vivientes, surgida del Tártaro tenebroso de las profundidades, y Eros (el Amor), el más bello de los dioses. Del Caos nada podía esperarse, hasta que de la acción de Eros, principio vital, salieron Érebo (las tinieblas), cuyos dominios se extendían por debajo de Gea en una vasta zona subterránea, y Nix (la oscuridad o la noche). Érebo y Nix tuvieron amoroso consorcio y originaron al Éter y Hemera (el Día), que personificaron respectivamente la luz celeste y terrestre.

Con la luz, Gea cobró personalidad, pero como no pudo unirse al vacío Caos, comenzó a engendrar sola y así mientras dormía surgió Urano (el Cielo Estrellado), un ser de igual extensión que ella, con el fin de que la cubriese toda y fuera una morada celestial segura y eterna para los dioses. También produjo las montañas, para albergue grato de las Ninfas, que escogieron para ello frondosos bosques.

Urano –(la pareja primigenia, el Cielo y la Tierra, es propia de muchas mitologías y se encuentra en lugares tan remotos como Nueva Zelanda, donde aparecen respectivamente como Rangi y Papa, y el relato sigue una línea semejante al de Hesíodo)- contempló tiernamente a su madre desde las elevadas cumbres y derramó una lluvia fértil sobre sus hendiduras secretas, naciendo así las hierbas, flores y árboles con los animales y las aves, que formaron como un cortejo para cada planta. La lluvia sobrante hizo que corrieran los ríos y al llenar de agua los lugares huecos se originaron así los lagos y los mares, todos ellos deificados con el nombre de Titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Iápeto, Crono; y Titánides: Temis, Rea, Tetis, Tea, Mnemósine y Febe; de ellos descendieron los demás dioses y hombres. Pero como si Urano y Gea quisieran demostrar que su poder estaba por encima de todo, crearon otros hijos de horrible aspecto: los tres Cíclopes primitivos, llamados Arges, Estéropes y Brontes, quienes tenían un solo ojo redondo en medio de la frente y representaban respectivamente el rayo, el relámpago y el trueno y eran inmortales (uno de los descendientes fue astutamente engañado por Ulises, tal como lo cuenta la Odisea), y muchos de éstos ya mortales fueron muertos por Apolo para vengar la violenta desaparición de Asclepio del mundo de los vivos (sus espíritus habitaban las cavernas del volcán Etna en Sicilia). Finalmente, engendraron a los Hecatonquires o Centimanos, tres hermanos con cincuenta cabezas y cien brazos cada uno que se llamaron Coto, Briareo y Giges.

Por su parte la Noche por sí sola había engendrado a Tánatos (la muerte), a Hipno (el sueño) y a otras divinidades como la Hespérides, celosas guardianas del atardecer cuando las tinieblas empiezan a ganar la batalla de la luz diurna, fenómeno que se repite cada día; las Moiras (Parcas), defensoras del orden cósmico, representadas como hilanderas que rigen con sus hilos los destinos de la vida; Némesis, la justicia divina, perseguidora de lo desmesurado y protectora del equilibrio.

El Mito Nórdico de la Creación

En el principio no existía cielo ni tierra, sólo una inmensa profundidad sin fondo envuelta en niebla -llamada Ginugagap. Mas en el centro de toda esta vastedad, existía una fuente llamada Mimir del que emanaban doce ríos formando lo que parecía los radios de una rueda. Estos ríos se iban congelando a medida que se alejaban de Mimir. Al sur de la niebla existía una región de luz de la que un día surgió una brisa caliente que empezó a fundir el hielo de los ríos. El contacto entre el aire templado y frío creó nubes, las cuales se congelaron y formaron a un gigante de hielo y escarcha llamado Ymir y a su vaca de nombre Audhumbla, de cuya leche se alimentaba Ymir. Mientras más fundido estaba el hielo, más sal había, la cual era lamida por Audhumbla para alimentarse. Estas lamidas fueron desenterrando del hielo a un hombre enterrado en el hielo. El primer día se descubrió su cabello, al segundo se pudo observar la cabeza y los hombros y en el tercero se desenterró por completo un hombre con facciones delicadas y poderosas. Él fue Buri, con una inteligencia superior a la de Ymir, convirtiéndose en dueño de lo poco que le rodeaba, es decir en el primer dios. De Buri apareció su hijo Bor. A su vez, se formó otro gigante de seis cabezas llamado Thrudgelmir, de quien surgió Bergelmir que emparejó con Ymir. De esta unión nacieron los malignos gigantes de hielo.

Buri y su hijo Bor comenzaron una lucha tremenda contra estos gigantes, una lucha que parecía no tener fin, pero en los albores de la desesperanza surgió la llama de una nueva alianza. Bor y la giganta Bestla -hija de Bothorn y descendiente de Ymir- tuvieron tres hijos que combinaban el poder de ambos combatientes: Odín, Vili y Ve. Estos tres dioses se aliaron a su progenitor y al progenitor de éste en la lucha contra los gigantes. Odín cambió uno de sus ojos por beber de Mimir, la fuente primordial, y así obtener la eterna sabiduría. Gracias a esto, Ymir fue vencido y su sangre ahogó a todos sus aliados, salvo a Bergelmir y una nueva esposa que huyeron.

Odín, Vili y Ve se hicieron con el gobierno de Ginugagap y tumbaron el cadáver de Ymir sobre el abismo, comenzando a crear un mundo habitable con sus restos mortales. Con su piel construyeron Midgard (Tierra Media), con sus huesos se formaron las montañas, de su vello surgió la vegetación, de sus dientes los acantilados, su sangre y sudor sirvió para el mar. A muchísima distancia de ellos, Bergelmir y su esposa crearon Jotun, la casa de los Gigantes, y engendraron una nueva raza de gigantes opositores. Odín separó las tinieblas

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