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Planificación participativa, una propuesta alternativa

amg236 de Julio de 2013

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2. La Planificación participativa, una propuesta alternativa

Garrido (2002) sostiene que se han ido impulsando diversas iniciativas de desarrollo local que advierten y tratan de superar el carácter excluyente y economicista de la planificación estratégica, y el fracaso de las políticas compensatorias para la resolución de los problemas que acarrea el modelo de desarrollo. Estas experiencias reconocen el proceso de globalización neoliberal en marcha, pero aspiran a modificar su orientación. Defienden que sus consecuencias exigen acciones sociales y políticas públicas que modifiquen la distribución de las rentas y del poder en las ciudades, concretando formas de participación directa y activa de la población en los asuntos públicos.

En general, se pueden agrupar como un conjunto de ideas y prácticas de desarrollo local, impulsadas por entidades públicas y sociales, que coinciden con la planificación estratégica en reconocer el papel de los gobiernos locales como sujetos activos del desarrollo local integral. Pero, a diferencia de aquella, la óptica de la competitividad según la lógica de los mercados se subordina al objetivo prioritario de conseguir que el capital sea redistribuido, y que se establezcan estrategias que generen proyectos y un sistema de participación que posibilite el control de la comunidad sobre el desarrollo. Se enfatiza la capacidad de planificar y gestionar por parte de la ciudadanía, y se procura la organización de los sectores excluidos como una fuerza social y económica estratégica.

Agrega Garrido que en este tipo de planificación se subraya el aspecto de extensión o profundización de la democracia, en términos políticos y económicos. Como elementos característicos se distinguen la construcción de espacios de participación popular en la gestión local, en el ejercicio de una ciudadanía activa y en el control sobre la Administración Pública, con la vista puesta en la construcción de una nueva cultura política y ecológica. Para ello, no se establece un modelo de desarrollo determinado y un sistema de representación pública concreto. Más bien se aplican metodologías que impulsan la implicación activa de los ciudadanos, el pacto entre actores que defienden intereses dispares, y la construcción colectiva del conocimiento, la planificación y la ejecución de lo acordado.

Para caracterizar la planificación participativa citamos a Rodríguez (2012) cuando sostiene que la planificación del desarrollo adquiere el carácter de participativa en la medida que es un proceso que implica:

a) La concreción de un espacio de diálogo y concertación para construir una visión compartida del desarrollo local.

b) La formulación de políticas públicas locales consensuadas y orientadas al desarrollo integral.

c) La promoción de la participación y del pleno ejercicio de ciudadanía, compartiéndose responsabilidades entre el conjunto de actores locales. d) El desarrollo de capacidades del Gobierno Local y de los diferentes actores locales para el diagnóstico y propuestas que lo hagan sostenible. e) La oportunidad para articularse a procesos de desarrollo regional y nacional a partir de aprovechar y gestionar las potencialidades locales, aportando a la construcción de una visión común de país.

Pero además agregamos que a partir de los débiles niveles de ciudadanía con la que contamos en el Perú, una administración local podrá ser considerada de carácter democrática y comprometida con un enfoque participativo de la planificación siempre que invierta esfuerzos en desarrollar una ciudadanía madura y una organización social fortalecida, sin estas bases difícilmente se pueden construir relaciones democráticas sostenibles y participación ciudadana consciente y activa.

En esta línea reflexiva recogemos la apreciación de Perales (2004) quien ha estudiado la democracia participativa en América Latina. Desde una postura crítica – con la que coincidimos – sostiene, que "la actual globalización no asegura este equilibrio[3]ni la capacitación ciudadana para la democracia: el ámbito territorial global tiene dificultades para vertebrar a la comunidad, no concita identidad; los canales participativos son débiles y aquello que hay que elegir resulta ser algo muy distante sin contornos definidos. En todo caso el impacto de la globalización es asimétrico: las sociedades de tradición democrática pueden soportar la dejación de competencias y grados de soberanía; pero las sociedades nacionalmente débiles, como son una buena parte de las latinoamericanas, quedarían a merced de fuerzas transnacionales cuya única conciencia es el mercado. Por otra parte la tutela de instituciones democráticas mundiales, actualmente débiles, no puede resolver este déficit de Estado en los países periféricos. De modo que la idealizada "aldea global" lo es tan sólo para elites, pero no para las mayorías del planeta".

Una planificación participativa será efectiva siempre que se desarrolle en el marco de una administración que apueste por la democracia participativa, de modo que no sólo es la actuación de la sociedad civil en la que debemos basar nuestras investigaciones y análisis sino también en el tipo de Estado que tenemos, en su cercanía o lejanía con la consolidación e institucionalización de la democracia, puesto que la reconstrucción de la institucionalización democrática requiere no sólo cambios en los sistemas políticos sino también en el Estado.

Iazzetta (2007) refleja esta vinculación en el título de su libro Democracias en busca de Estado. Indica que en los años ochenta hubo más una transformación del régimen político que del Estado, debido a que cuando se inician los procesos de transición democrática no fue posible encararla con otro Estado que el disponible. Recordemos que en el Perú el proceso de Reforma del Estado ha sido un tema esquivado por los últimos gobiernos post-Fujimori. El modelo neoliberal por el contrario, ha acentuado un debilitamiento del Estado hasta llegar a lo que Iazzetta sostiene como el "estado ausente" (2007:55).

Tener una visión clara de las singularidades de nuestros sistemas estatales y de nuestras democracias permite no caer en la tentación de asumir modelos "universales" que no se ajustan a nuestra realidad, a nuestras posibilidades. Para ello, recurrimos a Iazzetta (2007:61-65), quien reconstruye las relaciones entre Estado, democracia y ciudadanía a partir de tres ejes:

Ausencia del Estado: En América Latina la instauración de instituciones democráticas no estuvo precedida por la existencia de un aparato estatal con capacidad para garantizar los derechos subjetivos que aquellas presuponen. Nuestra región tuvo regímenes democráticos sin contar previamente con estados de derechos capaces de garantizar de manera efectiva la igualdad ante la ley. La omisión de este aspecto constituye una de las principales lagunas de la teoría democrática predominante, pues da por sentada la existencia del estado moderno cuando en rigor, gran parte del mundo actual carece de algo que se parezca a ese estado. Es necesario introducir al estado en nuestras reflexiones sobre la democracia y la ciudadanía pues resulta imposible explicar la escasa efectividad de esta última sin considerar la ausencia de un estado capaz de garantizarla. Si bien no es posible pensar a la ciudadanía fuera de la democracia, la sola existencia de ésta no basta para tornarla efectiva: requiere un estado viable que asegure su ejercicio.

Ciudadanía sin ciudadanos: Aunque existió un temprano reconocimiento de ciertos derechos por parte del estado, ello no vino acompañado de un proceso social de apropiación de los mismos, por parte de los ciudadanos, tal como se dio en los países de desarrollo originario. La ciudadanía exige instituciones y mediaciones y se constituye en espacios sociales de lucha que pujan permanentemente por inscribir nuevos derechos y tornarlos efectivos. No se trata de minimizar las luchas por la expansión de la ciudadanía - que sin dudas protagonizaron nuestras sociedades -, sin embargo no es posible ignorar que en ellas, la ciudadanía no representa una adquisición de derechos frente al estado sino por el contrario, ha sido construido en buena medida por el estado. El hecho de que la ciudadanía no emane de las demandas de la sociedad civil, revela una debilidad de origen que se puso tempranamente en evidencia en nuestra historia política.

Las secuencias de los derechos ciudadanos: Las secuencias que atravesó la construcción de la ciudadanía, difieren del carácter lineal y acumulativo que se atribuye a las "democracias fundadoras". Por el contrario, la ciudadanía en la región no sólo resultó parcial y trunca por la ausencia de efectividad y universalidad en el goce de tales derechos, sino también por estar sometidas

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