RECONSTRUIR AL CIUDADANO EN UNA NUEVA CULTURA POLITICA DEMOCRATICA
fcida7819 de Mayo de 2013
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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE SINALOA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
Curso de Diplomado: Formación de Investigadores Junior
Profesor: DR. ROBINSON SALAZAR
Carrera: Lic. En Sociología
Grupo 3-1
RECONSTRUIR AL CIUDADANO EN UNA NUEVA CULTURA POLITICA DEMOCRATICA
Este trabajo final es producto del curso del Diplomado en Formación de Investigadores Junior, impartido por el Dr. Robinson Salazar; en nuestra Universidad (UAS), cuyo objetivo principal fue: aprender a seleccionar un campo temático, armar banco de datos y redactar en forma básica documentos de trabajo, alimentando nuestra base de datos con artículos especializados que son clave en el objeto de estudio; conceptos matriciales, conceptos derivadores y vinculadores, en el cual nos desarrollaremos en la acción investigativa, vinculando en el mismo, conceptos estudiados durante la carrera de sociología en nuestra universidad.
Con este trabajo escrito en primer lugar, pretendo problematizar el concepto de ciudadanía, para después analizar la propuesta de que la educación democrática y la cultura política son conceptos que se tienen que replantear, acorde a nuestro tiempo para poder construir un ciudadano participativo que reincida, influya y construya verdaderos gobiernos democráticos, educándolos como personas que van a tener en sus manos el destino de nuestra comunidad, como si de los que cualquiera que estamos aquí dependiera nuestro destino, y nunca dejar de ver y estar atentos a los acontecimientos de nuestra realidad mexicana.
El concepto de ciudadanía como proceso de construcción social y como eje del desarrollo, ha vuelto a ocupar en los últimos años un lugar central en los debates teóricos y en las estrategias concretas de acción de los procesos de democratización en esta era de la globalización y en la actualidad este fenómeno tiene un elemento adicional y significativamente distintivo, los sistemas de información y las nuevas tecnologías en la comunicación y la computación, le dan evidentemente un sesgo diferente, innovador y retador para la sociedad que se encuentra en el proceso de consolidación de su democracia.
La concepción clásica corresponde a Thomas Herbert Marshall (1950) que imaginaba la ciudadanía como un conjunto de derechos sociales, civiles y políticos, que determina el sentido de pertenencia a la comunidad nacional y favorece la participación en la vida social, concepto clásico en donde nuestra nación fue construida sobre la idea de que debía existir una cultura común, una identidad común, una lengua común y condiciones de vida común; pero hoy nos encontramos con esa fractura de idea y hablar de una nueva ciudadanía en un momento y en una sociedad que se va convirtiendo en global, donde no solamente es hablar de quien vota y donde vota sino también considerar el proceso de la globalización, como producto de la quiebra interna de nuestra comunidad, que demanda el reconocimiento de esa diversidad cultural y territorial provocada por efecto de la globalización.
Las sociedades antiguas eran sociedades donde existía una simetría entre las experiencias y las expectativas; el que nacía pobre moría pobre; quien nacía analfabeto moría analfabeto, es decir; hemos crecido en un contexto de Estados Nacionales, donde el ciudadano ha vivido en comunidades locales donde construían, vivían y consumían lo que producían y producían lo que consumían y esa vida que trascurría en nuestras comunidades de repente se ve absolutamente interrumpida, por movimientos de nuevo culturales que rompieron las condiciones económicas en que vivíamos anteriormente.
Hoy en esta sociedad moderna; se ha intentado recrear esta discrepancia: quien nace pobre puede morir rico; quien nace iletrado puede morir como padre de un médico, un abogado o un científico. Esa posibilidad de que las expectativas sobrepasen las experiencias es fundamental para la interpretación del mundo, y para llamar esa discrepancia es necesario utilizar diferentes palabras, progreso, desarrollo, modernización, cohesión social, reformismo, cultura política democrática, educación, donde la sociedad se encuentra con una tendencia y una diversidad ante todo cultural donde existen numerosos flujos migratorios cada vez más fuertes y por lo tanto esas fuerzas económicas que se nos imponen, producen consecuencias que no queremos y están por encima de los poderes locales, que no saben como gobernar como antes se gobernaba en el ámbito local.
Con la globalización y la apertura de los mercados, la sociedad mexicana entró a la fase de producir nuevos ciudadanos, para adaptarlos a los procesos de cambio que vive nuestro país, ciudadanos para la participación política y social, sujetos políticos formados desde una ética ciudadana, con capacidades para la intervención social que requieren del convencimiento de que podemos modificar nuestro mundo, construyendo una nueva cultura democrática, alternativa, popular y revolucionaria, mediante procesos educativos diversos para formar y construir una cultura democrática de verdadero respeto a las diferencias, de reconocimiento del pluralismo; para avanzar a una ciudadanía plena, entendiendo a esta como la vigencia real de los derechos humanos, que otorgan contenido veraz a la democracia, de personas que superen la lógica del favor-lealtad y se instale en los derechos y deberes que permita la reconstrucción de los sujetos a través del diálogo, la escucha, para así poder contribuir a la reconstrucción de la vida pública y política de los ciudadanos educando en el derecho a tener derechos y la obligación de cumplir deberes, para hacer que la polis funcione.
Entramos a competir, surgen nuevos problemas, nuevas expectativas, nuevos intereses y nuevas luchas, nuevos comportamientos en los patrones de conducta del ciudadano, en la forma de comunicarnos, en los nuevos espacios colectivos, públicos y privados, donde la política, la gobernabilidad, los servicios, la educación, la religión, la salud, el comercio, la cultura, el entretenimiento, los deportes, la fantasía, el amor, el ocio, la sexualidad, la imaginación, han modificado nuestro entorno social; es decir debemos educar al ciudadano en la riqueza de la diversidad, pero también en educar para que el ciudadano sepa que lo importante es lo que tenemos en común, que lo que verdaderamente hace avanzar al mundo, que estamos capacitados para comprendernos, para comunicarnos y que todo nuestro esfuerzo debe ir en esa dirección.
Touraine (1992) identifica la ciudadanía con la conciencia de pertenecer a la sociedad y con la capacidad del individuo de sentirse responsable del buen funcionamiento de las instituciones, en simetría con la obligación de las instituciones de respetar los derechos de hombres y mujeres.
En una vida social que se asume desde la multiplicidad, la diversidad, el conflicto, el disenso, etc. donde lo que se observa es una sociedad que excluye de las posibilidades de realización personal y colectiva, ante la falta de oportunidades y apoyo al verdadero ciudadano que se gesta en el desgaste y el cansancio manifestado, aunado a las múltiples carencias y demandas sociales de la ciudadanía, pide una respuesta ante el deterioro progresivo de las condiciones de vida, se hace más profunda y apremiante la exigencia de esa democracia directa y participativa, y ante dicha situación se reclama una "repolitización" de la política, donde el primer imperativo sea la reconstrucción de un nuevo ciudadano que reincida, influya y construya verdaderos gobiernos democráticos, donde exista un auténtico Estado de Derecho centrado en la igualación de las oportunidades, en el aumento de las capacidades colectivas e individuales construida en la lógica integrada y no segmentada de la ciudadanía y los derechos humanos, que garantice la participación de todos para construir sociedades con ciudadanos maduros, críticos, conscientes del desarrollo de sus capacidades para la intervención social donde se requiere del convencimiento de la ciudadanía para hacer posible una sociedad funcional bien estructurada y organizada guiada por los valores éticos de igualdad, libertad, justicia, tolerancia y respeto a la diversidad.
La ciudadanía debe comprender, que la democracia no está en las urnas sino en la conducta del ciudadano, y para ello es necesario una participación directa de los ciudadanos en las tareas políticas de la sociedad y en la vida cotidiana. Es distinguir entre: una ciudadanía liberal; democrática y social; o civil, política y social; reconociendo esos tres tipos de derechos con el que cuenta el ciudadano: políticos, sociales, democráticos y liberales; o es el problema de la ciudadanía civil; la ciudadanía política; y la ciudadanía social.
Discutiendo la definición y concepción donde Aristóteles en su Política decía; “bueno formar ciudadanos es formar gobernantes”, porque en una democracia todos gobernamos de ahí que considero a la educación como una de las razones fundamentales para reconstruir una nueva ciudadanía y por consiguiente a ser educados como personas en que van a tener en sus manos el destino de la comunidad junto con las demás y que tenemos que pensar que la educación democrática es tan importante como bien señala Savater, como si de los que cualquiera que están aquí dependiera nuestro destino, porque son ustedes los que van a mandar, a tomar decisiones y por consiguiente vamos a estar en sus manos.
Manuel A. Garretón, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2007, señala que la política en el mundo de hoy y en todas partes resuelve menos problemas que
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