Racismo y xenofobia. Racismo biológico: la interpretación jerárquica de la humanidad
anali_2827 de Abril de 2014
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Qué es el racismo?
El racismo es una forma de discriminación centrada en diferencias biológicas, reales o imaginarias, que se hacen extensivas a signos o indicadores culturales o religiosos. Constituye una ideología que apeló a la biología para establecer relaciones jerarquizadas de desigualdad entre grupos humanos.
Algunos autores han señalado que hay múltiples formas en que el racismo es manifestado y reconocido como tal y, por ese motivo, es que se podría hablar de muchos “racismos” en plural (Segato, 2006). Sin embargo, podemos distinguir de manera general, a un único fenómeno histórico surgido en el seno de la sociedad occidental y expandido al resto del mundo como ideología (Zaffaroni, 1997; Taguieff, 1998).
Como corriente de pensamiento, el racismo surgió en Occidente y tiene aproximadamente doscientos años desde su conformación, de ahí que se lo defina comúnmente como fenómeno de la modernidad.
Entendemos, por tanto, al racismo como un fenómeno fundamentalmente social y moderno, como un conjunto de ideologías, pre-conceptos, estereotipos y prejuicios que tienden a segmentar al conjunto humano en supuestos grupos que tendrían características comunes entre sí (y jerarquizables entre los distintos grupos), cuya explicación radicaría en una supuesta herencia genética. (INADI, 2005: 37)
Podemos incluso agudizar la definición y afirmar que el racismo moderno tiene una fuerte impronta europeísta, siendo que Europa occidental le dio origen en un contexto de expansionismo capitalista.
Aunque existen otros tipos de racismo en otras muchas partes del mundo, la forma de racismo más corriente e históricamente devastadora ha sido el racismo europeo contra los pueblos no europeos. (Van Dijk, 2007)
Comprendemos entonces a las distintas expresiones de racismo en nuestro país como resultado de la globalización e importación de paradigmas y valores racistas propios de la cultura occidental hegemónica impartida históricamente desde Europa.
Como fue mencionado en la introducción, podemos descomponer al racismo en diferentes dimensiones. La primera dimensión refiere a los mecanismos mentales que implican los prejuicios y estereotipos propios de la discriminación expuestos más arriba. En cuanto a los sentimientos, mencionamos especialmente la sensación de rechazo, miedo y amenaza, incluso odio 1. Otra dimensión es la de las actitudes racistas, entre las cuales señalamos como características a la intolerancia y la estigmatización (otro tipo de actitudes pueden ser de tipo opinión o creencia). Asimismo, las actitudes se ven plasmadas en el nivel de las prácticas discriminatorias, las cuales van desde el discurso, la indiferencia, los insultos, hasta las golpizas y matanzas.
Racismo y xenofobia
Es de suma relevancia hacer una precisión conceptual de la relación entre los términos “racismo” y “xenofobia”.
Muchos autores ubican, implícita o explícitamente, a la xenofobia como una forma de racismo (Wievorka, 1994; Zaffaroni, 1997; Van Dijk, 2007; Payne, 2008; Javaloy, 1994, entre otros) 2
La xenofobia, es decir, el desprecio, odio o rechazo hacia personas migrantes provenientes de otras naciones, no es indiferente ante los sujetos sobre los que se ejerce: no es con cualquier población migrante que se despiertan las olas de odio o desprecio social. Más bien, hay ciertos grupos de migrantes sobre quienes recae el rechazo y, justamente, esos grupos están marcados por el racismo de alguna manera (ya sea por rasgos físicos, o culturales, como la lengua o la religión).
En este sentido, vemos que la xenofobia comparte los mecanismos discriminatorios que caracterizan al racismo: las características socioculturales a partir de rasgos físicos y culturales sobre los que se construyen los prejuicios que crean el miedo y la sensación de amenaza, particularmente en el caso de la xenofobia. Por todo lo antedicho es que consideramos que, si bien se trata de conceptos diferentes, la xenofobia no puede ser entendida de manera acabada sin ser pensada junto al racismo.
A continuación veremos cómo el concepto de racismo ha ido evolucionando en relación con su significado. Previo a ello, consideramos importante caracterizar el discurso racista propiamente dicho, para luego abordarlo en su historicidad y diversas manifestaciones.
Racismo biológico: la interpretación jerárquica de la humanidad
Como antecedente al racismo propiamente dicho, mencionamos al sistema esclavista impulsado desde Europa (principalmente, portugueses, holandeses e ingleses) durante los siglos XV a XIX que apeló al secuestro, traslado y explotación compulsiva de personas africanas que fueron tratadas como instrumentos de comercio. La mercantilización de los cuerpos, expresada en el sometimiento extremo de mano de obra esclava africana e indígena, es un antecedente representativo del paradigma de progreso que instituyó la asociación del color oscuro de la piel (el imaginario de “raza negra”) con lo negativo y al color claro de la piel (el imaginario de “raza blanca”) con lo positivo, delineando estructuras de poder.
La diferenciación de la humanidad en supuestas “razas humanas” se remonta al siglo XVIII con las primeras clasificaciones exhaustivas del mundo. Carlos Linneo, un botánico y zoólogo iluminista, estableció las primeras taxonomías sistemáticas del reino vegetal y animal, y brindó las primeras clasificaciones de grupos humanos con características culturalmente vagas al día de hoy (figuraban “el hombre con cola”, “el sátiro” y “el troglodita”, por dar algunos ejemplos). Luego, surgirían las clasificaciones según pertenencias geográficas asociadas a características de personalidad. En la misma época, el conde de Buffón fue el primero en hablar de “razas” humanas y fueron “explicadas” según el clima al que estaba referenciado cada grupo. Podemos afirmar que el racismo se encontraba latente en estas ideas.
El siglo XIX trajo consigo el auge del paradigma del evolucionismo cultural. Tomando la idea de “progreso” vigente desde la ilustración, el evolucionismo cultural fue el ordenamiento de las sociedades humanas existentes en “estadios” supuestos de la humanidad, caracterizados según el grado de desarrollo tecnológico. De esta manera, los estadios donde ubicar a cada sociedad estuvieron determinados por la mayor o menor presencia de la dimensión naturaleza o cultura en su desarrollo social, lo que diagnosticaba el grado de progreso en el que se encontraba (referenciada en el desarrollo tecnológico).
Si pensamos en una línea imaginaria cuya flecha apunta hacia un extremo, el punto de partida, valorado negativamente, correspondería a un estado primario de naturaleza, y el punto de llegada, valorado positivamente, sería un estado de máxima cultura. El “progreso” estaría expresado en esa flecha que se aleja de la naturaleza y avanza en pos de alcanzar mayor “perfección” cultural.
Esta idea, bajo un criterio de desarrollismo tecnológico y cultural ordenaba la evolución, y estaba signada por un movimiento unidireccionado hacia un solo destino evolutivo: el modelo de sociedad europea occidental como máximo ideal a alcanzar. Los pueblos no occidentales, como los pueblos indígenas y africanos, el pueblo árabe o el gitano, entre otros, fueron vistos como rudimentarios, cercanos a la “naturaleza”.
Así, fueron clasificados como “bárbaros” o “salvajes” los más lejanos a la propuesta de progreso europea, pueblos que por ello estaban supuestamente más cercanos a la naturaleza, asociada a la animalidad, la irracionalidad y la inmadurez, lo que justificaba por su parte, comportamientos paternalistas de conquista por parte de Europa en nombre de “la civilización”.
Aunque la idea de evolución ya reinaba en las teorías sociales de la época, el pasaje hacia la racialización fue posible por el triunfo del paradigma darwiniano sobre la evolución de las especies, donde una de las claves es la herencia biológica que opera como transmisor de lo que la selección natural favorece.
De esta forma, el paradigma darwiniano interpretado con el sesgo ideológico dominante fue extrapolado a lo social y vino a reforzar este racismo agazapado desde la Ilustración en la idea de progreso de las sociedades, ahora definitivamente en términos de evolución, biologizando los discursos.
Fue así que a partir del evolucionismo cultural se definió la idea de diferenciación racial por causa biológica, según la cual, a través de la herencia basada en la sangre como metáfora de la herencia genética, se transmitían las aptitudes culturales de cada grupo.
Resumiendo: en el siglo XIX el paradigma del evolucionismo cultural vino a asentar estas clasificaciones que dieron lugar a un ordenamiento de las sociedades en una línea de evolución cultural. A una diferenciación grupal –que no era otra cosa que una diferenciación cultural eurocentrada 4– se le asociaron características físicas, donde el contraste radical fue “lo blanco” europeo “civilizado” frente a “lo negro” africano “salvaje”.
Así, el evolucionismo cultural sirvió de trasfondo para la ideología de las “razas” humanas: diferencias físicas y sociales aparentemente transmitidas por herencia biológica, destacándose el color de la piel como principal rasgo clasificador. En un contexto claro de formación de los Estados-nación, y por consiguiente de construcción de discursos nacionalistas asociados al expansionismo capitalista europeo, el debate sobre las razas humanas cobró centralidad, dando lugar a clasificaciones jerárquicas queprincipalmente avalaban la superioridad de “la raza blanca” representada por Europa.
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