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SEMIOLOGÍA CLÍNICA DE LA RESTAURACIÓN MONUMENTAL


Enviado por   •  1 de Mayo de 2012  •  1.353 Palabras (6 Páginas)  •  555 Visitas

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La SEMIOLOGÍA es una ciencia que se encarga del estudio de los signos en la vida social. El término suele utilizarse como sinónimo de semiótica, aunque los especialistas realizan algunas distinciones entre ambos.

Puede decirse que la semiología se encarga de todos los estudios relacionados al análisis de los signos, tanto lingüísticos (vinculados a la semántica y la escritura) como semióticos (signos humanos y de la naturaleza).

El suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913) fue uno de los principales teóricos del signo lingüístico, al definirlo como la asociación más importante en la comunicación humana. Para Saussure, el signo está formado por un significante (una imagen acústica) y un significado (la idea principal que tenemos en mente respecto a cualquier palabra).

El estadounidense Charles Peirce (1839-1914), por su parte, definió al signo como una entidad de tres caras, con un significante (el soporte material), un significado (la imagen mental) y un referente (el objeto real o imaginario al cual hace alusión el signo).

La semiología señala que el signo lingüístico tiene cuatro características fundamentales, que son la arbitrariedad, la linealidad, la inmutabilidad y la mutabilidad.

Entre las ramas de la semiología, se encuentran la semiología clínica (en medicina, el estudio de los signos a través de los cuales se manifiesta una enfermedad), la zoosemiótica (el intercambio de señales entre animales), la semiótica cultural (el estudio de los sistemas de significación creados por una cultura) y la semiótica estética (el estudio de los niveles de lectura de obras de arte de diversas técnicas o disciplinas).

Ante los nuevos retos y condicionantes que se plantean a la disciplina de la conservación-restauración del Patrimonio Cultural, resulta necesario hacer hincapié en algunas intervenciones sobre el patrimonio arquitectónico que en la actualidad se encuentran alejadas de las normas, preceptos y directrices de la legislación y normas vigentes, tanto nacionales como internacionales. Repristinaciones, hiperintervenciones y una expresión estético-arquitectónica que fagocita los valores patrimoniales, dan como resultado, falsos históricos y estéticos que impiden reconocer las características originales de nuestros monumentos e identificarlos como elementos que pertenecen al pasado.

El patrimonio arquitectónico, formado no sólo por el monumento sino por la noción más compleja de conjunto histórico, es “un capital espiritual, cultural, económico y social con valores irremplazables”. Su pérdida supondría la privación de una parte de la conciencia colectiva. Asimismo, todos los bienes culturales son únicos e irrepetibles, y, por tanto, es necesario asumir este carácter singular para que su conservación sea compatible con su uso.

A pesar de la presencia de las Cartas y Documentos internacionales y de las normativas de rango legal, es continuo observar cómo el producto de los trabajos de restauración en el patrimonio inmueble pasa por intervenciones inadecuadas que ignoran la dualidad obra de arte-documento y la conciliación de la instancia histórica y la estética.

Como secuela de esta indolencia aparecen subproductos culturales como simulacro de patrimonio arquitectónico pero despojado de todos los valores rememorativos, descrito por Aloïs Riegl , que reflejan el reconocimiento del monumento como algo que pertenece al pasado. El quebranto de estos valores nos muestra una arquitectura “parahistórica”: unos valores edilicios al margen de la Historia o en contra de la misma.

Tras el pinchazo del boom inmobiliario de las últimas décadas, algunas empresas constructoras han buscado nuevos nichos de mercado “rehabilitando” y “restaurando” nuestro patrimonio arquitectónico. Pero esta mentalidad empresarial se encuentra distanciada de los criterios actuales de intervención y es insensible a los valores intangibles de los edificios históricos. El efecto: la invención de una falsa historiografía estetizante.

En este sentido, se observa la falta de adecuación de la Restauración a las implicaciones temporales sobre la obra de arte, que ya Cesare Brandi analizó e identificó en tres momentos :

Un “primer tiempo”, como duración del proceso creativo, es decir, desde que el autor empieza la obra hasta que la termina.

Un “segundo tiempo”, como intervalo entre la finalización de la obra y la irrupción en la conciencia del espectador como obra de arte.

Un “tercer tiempo”, que coincide con ese instante de la penetración de la obra de arte en la conciencia humana.

Es evidente que la

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