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Salario Minimo

paketona11 de Mayo de 2014

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si debe haber un salario mínimo obligatorio o no. La pruebas económicas más recientes y el giro de los acontecimientos políticos parecen indicar que sí. Los principios éticos sobre este punto, sin embargo, son muy claros: todo trabajador tiene derecho a un salario con el cual pueda ganarse la vida, y se viola la justicia social si ese salario no se paga. Al combinar los argumentos éticos y económicos se crean argumentos muy sólidos a favor del salario mínimo obligatorio.

El problema

Uno de los debates más apasionados en los círculos económicos es el del salario mínimo obligatorio. Sus críticos inevitablemente señalan las leyes de la oferta y la demanda y afirman que tan pronto como se aumente el precio del trabajo por encima del equilibrio, se obtiene una escasez de labor contratable, lo cual daña a la economía en general al incrementar el desempleo, e individualmente a los obreros al privarlos de trabajos. Arguyen que un trabajo mal pagado es mejor que no tener ninguno, y que, frecuentemente, un trabajo de calidad inferior es un peldaño en el camino a uno mejor pagado en el futuro.

Por otro lado, los que abogan por el sueldo mínimo obligatorio señalan su aspecto humanitario: sin un mínimo en la paga, muchos obreros no serían capaces de adquirir las cosas de primera necesidad con la miseria que recibirían. Los defensores del salario mínimo creen que cuanto mejor estén pagados los trabajadores, tanto mejor estará la economía en general. Ellos, por supuesto, están conscientes de que como hay solo una cantidad limitada de bienes y servicios disponibles en cualquier economía, se necesita algo de redistribución de las riquezas para financiar el salario mínimo.

La enseñanza católica sobre el salario de subsistencia

Las enseñanzas de la Iglesia católica romana son muy claras en lo referente a la necesidad de un salario de subsistencia para el trabajador. Hace más de un siglo, el papa León XIII (1891) dijo en su trascendental carta encíclica Sobre la condición del obrero:

Aceptando, entonces, que el obrero y el patrono realicen convenios libres y, en particular, acepten la cantidad del salario; no obstante, existe un dictado de la naturaleza más imperioso y más antiguo que cualquier trato entre hombres, a saber, que la remuneración debe ser suficiente para sustentar al obrero en una comodidad razonable y frugal. Si por necesidad o por miedo de un mal mayor, el trabajador acepta pactos más difíciles e incondicionales del patrono o el empresario, el mismo es víctima de coerción e injusticia (p. 21-22).

En el cuadragésimo aniversario de la declaración de León XIII, la carta encíclica del papa Pío XI sobre La restauración del orden social (1931) dice de manera similar:

El salario pagado a un obrero debe ser suficiente para su propio sustento y para el de su familia. [...] las madres han de dedicarse, sobre todo, al hogar y a las cosas relacionadas con el mismo; pero es intolerable abuso que las madres de familia, por la insuficiencia del salario del padre, sean forzadas a ocuparse en labores remuneradas a expensas de los quehaceres domésticos y propios, en particular la educación de sus hijos. A esto debemos oponernos con todas nuestras fuerzas. Debe hacerse todo lo posible para que los padres de familias reciban un salario que satisfaga las ordinarias necesidades domésticas. Si las condiciones presentes de la sociedad no siempre posibilitan esto, la justicia social exige que se introduzcan cuanto antes reformas que garanticen a todo trabajador adulto tal salario (pp. 144-145).

Entonces, es cuestión de sentido moral, y de justicia en específico, que el trabajador reciba un salario vital. León XIII continúa explicando: “La preservación de la vida es deber de todos y cada uno, y no cumplir con él es un crimen. Se sigue que cada uno tiene derecho a procurarse los medios para vivir; y los pobres no pueden procurarlos más que con trabajo y salario” (p. 21).

En otras palabras, puesto que las personas tienen derecho a la vida, tienen asimismo el derecho a esas necesidades que posibilitan la vida; y esto lo logra un salario vital, el salario inadecuado no. Aun cuando las enseñanzas de los papas se concentran en el salario de subsistencia que necesita el padre de familia como sostén de ella, puede verse sin mucha dificultad que los mismos principios valen tanto para los padres solteros que sustentan una familia como para los solteros: todos necesitan un salario de subsistencia para ganarse la vida y para mantener a cualquier dependiente.

Pío XI señaló que para que un pago sea justo, no debe calcularse partiendo de una sola base, sino de varias, entre ellas los aspectos individuales y sociales del trabajo (p. 144). Según esta enseñanza papal, el patrono que remunera al obrero basándose estrictamente en el rendimiento económico viola la justicia, al menos en los casos en que al trabajador se le paga menos del sueldo vital. Debe recordarse — indicó el papa — que el rendimiento del trabajador es reflexión de la personalidad (aspecto individual) y también es el medio de vida o el sustento (aspecto social). Estas consideraciones son necesarias para determinar la paga.

Habrá acatólicos que no vean valor alguno en estas enseñanzas papales; empero, debe hacerse hincapié en que León XIII y Pío XI no enuncian aquí conceptos excepcionalmente católicos; más bien, expresan la ley natural, y ella es válida para todas las gentes de todos los tiempos. Ellos insisten en la dignidad del individuo y llaman a todos los empresarios a que traten a sus empleados con la justicia, imparcialidad y compasión que merecen. Los papas sostienen que es una violación de la dignidad de los obreros verlos solo desde el punto de vista económico, por ejemplo, como la capacidad productiva de una máquina. ¡Es intolerable que los trabajadores humanos, los cuales tienen valor inherente como seres racionales y una felicidad eterna a ganar, sean considerados como mera inversión al igual que la máquina!

Los criterios para calcular el salario vital

Los criterios para el salario de subsistencia varían considerablemente de país a país y dependen de la calidad de vida imperante. En los Estados Unidos de Norteamérica, eso significa que la familia vive en comodidad moderada, con alimento, vestimenta, albergue y asistencia médica suficientes, así como algo de ahorro y algunas posibilidades de seguro. Una forma reconocida de definir el salario de subsistencia es determinando lo necesario para mantener un hogar por encima del umbral de la indigencia. Según el índice de pobreza del gobierno norteamericano, las familias de tres o más personas gastan aproximadamente un tercio de su ingreso en comida; por consiguiente, su nivel de pobreza sería dicho plan económico de alimentos multiplicado por tres (Levitan, p. 1). Prescindiendo de las fallas de esta medida particular de la pobreza — por ejemplo, hoy los gastos en alimento tienden a ser solo un sexto del presupuesto (ibid., p. 2) — este “patrón” oficial sigue siendo útil para determinar lo que el trabajador típico necesita para sustentarse. Una vez determinado y hecho obligatorio el salario mínimo, la declaración de impuestos y el crédito por ingreso del trabajo ayudarían a ajustar el ingreso necesario de los hogares individuales.

El salario mínimo relacionado con la economía

Tanto León XIII como Pío XI señalaron que el bienestar general de un país depende de una mano de obra bien pagada. Si bien algunos economistas podrán no estar de acuerdo con este punto de vista, es razonable creer que cuantos menos pobres haya, mejor estará el país en general. Estos dos papas no pidieron específicamente un salario mínimo impuesto por el gobierno, sino que simplemente declararon que serían necesarios cambios en la estructura social para asegurar el salario de subsistencia a los trabajadores. Si todos los patronos pagaran un sueldo que superara el valor del trabajo del obrero, no se necesitarían medidas sociales o legislaciones civiles. En efecto, esto sería una situación ideal. Sin embargo, siendo como es la naturaleza humana, muchos patronos pagarán la menor cantidad salarial posible. A causa de la triste historia de las fábricas explotadoras de obreros, que aún hoy persisten en muchos países subdesarrollados, los gobiernos deben tomar medidas para imponer el salario mínimo cuando no existen gremios lo suficientemente fuertes para forzar a los patronos a pagar un salario vital.

Aunque los Estados Unidos no carece de un salario mínimo obligatorio, sucede otro tipo de injusticia: el rebajamiento drástico del personal asalariado de empresas al mismo tiempo que los sueldos de ejecutivos suben vertiginosamente. En este último caso, así como en el anterior (la negativa a pagar el salario vital), se viola la justicia social, esto es, aquella justicia que se “refiere a la organización de la sociedad de tal manera que el bien común, al cual se espera que todos contribuyan en proporción a su capacidad y oportunidad, esté disponible a todos los miembros para su uso y disfrute” (Fagothey, p. 179).

Históricamente, Estados Unidos tomó el imperativo moral de legislar un salario mínimo en 1938 con la promulgación de la ley de Normas razonables de Trabajo. Inicialmente, establecía un salario mínimo nacional de 25 centavos por hora, pero fue aumentado periódicamente por el Congreso para compensar los efectos de la inflación. Aquí no se discute si aquello fue un salario vital o no. El principio, sin embargo, es que el gobierno norteamericano hizo lo que debió de haber hecho, es decir, garantizar un mínimo en la paga para beneficio del trabajador.

Argumentos contra el salario mínimo obligatorio

Los opositores del salario mínimo lo ven

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