Sistema Educativo
vicfran7 de Octubre de 2013
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Panel sobre El Pensamiento Educativo en la Revolución Bolivariana
Este evento mundial de Solidaridad con la Revolución Bolivariana, encuentra al sector universitario en un debate abierto en cuanto a tres aspectos fundamentales. En primer lugar, la relación equidad/calidad; en segundo lugar, la pertinencia social de sus egresados y, como consecuencia de ambos, un tercer aspecto sobre la contribución de la comunidad universitaria en la construcción de saberes que permitan la solución de los problemas más sentidos de nuestra sociedad. Y debajo de éste, queriendo pasar desapercibido, está la discusión sobre el carácter mercantilista de la educación superior en Venezuela. Por supuesto, la condición política e ideológica del debate, obliga a una confrontación profunda, no solamente con los sectores de derecha, sino incluso con los reformistas que durante muchos años han querido construir la universidad ideal, a partir de las viejas estructuras y concepciones neoliberales.
Más allá del debate, las cifras ofrecidas por el Ministerio de Educación y Deportes que señalan que de cada 100 personas que nacen en nuestro país, sólo 5 terminan la secundaria, nos ilustra dramáticamente la gravedad de la exclusión social pre-existente para ingresar en las universidades. Sin embargo, los recientes cambios generados en la Educación Superior en Venezuela, en especial el impulso de la Universalización de este nivel educativo, expresada en la Misión Sucre, y la creación de una universidad de Estado en el año 2003 como es la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), han permitido iniciar, con fuerza, un proceso real de inclusión social a nivel universitario, hasta ahora considerada sólo para élites sociales. De esta manera, se pretende avanzar en una ruptura definitiva del acaparamiento del poder del conocimiento en unos pocos y el consecuente crecimiento acelerado de la pobreza. El empoderamiento del conocimiento por parte del pueblo para la democratización del saber debe ser la meta de una nación que se dispone a derrotar el peor mal de la sociedad del siglo XXI: el hambre y la miseria.
Es así como la UBV rompe con el esquema del campus universitario concentrado en las principales ciudades y aislado de la realidad, por una visión de universidad con cobertura nacional que integre el trabajo comunitario y socioproductivo con la formación académica. La Universidad de esta manera se integra a las comunidades con el propósito de contribuir con el desarrollo equitativo del país, al colocar el conocimiento científico, tecnológico y humanístico de las distintas disciplinas al servicio de las poblaciones más deprimidas socio-económicamente. Todo ello con el fin de impulsar un diálogo permanente con los saberes del pueblo, de su experiencia, de su reserva moral y de su cultura. Esta situación obliga a inventar y crear organizaciones que permitan atender la dispersión de la demanda con calidad, pertinencia social y con garantía del trabajo colectivo.
Las comunidades no tienen que ir a la universidad; a esos grandes campus universitarios donde se reproducen las relaciones de dominación capitalista, y se representa la realidad en laboratorios, talleres y escenarios artificiales, donde los estudiantes deben simular situaciones antes de lanzarse al mundo laboral, sin garantía de pertinencia social. Es así como el estudiante egresa de la universidad para entrar a competir en el llamado mercado de trabajo y convertir su fuerza de trabajo y sus saberes en mercancía. Tampoco la universidad, para romper su aislamiento y poca pertinencia social, tiene que ir a las comunidades a impartir sus conocimientos, a ofrecer los saberes encerrados hasta ahora en bibliotecas y enciclopedias humanas. Aunque parezca generosa, no deja de ser una respuesta reformista a su ineficiencia en la solución de problemas concretos. La universidad está integrada a la comunidad, es parte de ella, o no es una universidad revolucionaria.
Toda la comunidad y en especial los estudiantes de una universidad revolucionaria deben adquirir competencias integrales para la transformación social durante su proceso de formación; lo que significa en la práctica, incidir en el cambio de modelo socioeconómico del país, donde el poder del conocimiento y la construcción política de saberes esté en el pueblo, radique en él, como única manera de elevar la calidad de vida de toda la población.
La universidad revolucionaria garantiza la integración de la educación y el trabajo como procesos fundamentales para lograr “los fines esenciales de la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en la Constitución”1.
Los programas de formación (pregrado, postgrado y comunitario) propuestos, hasta ahora, por la UBV contemplan el desarrollo de los procesos de aprendizaje y la articulación del trabajo académico con los problemas de las comunidades, lo que implica la contextualización permanente del currículo y la validación de su pertinencia social, a través de procesos de acción-reflexión-acción. En otras palabras, la interacción de los estudiantes y los profesores con su realidad y la participación protagónica de éstos en la transformación de su entorno, exige una visión del currículo como construcción cultural. Es así como los programas de formación de la Universidad contienen un tronco común que los unifica a nivel nacional, inspirados en los principios y valores de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el conocimiento de la historia, de nuestros orígenes, del pensamiento político latinoamericano y caribeño que afianza nuestra identidad, y una formación especializada flexible que responde a las necesidades y especificidades concretas de cada campo académico y de acción social. Este campo específico está sujeto a una dinámica de socioconstrucción permanente, apoyado en la sistematización de experiencias concretas, donde docentes y estudiantes, integrados a la comunidad, son actores y autores de ella.
En cada contexto se produce una participación colectiva en la solución de problemas de naturaleza multidisciplinaria. Los estudiantes y los profesores universitarios, de distintos programas de formación, atienden sus especificidades e integran los conocimientos propios de las distintas disciplinas, a la sabiduría del pueblo conocedor de la realidad concreta, de su historia y de su cultura. De esta manera, se construyen aprendizajes significativos y una nueva cultura del trabajo en el mismo momento en que se está actuando socialmente en la solución de problemas de la comunidad y de las instituciones.
Un aspecto importante en la construcción participativa del currículo tiene relación con las particularidades de los lugares en los cuales se inserta la Universidad y sus colectivos. Para atender la demanda educativa y asociarla a esas diferencias socioeconómicas y culturales se ha tomado como referencia el municipio en la división política territorial de Venezuela. En la actualidad en las 24 entidades federales existen 335 municipios. Entre ellos se manifiestan importantes similitudes y diferencias culturales, demográficas y geográficas que obligan en algunos casos a desagregar en parroquias o a unir en subregiones (varios municipios) para atender la demanda de Educación Superior. Ejemplo de parroquialización (22 en total) lo constituye el Municipio Libertador del Distrito Capital (Caracas) por su alta concentración poblacional, y de subregionalización, la de Barlovento en el estado
Miranda que une 6 municipios en una extensa región geográfica.
La UBV como vanguardia de la Misión Sucre, en poco menos de dos años de fundada tiene presencia en casi la totalidad de los municipios del país, con cincuenta mil estudiantes en once programas de formación de grado. Sin embargo, el problema no es la cantidad de estudiantes que sea capaz de incorporar, esto sólo atiende una dimensión del problema de la exclusión. Se trata de comprender que el derecho al estudio como derecho humano es integral y para ejercerlo a plenitud no basta con tener cupo. Si no se atienden todas las necesidades como sujeto social, no sólo propiciamos otra forma de exclusión, con una mayor dosis de frustración y resentimiento social, sino que no podremos formar ciudadanos protagonistas de la consolidación de los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial y la convivencia, señalados en nuestra Constitución.
La relación universidad/comunidad que se establece en la metodología de aprendizaje de la UBV demanda un perfil del docente que medie en la formación de un ciudadano universitario para desenvolverse en el contexto nacional, regional y local, sin perder de vista nuestra inserción latinoamericana y caribeña. Un ciudadano que identifique las necesidades y las situaciones específicas del ambiente comunitario
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