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TAYLORISMO

argentinacampeon1 de Julio de 2014

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TAYLORISMO

Como primera síntesis en que culmina el desarrollo de las ideas sobre la organización de las actividades industriales, sobre todo en lo que concierne a los problemas de "dirección" y "organización" de la empresa industrial, destacan la obra de una figura que marca el comienzo de una época: Frederick Winslow Taylor, que ofrece una primera síntesis teórica (contrapuesta a la visión práctica de un Henry Ford) de los saberes acumulados sobre la organización en el sector industrial.

La obra de Taylor y sus colaboradores pretendió, desde un enfoque basado en la racionalidad científica, elaborar una sistemática de la nueva forma de organizar la empresa. Louis Bradel denominó este enfoque, denunciando su retórica dramática, "scientific management" [1]. Su rápida difusión despertó entonces casi ingenuas expectativas, cuyo cumplimiento vemos hoy más críticamente, sobre las posibilidades de controlar, casi con la exactitud con que se resuelve un problema matemático, toda la actividad organizativa en la empresa industrial. Se pensaba que era pues posible, simplemente esforzándose por la profesionalización de la dirección - dándole la sólida base de una nueva ciencia: la de la organización industrial, progresar constantemente en la dirección (management) del sistema productivo.

La obra de Taylor convertía así en programa explícito una tendencia ya latente en los trabajos anteriores sobre organización: la "racionalización" total del quehacer productivo, interpretando ese racionalizar como comportamiento "científico" contrapuesto al mero "arte" o "savoir faire" más o menos intuitivo y basado en la experiencia. Hoy la crítica detecta en tal programa rasgos de una ideología "tecnocrática", es decir, basada en la dogmática y primado de la "razón instrumental" (según el diagnóstico weberiano) que se manifiesta en la "fe" sobre la eficiencia de una tecnologización de ía planificación y organización de todos los factores de producción.

No puede pasarse por alto que el fenómeno taylorista, en cuanto triunfo de la visión tecnocrática de la interacción entre hombre y naturaleza, se desarrolla paralelamente, y en los mismos ámbitos de cultura industrial que el pensamiento teórico económico moderno, es decir, que ambos señalan un dominio socio-cultural del paradigma del "homo oeconomicus". Pero es claro que ambos desarrollos ofrecen rasgos bien diferenciados, y el estudio de sus relaciones mutuas plantea exigencias muy altas al sistema de su observación en lo que concierne a los instrumentos conceptuales y lógicos necesarios para su análisis. El taylorismo se construye desde la perspectiva del técnico, del ingeniero que aplica al mundo real los conocimientos de la nueva Ciencia, como lo hicieron los ingenieros y técnicos casi desde el comienzo de la Revolución Industrial, y es desde ese enfoque desde el que se desarrollan las ideas y modelos sobre la organización.

Como principal diferencia frente al enfoque o paradigma de la teoría económica dominante ("marginalista") hay que notar un punto central: indirectamente la crítica del taylorismo se dirigía contra aquel modo de ver, en que, sesgados por las presuntas evidencias aceptadas en el (para nosotros: despiadado o "fundamentalista") radical liberalismo económico del siglo XIX, se declaraba como tema central de toda actividad económica el grupo de los problemas financieros y de acumulación de capital. Esto implicaba centrar, en claro reduccionismo injustificado, las decisiones empresariales en la mera consideración de las magnitudes estrictamente económicas (beneficios, costes, rentabilidades etc.). Así se llevaba a la praxis el dogma de que el único motor de la economía es el deseo de maximizar el beneficio y se descuidaba también, como era también la regla en la teoría económica, mirar dentro de la caja negra ("black box") que es la organización interna de la empresa. Y la analítica propugnada por Taylor en su programa de optimización de operaciones suponía precisamente una refutación, práctica, del programa de visión indiferenciada propio de las teorías económicas al uso.

Al considerar este planteamiento debe subrayarse otro aspecto crítico para la comprensión de las teorías sobre la organización. Las exposiciones al uso (manuales etc.) suelen situar a la "gestión científica del trabajo" como un enfoque carente de toda sensibilidad ante la persona del trabajador. Esto puede deberse a razones ideológicas en el caso de la línea iniciada por Braverman pero, más frecuentemente, responde a una visión indiferenciada y muy sesgada en que el "malo" de la película es el taylorismo y el "bueno" es el Movimiento de Relaciones Humanas nacido en los famosos experimentos en Hawthorne realizados por Mayo y seguidores. Habría pues que evitar caer en los dos extremos, de "culto" a la racionalidad tecnológica, y de "fervor" misionero de las virtudes de la consideración psico-social o motivacional de las relaciones humanas en el ámbito del quehacer organizacional. Es preciso huir de una visión que, en el mejor de los casos, sería injusta al generalizar excesivamente y no advertir que junto al innegable acento sobre los aspectos humanos y sociales de la organización, por más que esta dimensión pueda dar pie a excesos justificados en la ideología tecnocrática, es evidente que la dimensión de lógica y técnica del organizar, tal como pretendió sistematizarla el taylorismo, sigue siendo una exigencia esencial para todo sistema "soci-técnico".

Hoy, los planteamientos de Taylor y Ford conservan su interés. Estas teorías surgidas en lo que podemos denominar "madurez" de la revolución industrial, y en las no sólo culminan los trabajos anteriores sobre organización sino que marcaron las pautas a la organización industrial de casi todo un siglo, nos resultan incluso más interesantes al contrastarlas con los nuevos enfoques sobre la "eficiencia técnica" de los sistemas de organización de la producción. En la que ya muchos consideran como una nueva revolución industrial: "nueva ola", Toyotoismo, Lean Production etc., se manifiestan rasgos que pueden comprenderse mejor si uno los compara con los de los sistemas anteriores, que en cierto modo se manifiestan en "estado puro" (casi al nivel de un "tipo ideal" a lo Weber). Por eso, este nuevo volver a las fuentes para revisar las magnitudes de eficiencia técnica, de infraestructura para la "productividad". Este interés marcará sobre todo el tratamiento del Fordismo en esta exposición.

Quizá una de las lecciones de la "Historia" (magistra vitae) de este momento en el desarrollo de las ideas sobre organización, consista en sensibilizarnos ante aparentes "seguridades" o datos "incuestionables".

Una visión en su marco histórico del "taylorismo" (y del "fordismo") lo muestra como forma históricamente condicionada en la definición y estructuración los problemas (es decir, del modo de meta-observación) de la organización. El hecho de que durante mucho tiempo se le considerara como la (única) manera "normal" de ver y justificar las cosas en el ámbito industrial - pretensión que evidentemente nunca fue justificada - muestra lo cuestionable de lo que se daba como incuestionable.

En un plano más profundo, probablemente no percibido por la mayoría, tras la supuesta "racionalidad" y carácter "científico" de muchas doctrinas pueden econtrarse motivos de orden cultural y hábitos sociales muy particulares, por ejemplo: los propios de la sociedad burguesa del final de siglo en Taylor, con sus ideales de orden establecido autoritaria y disciplinarmente, y los que tradu¬cen la fe en el progreso técnico al ideal de una sociedad de consumo de bienes difundidos a gran escala en el fordismo. Es a ese nivel al que debería llegar el análisis de la semántica de las teorías. Sin ello, podría correr la misma suerte que el "Estructuralismo" de los años sesenta: convertirse en máquina de des¬cripción de "relaciones" entre magnitudes relevantes para una cultura, pero sin llegar a plantear las cuestiones sobre las condiciones o intereses que están tras dichas relaciones. Pero antes de pasar a dicha fase crítica será necesario recopilar los datos que permiten reconstruir la estructura del paisaje mental en que se elaboraron estas teorías.

EL TAYLORISMO: LA ADMINISTRACIÓN "CIENTÍFICA" DE LA ORGANIZACIÓN IN¬DUSTRIAL

1. La personalidad de Taylor

Taylor (1856-1915) nació en Filadelfia. Su padre era jurista. Recibió una buena formación, inicialmente orientada a seguir la carrera del padre. Destacó en estudios en baseball y tuvo oportunidad de venir a Europa, con su madre, en 1872 [2] - un viaje que le per¬mitió conocer la filosofía moderna, y que probable¬mente influyó luego en su forma de aplicar el método analítico cartesiano de la duda, desglo¬se de problemas y ordenación sistemática de las ideas. En ese mismo viaje conoció estudios realizados en Inglaterra sobre el trabajo en las manufacturas inglesas [3]. Aunque superó los exámenes de admisión en Harvard debió abandonar el estudio por problemas en la vista debidos a sus largos es¬tudios durante la noche. La concepción taylorista, con su detallismo y rigidez puede responda a los rasgos de una compleja personalidad analítica, tenaz, entusiasta, y altamente problemática desde el punto de vista de su salud

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