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Tesis De Mercados

yonar199421 de Marzo de 2014

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Frente a la llegada de las grandes cadenas de supermercados en Colombia, como Éxito en 1990; Makro en 1995 y Carrefour en 1998, Henry Salem, el experto europeo en grandes cadenas, vaticinó en 1992 que en diez años, debido a la consolidación del comercio de grandes cadenas, se acabarían las tiendas de barrio y las centrales de abasto porque éstas no podrían competir con la variedad de marcas, productos y precios bajos que ofrecían aquellas; pero en 2002 volvió para reconocer que había subestimado la influencia de las tiendas, cuando predijo su fin (Revista Dinero, 2003. Edición 184. www.dinero.com).

A pesar de las predicciones realizadas y de las desventajas de las tiendas de barrio frente a los grandes supermercados e hipermercados, en nuestro país el fenómeno ha sido el opuesto a lo esperado. Estudios de AC Nielsen de Colombia demuestran que pese al crecimiento de las grandes cadenas de supermercados, los colombianos todavía realizan el 60% de sus compras en las tradicionales tiendas de barrio, un comportamiento completamente diferente al de Europa en donde las tiendas tradicionales ocupan hoy apenas el 5% del mercado (Rodríguez, 2002: www.elespectador.com).

LAS TIENDAS EN AMERICA LATINA

En América Latina la presencia de los supermercados en el mercado minorista ha sido creciente, pasando de un promedio ponderado poblacional del 15% en 1990 al 65% en el 2000 (Reardon- Berdegué, 2003:1;www.rimisp.org).

“Las tiendas tradicionales representan entre la cuarta parte y la mitad del total de las ventas de víveres y productos básicos en América latina y ocupa posiciones dominantes en algunas categorías y mercados; 95% de la cerveza en Colombia y 80% de las bebidas gaseosas en México (…) El número de tiendas sigue en aumento, a pesar de la expansión de los grandes establecimientos modernos. En México, por ejemplo, el número de tiendas tradicionales aumentó más de 25% en los últimos cinco años” (…) “A diferencia de Chile y Puerto Rico, donde los supermercados superan al de las tiendas, en Colombia la tendencia parece mantenerse y reafirmarse a favor de las tiendas tradicionales” (Londoño y Navas, 2005: 605).

Sobre las estadísticas del número de tiendas de barrio en Colombia, no hay consenso y esto se explica porque una gran cantidad de ellas no están registradas. Para la Revista especializada en temas económicos, Dinero, (Ediciones 68 de 1998, y 184 de 2003: Véndame un limón; La tienda no se rinde) existían alrededor de 700.000 tiendas de barrio en 1998 y 450.000 en el 2003. Para AC Nielsen (2004-2006, citado por Díez-Gómez, 2007) en junio del 2005 “el número de tiendas registradas en las Cámaras de Comercio del país era de 256.168 y 4.910 supermercados y minimercados y por esto los 10 grandes operadores internacionales de retail de Europa y Estados Unidos, ven en Colombia una gran oportunidad de capturar dicho potencial”. Estadísticas de FENALCO, colectividad que agremia a los tenderos del país y al pequeño comercio en general, indica que las tiendas registradas representan el 50% de la población total.

FENALCO considera también que la tienda de barrio pertenece a la economía informal porque son “microempresas de tipo comercial que venden todos los artículos de la canasta familiar y cumple con las normas establecidas por el gobierno” (Páez, Pérez, 2006:7). González y Pinilla (2004) (citado por Páramo, García, Arias, 2007:139) sostienen que “son microempresas constituidas en su mayor parte por un grupo familiar, donde se expenden artículos de primera necesidad, comestibles, licores, bebidas, miscelánea y productos de aseo”. La gráfica 1, indica que en el lapso 2003-2006, las ventas del canal tradicional han sido superiores a los supermercados y droguerías.

La importancia de la tienda se debe a que es el canal que representa el mayor volumen de ventas al detal del país (Revista Dinero, 2004. Edición 195. www.dinero.com); “abastecen cerca del 68% de la población colombiana en su papel de eslabón final de la cadena productiva de alimentos y productos de primera necesidad de la canasta familiar” (Diario de occidente, 2006: www.diariooccidente.com). Otras fuentes indican que en Colombia las tiendas distribuyen hoy el 60% de los productos de consumo popular (Revista Dinero, 2005. Edición 233: www.dinero.com) ya que la ubicación de éstas facilita la obtención de diferentes productos por parte de los consumidores; además son sitios donde se “fomenta la amistad entre vecinos, ofrece atención personalizada y brinda crédito informal” (Tovar y Mendoza, 2009: 4). También es un canal muy importante para las grandes empresas colombianas: 70%, Tumix-Confitecol; 75%, La Fina; 65%, Colombiana; 97%, Coca Cola; 70%, Nacional de Chocolates; 70%, Alpina; 63%, Unilever Andina y 95% para Bavaria” (Páez, Pérez, 2006:17).

Para AC Nielsen (2003), en 1998 y en el 2000, la participación de las tiendas tradicionales fue del 40% y 38% respectivamente (ver gráfica 2). “Estudios de Consultar y Sinergia sobre agotados realizados a 17.511 tiendas en el 2008 en Bogotá, sobre 50 productos de la canasta de consumo, encontró el 20,2% de agotados; que el 61.6% de los clientes visitan la tienda más de una vez al día, y que los proveedores pierden porque en el 67% de los casos el consumidor opta por comprar otro producto o no efectúan la compra en ese momento” (citado por Tovar, Mendoza, 2009:17).

Las tiendas de barrio se han constituido en un punto de referencia cultural notable, ya que en su dinámica han condensado una gama de representaciones colectivas que los participantes de dicha micro comunidad hacen explícito mediante sentimientos de pertenencia, lazos de solidaridad, deseos de compartir, que se refleja en normas de comportamientos y en el manejo de códigos implícitos como los siguientes: “En las tiendas de barrio se presta todo tipo de servicios: recepción y transmisión de mensajes entre los vecinos, publicación de información de interés general, vigilancia respecto al movimiento de gente extraña o de personas sospechosas, siendo de esta manera los lugares favoritos para la discusión de problemas comunes o para el conocimiento de la noticia del día en el barrio, en el país o internacionalmente” (González y Pinilla, 2004:44).

“En las tiendas de barrio se desarrollan prácticas comerciales basadas en la confianza (…) las personas compran por cercanía, por miniaturización de productos expendidos, por el fiado confiando sólo en la palabra, el regateo y la ñapa” (Ramírez y Pachón, 2004:102-103). Sobre las tiendas de barrio, Lino Franco, coordinador de FENALTIENDAS, afirma: “no sólo es un sitio donde se compran y venden productos; es el lugar en donde se discute la problemática del barrio y del país; están arraigadas a las costumbres, dan atención personalizada y le fían confiando sólo en la palabra de los clientes” (Revista Dinero, 2003. Edición 184.www.dinero.com).

“Como las tiendas de barrio tienen una ubicación espontánea, uno las encuentra a mitad de la cuadra, en las esquinas, frente a los parques, cerca de las universidades y en cualquier escenario urbano, sin importar el estrato social, razón por la cual son consideradas un fenómeno comercial, porque además de sobrevivir a los embates de los mercados globales, transcienden su papel hegemónico como escenario de abastecimiento y es referente de interacciones humanas, dado que se integra a la trama cultural de cada región” (Baquero, 2009:23). Ramírez y Pachón (2004:15-16) sostienen “que la ciudad no sólo es una unidad espacial, si no el espacio donde los ciudadanos construyen identidades (…) y por ello, no es posible una comprensión de la sociedad en general, ni de la ciudad en particular si no hay un conocimiento de los espacios naturales como los construidos que la configuran y le imprimen su propia dinámica, y a diferencia de épocas anteriores, en que los espacios eran tratados como cosas puramente físicas, fijas e inmóviles, ahora se abordan como entes vivos en movimiento”. Una vez establecidas las relaciones entre la ciudad, el barrio y los espacios donde se reconfiguran las tiendas es importante precisar que existen dos lecturas: una instrumental, que las define como escenarios de abastecimiento de los productos básicos de la canasta familiar, y otra socio antropológica que la define como referente material para las interacciones humanas.

Desde la mirada instrumental, se considera que la definición más cercana a la tienda de barrio es la planteada por González y Pinilla (2004:48) quienes afirman que “son negocios micro empresariales donde labora un grupo familiar; expenden artículos de primera necesidad, comestibles, bebidas, licores, miscelánea y productos de aseo; forman parte de la casa y para lograrlo, habilitan el garaje, la sala o la parte delantera de la habitación principal, adecuados para atender a los clientes”.

Desde la mirada socio antropológica, “La tienda de barrio es un producto cultural, porque posee tres cualidades relevantes: una materialidad física en el local donde se instala, es simbólica porque tiene una carga significante que le permite ser reconocida como tienda de barrio en cualquier sitio y es un imaginario social porque es un lugar donde, además, de encontrar los productos básicos para la canasta familiar, es referente de los encuentros sociales y la interacción social en los barrios de sectores populares” (Baquero, 2009:29). Lo argumentado por Baquero ilustra precisamente la organización de significado que articula la tienda en función del gran tejido simbólico, la ciudad: “Una mirada a la ciudad desde la perspectiva de los consumos, que significa explorar procesos sociales y culturales

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