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Tu Vida Tu Mejor Negocio

kikeoax31 de Octubre de 2014

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Vivimos tiempos en que concentramos toda nuestra energía y perseverancia en buscar el sentido de la vida a través del acumulamiento de bienes materiales, pero nos hemos olvidado de nuestros valores; hablamos mucho, pero tenemos poco tiempo para amar; gastamos más y gozamos menos. Nuestras casas son más grandes, pero las familias son más pequeñas; tenemos ingentes cantidades de medicinas, pero poca salud; más compromisos y un tiempo mínimo. Logramos alcanzar la luna y regresar, pero tenemos problemas de seguridad para cruzar nuestras calles. Buscamos diferenciarnos de los demás con marcas que nos distingan de los integrantes de otros grupos sociales. Y así arranca la carrera de la vida.

Como bien definió Abraham Maslow en su teoría sobre la motivación humana. Él sostiene que, conforme se satisfacen los requerimientos básicos, los seres humanos desarrollamos necesidades y deseos más elevados. Su teoría se describe como una pirámide que consta de cinco niveles. La idea de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocupan nuestra atención únicamente cuando se han satisfecho las que están en la parte inferior de la pirámide.

Los cuatro primeros niveles se definen como necesidades de déficit o necesidades .Si no tenemos lo suficiente de algo, tenemos una carencia, sentimos la necesidad. Pero si logramos todo lo que necesitamos, no sentimos nada. En otras palabras, deja de ser motivante. Solamente las necesidades no satisfechas influyen en el comportamiento de las personas: la motivación del individuo radica en la búsqueda de aquello que no tiene, pero, una vez obtenido, ya no se genera motivación y, por lo tanto, se pasa a la siguiente necesidad. Y así transcurre la vida: dentro de los cuatro niveles, cubriendo déficits.

El último nivel, el de las necesidades del ser, es el de la autorrealización. Es el único en el que el individuo, a través de su satisfacción personal, encuentra un sentido a la vida mediante el desarrollo de su potencial. Es el nivel de plena felicidad o armonía. No todos los individuos sienten deseos de autorrealización, debido a que son una conquista individual y no depende de factores externos. De hecho, cerca del 98 ó 99% de la población mundial se encuentra en la primera etapa, cubriendo necesidades fisiológicas.

La principal diferencia entre las necesidades de déficit y las necesidades del ser es que, mientras las primeras pueden satisfacerse, las del ser son una fuerza interna que solo depende del ser humano y de sus decisiones. Se produce en su interior y obedece a aquellos pensamientos que elige para su vida. Maslow seleccionó un grupo de figuras históricas que llegaron a la autorrealización, como Abraham Lincoln, Thomas Jefferson, Mahatma Gandhi, Albert Einstein, etc. Tras estudiar sus biografías y escritos, desarrolló una lista de cualidades similares y encontró coincidencias.

Primeramente, estas personas estaban centradas en la realidad, lo que significa que podían diferenciar lo que es falso o ficticio de lo que es real y genuino. En otras palabras, podían dar el valor real a las cosas. ¿Qué valor tiene un diamante de tres kilates? ¿Por qué lograr un cierto objetivo, como poseer un diamante, puede, en algunas personas, generar sentimientos de satisfacción, de logro, de éxito? ¿Serán sensaciones reales o serán solamente elementos para ocultar ese vacío que existe en la persona?

En segundo lugar, los líderes autorrealizados eran personas centradas en el problema, es decir, que se enfrentaban a ellos en virtud de sus soluciones, no como problemas personales. Les daban a las cosas su justo valor.

Estos personajes creían que los fines no necesariamente justifican los medios, pero sí que estos pueden ser fines en sí mismos y que los medios o el momento presente suelen ser, con frecuencia, más importantes que las metas. Disfrutaban el proceso de la vida más que el logro del objetivo.

En su manera de relacionarse con los demás, eran relativamente independientes del entorno y la presión social. Disfrutaban las relaciones personales íntimas con pocos amigos cercanos y miembros de la familia, más que una gran cantidad de relaciones superficiales con mucha gente.

Tenían valores democráticos, es decir, eran abiertos a la variedad étnica e individual, y mostraban un gran interés por ser incluyentes y no discriminar a nadie por sus ideas o su apariencia exterior. Se aceptaban a sí mismos y a los demás sin querer cambiarlos. Tenían la misma actitud consigo mismos que con los demás, y con esto surgía una personalidad de espontaneidad y sencillez. Pretendían ser más auténticos que pretenciosos o superficiales.

Sin importar su éxito, tenían una actitud fresca de apreciación: una habilidad para ver las cosas, incluso ordinarias, como preciosas. Por consiguiente, eran creativos, ingeniosos, originales y tenían una tendencia a vivir con mayor intensidad todas las experiencias que el resto de las personas; no perdieron su capacidad de asombro.

Por último, estas personas tenían un plan de vida que les permitía avanzar con fuerza, pasión y perseverancia. Luchaban con constancia, día a día, por sus metas y objetivos sin perder sus propósitos y hasta lograr resultados muy positivos. Para ellos, cada intento antes de lograr el éxito no era un fracaso, sino una forma de ir descartando por dónde no ir y acercarse cada vez más al resultado deseado. Cuanto más avanzaban, más se automotivaban.

¿Cuántos seres hay cómo Edison, Miguel Ángel o la madre Teresa? Son muy pocos los que trascienden y dejan huella en este mundo. Nacemos, vivimos y morimos, y posiblemente nunca sabremos para qué existimos. Es una frase fuerte, pero refleja el vacío en el que se encuentra el ser humano. Y cuanto más avanza la ciencia, vamos a mayor velocidad y, por lo tanto, cada vez nos preguntamos más: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿cuál es nuestra razón de existir?

Nuestro lugar en el universo

Al observar nuestra vida en el contexto universal del tiempo y el espacio, nos damos cuenta de lo insignificante que es nuestro paso por la Tierra. Desde la aparición del hombre han vivido sobre ella aproximadamente 70.000 generaciones. Preguntémonos, entonces: ¿por qué nos tocó nacer en la última, la de mayor evolución y cambio histórico?, ¿cuál es nuestra misión?, ¿qué legado queremos dejar?

Si no logramos responder estas preguntas, tendremos una vida sin sentido ni propósito, y será la corriente quien la defina. Serán nuestros amigos, la publicidad, el medio ambiente y la sociedad en general los que irán moldeándola. Esta generación que nos tocó vivir es la del cambio, la que unió, a través de la tecnología, a todos los seres humanos. Todos estos cambios repercuten en nuestra vida y generan la nueva enfermedad del siglo: el estrés. Cuando todos los días notamos cambios y tenemos que adaptarnos a ellos, se nos generan una tensión y una resistencia que no permiten que nuestra vida fluya en armonía.

Por otro lado, también es causa de estrés que la mayoría de las cosas que adquirimos para que nos satisfagan, y que alguna vez creíamos que formaban parte de nuestro patrimonio, pierdan su valor muy rápido. La obsolescencia del conocimiento y de los objetos nos obliga a mantener una actitud de humildad, de aprender y dar el valor real a las cosas materiales que nos rodean. Tenemos que aprender a fluir en este mundo de cambios, pero teniendo un mayor control sobre nuestros pensamientos y valores gobernantes que nos permitan dar un mayor sentido y propósito a nuestra vida.

En la sociedad actual, que se caracteriza por tener la posibilidad de obtener información en tiempo real, se nos está bombardeando todo el tiempo con datos. El principal objetivo es tomar una parte de nuestro patrimonio mediante la adquisición de algo que nos proporcione satisfacción de entre todas las posibilidades que existen. Todos los productos nos ofrecen soluciones para mejorar la vida y aumentar nuestra felicidad. No tendremos dinero suficiente para adquirir todo lo que vemos, por lo tanto, nos dedicaremos a seleccionar basándonos en nuestra escala de valores, y utilizaremos la herramienta de crédito para comprar cosas que nos satisfagan que pagaremos con nuestros futuros ingresos, que aún no tenemos garantía de obtener. Y así entramos en una carrera hacia lo que creemos que es la felicidad.

La felicidad no es una competición olímpica para tener más, tener más éxito, sentir más placer y hacer más cosas. De hecho, el estudio realizado por el profesor Richard J. Davidson del laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin sobre la corteza cerebral izquierda, donde se encuentran las sensaciones placenteras, llegó a la conclusión de que Mathieu Ricard, un monje budista, era el hombre más feliz de la tierra…

Al final, los resultados de las resonancias magnéticas y demás análisis comparativos entre los lados derecho e izquierdo del cerebro realizados por los científicos no nos dicen nada nuevo; únicamente nos confirman que la felicidad es un asunto de nuestro interior y de aquellos pensamientos que generemos.

A continuación, el lector encontrará una metodología y un proceso para escribir un proyecto de vida y establecer sus estrategias, programas y planes de acción, con el fin de hacer un seguimiento y dar un sentido y un propósito a su vida. Lo ayudará a tomar decisiones ante un dilema y proporcionará herramientas para discriminar y dar valor objetivo a cosas materiales que lo tentarán todos los días. Al final del proceso, el músculo de su cerebro podrá entrenarse en un nuevo hábito, que será la esencia de lo que quiera y desee para su vida.

Modelo estratégico para elaborar un plan

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