Valores En La Escuela, ¿mercadotecnia O Compromiso Real?

Valores en la escuela, ¿mercadotecnia o compromiso real?

Vivimos en una sociedad que está en búsqueda de caminos que nos ayuden a orientar conductas y actitudes para ser mejores, para llevar nuestro entorno social a una convivencia cada vez mejor y a construir la civilización del amor, como decía el Beato Juan Pablo II, y el tema de los valores es el tema al que todas las instancias –políticas, sociales, culturales, educativas, familiares, etc…- están tratando de acercase para alcanzar este objetivo.

Eso es bueno, muy bueno, cuando se toma el tema en serio. El problema es que en nuestro tiempo los valores se han convertido más que en un elemento formativo y de convicciones, en un elemento de mercadotecnia que muchas organizaciones están utilizando para atraer adherentes, con el triste resultado de que a la vuelta de unos años sus miembros se vuelven personas insensibles, atentas únicamente a los resultados materiales que su formación pueda brindarles, pero lejanos al verdadero sentido de lo que implica vivir los valores.

Si realmente queremos una sociedad mejor, como papás debemos estar atentos a guiar a nuestros hijos –no importa su edad– a elecciones que los fortalezcan en todo aquello que desde la casa pretendemos brindarles para la vida. Por ello mi reflexión y consejos van encaminados hacia los valores en las instituciones educativas de hoy.

Lo primero que te recomiendo es que cuando veas o escuches que determinada organización o institución educativa que te interesa promueve la vivencia de los valores, te acerques a ellos y analices no lo que te dicen, sino lo que con hechos te pueden demostrar. Lo principal en una organización que dice promover valores es tener claro quién es la persona, qué es un valor, para qué sirve, de dónde viene y a dónde puede llevarnos. Y obviamente todos los miembros de esta institución deben estar capacitados para responder a tus preguntas, pues todas las personas que en ella laboran deben contribuir desde su labor a la misión que promulgan.

Lo segundo, y no por ello menos importante, es la forma en la que llevan a la práctica los valores que dicen promover. Por supuesto que esto, además de las acciones que se ponen en práctica, va ligado al perfil de las personas que forman parte de la organización. Por ejemplo, si una institución te habla de la promoción de valores religiosos, difícilmente podrá haber promoción de esos valores si no se ofrece a sus miembros los aspectos propios de la vida espiritual y si no cuentan con personas que apoyen y vivan en carne propia esos valores. Sin duda este es el punto más importante, pues es aquel en el que la teoría se debe volver práctica, y la práctica debe mostrar que es la adecuada para lograr lo que por misión se ha propuesto la institución.

En tercer lugar, la organización debe procurar el apoyo concreto para que sus miembros adquieran la madurez humana acorde a la etapa evolutiva en la que se encuentran. Cada persona, en equilibrio con su desarrollo evolutivo, debe ir adquiriendo eso que conocemos como madurez. Y la madurez no es únicamente la edad, la madurez es la capacidad que nuestra inteligencia y voluntad van desarrollando para administrar adecuadamente la propia libertad con todos sus elementos como la decisión, la elección y las consecuencias. Lograr esta armonía o madurez humana tiene como fruto la correspondencia perfecta entre lo que uno es y lo que uno profesa ser, y su expresión más convincente es la fidelidad a los propios compromisos.

Esta es la verdadera y única formación en valores, y verá frutos concretos en las nuevas generaciones únicamente en la medida en que quienes formamos las instituciones, primordialmente la familia y la escuela, nos comprometamos con la edificación diaria y honesta de jóvenes que sepan ser comprometidos con su entorno.

Suena fácil, pero no lo es. No cualquier colegio que dice promover

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