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ÁNIMAS MILAGROSAS


Enviado por   •  6 de Octubre de 2015  •  Informes  •  2.303 Palabras (10 Páginas)  •  121 Visitas

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República Bolivariana de Venezuela.

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria.

Universidad de Los Andes.

Facultad de Humanidades y Educación.

Mérida Estado Mérida

ÁNIMAS MILAGROSAS

Profesor:                                                                                                   Bachilleres:

Julio Castillo.                                                                                     González Lucia.                                                                                                            

 Taller Cultura Popular.                                                                        Pineda Javier.                                                                

                                                                                                         Salazar Luisana.

                                                                                                      Salgado Norianny.

                                                                                                         Zambrano Lilian.

Mérida de 2014.

Las ánimas milagrosas son personajes santificados por devociones populares, no pertenecen a cultos oficiales aprobados por el Estado, ni cuentan con el beneplácito de las religiones tradicionales. Generalmente en vida fueron personas comunes quienes, a veces, ni siquiera llevaron una vida ejemplar, pero cuya muerte en plena juventud y en terribles circunstancias atrae la devoción de un pueblo quien le atribuye acciones milagrosas al pasar de los años.

En toda Venezuela existen muchos santuarios dedicados al culto a las ánimas milagrosas de fama local. Se trata tanto de “santos en formación”, como de “santos establecidos”. En casi todos los cementerios de ciudades de cierta importancia hay por lo menos una tumba, donde acuden no solamente los familiares del muerto, sino también otras personas en pos de ayuda espiritual. A veces fueron construidas capillas. En la orilla de las carreteras principales de repente se ve una capilla dedicada a culto de un ánima, que solo tiene devotos de los pueblos vecinos.

En Mérida se encuentran dos ánimas milagrosas muy conocidas por los habitantes de la ciudad, estas son Jacinto Plaza (1841- 1901) y Luis Enrique Cerrada Molina “Machera” (1956- 1977), de quienes hablaremos brevemente, dando un pequeño relato de lo que fueron sus vidas.

Jacinto Plaza.

Según datos proporcionados por un folleto anónimo que se distribuye en el cementerio de El Espejo, en Mérida (con base en Menotti), Jacinto Plaza, el llamado “padre de los pobres”, nació en un pueblo de Trujillo en 1841 y vivió entre sus paisanos durante 22 años.

Hasta los 12 años trabajo en un conuco como ayudante por un sueldo de cinco reales y comida y, al cumplir diez y seis, compró, con sus ahorros, una yunta de bueyes y se dedicó al transporte de productos del campo. Ya con algún dinero, resolvió, llegados los 22 años de edad, venirse a la ciudad de Mérida donde se colocó como peón en una finca de “Valle Grande”. Diariamente acarreaba hasta la ciudad, para la venta,  los productos del fundo: leche, huevos y queso. La envidia se cebó en él y los otros peones se burlaban llamándole “El Pantanero”; no contestos con eso le tiraban piedras, palos y hasta lo golpeaban. Su delito fue simplemente llegar con el producto total de la venta todos los días donde el patrón.

De mozo había contraído nupcias con una ‘coima’ que lo traicionó.

Se cansó de su rutina de vendedor y decidió instalarse en la calle Ramos de Lora en una vieja casona alquilada. Allí monto una pulpería  que con el tiempo, fue llamada “la pulpería de los pobres”. Fue ayudado por don Félix Pino y otras personas que a lo conocían por sus ventas a domicilio cuando Jacinto vivía en Valle Grande. Era ampliamente apreciado por su honradez y espíritu servicial. Su clientela eran los más pobres.

Se dice que, luego de descubrir a su propia esposa en lances adúlteros, tuvo varias mujeres y abandono las prácticas religiosas. Se dedicó, entonces, socorrer al más necesitado: “tuvo pan para el hambriento, urna y el recado de velorio (cirios, mortaja, café…) para el descamisado y caricias para el desamparado”. Sus constantes limosnas seguramente llegaron hasta el trono de Dios.

La negra Ruperta (que fue la que lo atendió durante mucho tiempo en sus menesteres cotidianos) lo encontró muerto la mañana del 10 de febrero de 1901, sentado en una silla, reclinado a una mesa y con un crucifijo en la mano. Su entierro fue una llorosa manifestación popular y su cadáver, sin pasar por los ritos oficiales de la iglesia, fue llevado al cementerio de Santa Juana, donde eran enterrados los cuerpos de los llamados “pecadores públicos” (los suicidas, los concubinos y las rameras) y los mendigos. Ante el modesto ataúd discurrieron en homenaje suyo (en lugar de exequias): Laurencio Picón, un benemérito civilizador de la ciudad; y el doctor Pedro Jorge Bourgoin, botánico ilustre. Con el tiempo, fue trasladada al cementerio de El Espejo (Mérida) y allí, en 1965, con la ayuda de muchas personas, fue levantada una capilla por un favorecido suyo, Avelino Ramírez Vivas, que la cuido y aseo amorosamente hasta su muerte.

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