ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Arcángel. Hotel “Queen Andromeda”

auustin0723Reseña8 de Septiembre de 2014

4.400 Palabras (18 Páginas)306 Visitas

Página 1 de 18

Arcángel

Hotel “Queen Andromeda”

Atenas, Grecia

Aquella noche había una fiesta en el hotel, la zona de la piscina había sido invadida

por hordas de turistas de diversos países, casi todos hombres solteros que buscaban

compañía para aquella noche o para toda la vida, pues la fiesta organizada por los

directivos del hotel era precisamente para individuos de este tipo, en la entrada del hotel

un gran cartel anunciaba el evento, ni siquiera era imprescindible estar hospedado allí.

Sobre las seis de la tarde, el bar del hotel continuaba estando casi vacío, tanto que

resultaba atractivo y acogedor, era el ambiente ideal para desconectar tomándose una

copa o conocer a alguien que no formara parte de aquel rebaño de solteros con pegatinas

con su nombre escrito pegadas en sus trajes que rompió la tranquilidad del bar cuando el

reloj dio las siete.

En la barra tan solo había una mujer, sin contar a la camarera, más joven que ella, la

extranjera le había pedido una cerveza cualquiera, su pelo rojizo caía por su espalda,

sobre una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones cortos tipo explorador, botas de

montaña y gafas de sol sobre su cabeza. Hacía poco menos de quince minutos que había

tenido una conversación cuando el bar todavía no había sido invadido y la camarera la

había observado mirando un mapa de la ciudad sobre la barra.

--¿De dónde es usted?—le preguntó en griego.

La mujer levantó despacio la vista.

--De España—dijo también en un griego fluido.

--Yo tuve un novio de allí—comentó la chica.

Se acercó a ella.

--¿Está buscando algo?

--¿Qué lugares me recomienda para visitar?—le preguntó la mujer—Creo que ya lo

he visto todo en esta ciudad.

--¿Ha estado ya en la acrópolis?—le preguntó la camarera.

--Por supuesto—respondió la mujer.

Observó la placa con su nombre en la camisa, un detalle que hasta ese momento

había pasado desapercibido para ella, y leyó el nombre de la camarera, Agatha.

--Si quiere hacer turismo—continuó la joven—Puede ir a los barrios de Plaka o

Monatiraki, pero si quiere ir de comprar y divertirse le recomiendo Gazi, allí conocí a

mi primer novio.

--Gracias, Agatha.

--De nada, eheee, señora…

--Llámame Alejandra.

En ese momento aparecieron los solteros, Alejandra intercambió una mirada

cómplice con la camarera, varios hombres se fijaron en ella y desearon que también

hubiera venido a aquella función de la que esperaban salir acompañados o quizás subir a

un cuarto del hotel del brazo de una mujer.

Alejandra pagó con un billete de diez justicias griegas a Agatha, lo cual supuso una

suculenta propina para ella y se despidió con un “suerte” cómplice, sin duda la mujer

iba a tener una noche movida.

Salió del bar y cruzó por el hall esquivando solteros de ambos sexos y todas las

edades, casi había puesto un pié sobre las escaleras cuando pareció recordar algo y se

volvió hacia el mostrador de recepción.

El tipo de dirección era un hombre alto y con una finísima perilla negra, apuesto y

distinguido, podría resultar atractivo para algunas clientas del hotel, sin duda un

reclamo para el hospedaje.

Había derrochado simpatía con Alejandra desde un primer momento, quizás

demasiada, algo que le hizo sospechar a la mujer que aquel tipo deseaba algo más que

una relación cliente y hotelero con ella.

--¿En qué puedo ayudarla? --le preguntó al verla con una sonrisa que cruzaba su

cara.

--Me gustaría cenar en mi habitación—dijo Alejandra--¿Podría subirme algo de

comer?

--¿No prefiere cenar en el comedor?—le preguntó el tipo.

Alejandra miró a su alrededor haciendo que el hombre adivinara, por la expresión de

su cara, su negativa.

--Creo que no—dijo ella.

--Bien—sonrió de nuevo el tipo—Tenemos una moussaka deliciosa.

--De acuerdo—contestó Alejandra—Con un poco de vino tinto, pero que no sea un

vino malo.

--¿Y de postre?—y no esperó la respuesta de la mujer—Tenemos un estupendo

kataifi, típico de la tierra, le gustará.

--De acuerdo entonces.

--Muy bien, señora Sandoval—dijo el hombre—Si quiere algo más no tiene más que

llamarme, o si quiere que suba a que reponga sus toallas yo mismo lo haré…

--Estaré bien—le interrumpió Alejandra, que temía escuchar algo que no querría oír.

Subió las escaleras sin saber si molestarse por la palabra señora, su habitación estaba

en el primer piso, con una cama, televisión y baño, muy limpia y acogedora, cuando

llegó al pasillo escuchó el sonido de una puerta abriéndose y vio como una niña salía

casi corriendo tras ella.

La vio pasar por su lado, con un vestido de flores y una diadema en el cuello, supuso

que no tendría más de cinco años.

--Buenos días—vio que le decía.

--Muy buenos días—le sonrió Alejandra, y la niña le devolvió al sonrisa.

Llegó a la puerta de su habitación y abrió.

No tardaron en traerle la cena, y fue el mismo recepcionista que lo hizo, tras

despedirse de ella salió y Alejandra cenó mientras observaba las noticias en el televisor

de su dormitorio, no había nada que le interesara y miró si mucho afán un debate donde

discutían la asignación de Mario Fabricio, antiguo presidente del mundo y actual

presidente de España, de los presidentes de cada país, y si había sido la más acertada,

barajaban posibilidades como si fueran tahúres de turno, Victoria Bombal parecía una

mujer algo violenta y temperamental para ser presidenta de Chile e Himiko Murasaki

tenía fama de promiscua.

Cuando había terminado de cenar apagó el televisor y se desnudó por completo, fue

al baño y llenó la bañera hasta arriba, mientras el grifo hacía su trabajo se miró en el

espejo, como si repasara las cicatrices de su cuerpo, eran el recuerdo grabado a fuego de

una vida que ya había dejado atrás, muchas de ellas fruto de la tortura que sufrió por

haber amado a alguien incondicionalmente, a pesar de que estaba prohibido.

Pero ella nunca miraba hacia atrás, o casi nunca solía a hacerlo, después de todo

aquella vida ya no volvería.

¿O quizás si?

Avivó la espuma con sales minerales y jabón y se metió en la bañera y dejó la mente

en blanco, por la pequeña ventana podía escucharse la fiesta en la piscina, atestada de

solteros y solteras en busca de posiblemente una última oportunidad para dejar de

estarlo. Pero no le molestaba el ruido.

Después de casi una hora salió de la bañera más relajada que nunca y se puso un

albornoz blanco con el sello del hotel.

Las voces hicieron que girase la cabeza extrañada, venían por el pasillo hacia ella, al

principio pensó que se trataba de un borracho que había conseguido a una mujer y

habían pedido una habitación para pasar la noche, pero, además de que una de las voces

le era curiosamente familiar, esta pedía ayuda a gritos.

--¡Socorro!—escuchó la voz de Agatha, la camarera--¡Que alguien me ayude!

Corrió hacia la puerta y la abrió de par en par, saliendo al pasillo.

Primero vio a la niña de antes, que corría hacia su dirección, tras ella, la camarera de

abajo hacía lo mismo, un hombre vestido con traje negro apareció tras ella, no corría,

caminaba sin prisa, como si supiera que al final las alcanzaría, y en parte así era.

El sonido de la puerta del ascensor, entre Alejandra y las mujeres, dejó paso a otro

tipo vestido con traje, la puerta de enfrente de Alejandra se abrió y un tipo gordo, con

gafas y vestido con pijama, se asomó también curioso por el ruido.

La niña de cinco años consiguió esquivar al tipo del ascensor, gracias en parte a su

tamaño y algo de agilidad, la camarera sintió un golpe de pánico y se detuvo,

posiblemente paralizada al verse rodeada por los dos hombres, su perseguidor la agarró

con fuerza por detrás y la joven intentó forcejear, en ese momento Alejandra supo que

estaba en problemas. Problemas muy serios.

--¡Agatha!—la llamó

Todo ocurrió como un baile perfectamente sincronizado, un baile de muerte, el tipo

que tenía a Agatha agarró la cabeza de la mujer y, con un movimiento brusco, partió el

cuello de la muchacha, apagando su grito como si se apagara de repente una canción, el

otro individuo se volvió hacia la niña con su mano dentro de su chaqueta.

La niña se detuvo ante la puerta de donde Alejandra la había visto salir pero no pudo

abrirla, el tipo sacó su arma, un arma grande y brillante, y disparó dos veces, ambas

balas dieron de lleno en la niña, que cayó muerta al suelo.

Alejandra se tapó la boca para no gritar, su vecino de enfrente observaba la escena

paralizado, sin saber qué hacer.

--¡Métase dentro!—le gritó Alejandra.

El disparo hizo que las gafas del hombre se rompieran, perfectamente partidas por la

montura, la bala atravesó la cabeza y dio en el marco de la puerta dejando un abanico de

sangre

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (29 Kb)
Leer 17 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com