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Burgueses,Obreros Y Comunistas

16242611 de Noviembre de 2014

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Burgueses, obreros y comunistas

Otto von Krauss

Hasta nuestros días, la historia de la humanidad, ha sido una historia de luchas de clases.

Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores feudales y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, siempre frente a frente, enfrentados en una lucha ininterrumpida, unas veces encubierta, y otras franca y directa, en una lucha que conduce siempre, a la transformación revolucionaria de la sociedad o al exterminio de ambas clases beligerantes.

Desde el principio de la historia, nos encontramos siempre la sociedad dividida en estamentos, dentro de cada uno de los cuales hay a su vez, una nueva jerarquía social con grados y posiciones. En la Roma antigua eran los patricios, los plebeyos, los esclavos.

En la Edad Media eran los señores feudales, los vasallos, los maestros, los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba. Y dentro de cada una de estas clases, nos encontramos también con matices internos.

La moderna sociedad burguesa, que ha surgido de las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho, sólo ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha; que han venido a sustituir a las antiguas.

Nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy y cada vez más abiertamente, toda la sociedad tiende a separarse, en dos grandes grupos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.

De los siervos de la gleba de la Edad Media, surgieron los villanos de las primeras ciudades, y estos villanos fueron el germen, de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía.

El descubrimiento de América o la circunnavegación de África, abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la ascendente burguesía. El mercado de la China y de las indias orientales, la colonización de América, el intercambio comercial con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario, que se escondía en el seno de la sociedad feudal ya en descomposición.

El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando, no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones profesionales, fue sustituida por la división del trabajo dentro de cada taller.

Pero los mercados seguían ampliándose, y la demanda de productos crecía sin cesar. La manufactura ya no era suficiente. La máquina de vapor, revolucionó los sistemas de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial, tuvo que dejar su puesto a los grandes magnates de la industria, a jefes de auténticos ejércitos industriales, a los burgueses actuales.

La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. Este imprimió un gran impulso al comercio, a la navegación y a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se acrecentaba la industria, el comercio, la navegación o los ferrocarriles; se desarrollaba la burguesía. Crecían sus capitales, e iba desplazando a un segundo plano a todas las clases sociales heredadas de la Edad Media.

Vemos, pues, que la moderna burguesía es como lo fueron en su tiempo las anteriores clases sociales, el producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales, operadas en los sistemas de comercio y de producción.

A cada etapa histórica recorrida por la burguesía, le correspondió una nueva etapa en el progreso político. Clase oprimida bajo el poder de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna”, una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses. En unos lugares se organiza en repúblicas municipales independientes y en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías. En la época de la manufactura, es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta, y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, conquista la hegemonía política y crea el estado actual representativo. El poder público es pura simplemente, un consejo que gobierna los intereses colectivos de la clase burguesa.

La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario. En donde ha conquistado el poder, ha destruido todas las relaciones feudales, patriarcales o idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales, y no dejó en pie más relación entre las personas, que el simple interés económico, el del dinero contante y sonante. Echó por encima del santo temor a Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y de la tímida melancolía del buen burgués; el jarro de agua fría de sus intereses egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero. Redujo todos los innúmeros derechos del pasado, que hacía tiempo que se habían adquirido y que estaban bien escriturados, a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Dicho en pocas palabras, sustituyó un régimen de explotación casi oculto por los velos de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen de explotación franco, descarado, directo, escueto.

La burguesía ha despojado de su halo de santidad, a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso respeto. Ha convertido en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia. La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían a la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares. La burguesía ha demostrado que esos alardes de fuerza bruta de la Edad Media, que los reaccionarios tanto admiran, sólo tenían su sustento, en la más absoluta vagancia. Hasta que ella no nos lo reveló, no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, que los acueductos romanos y que las catedrales góticas. Ha acometido movimientos de población, mucho mayores que las antiguas emigraciones de los pueblos o las Cruzadas.

La burguesía no puede existir, si no es revolucionando permanentemente los instrumentos y los medios de la producción, que es como decir, todo el sistema de la producción y con él todo el régimen social. Todo lo contrario que las clases sociales que le precedieron, pues estas tenían como causa de su existencia y pervivencia, la inmutabilidad e invariabilidad de sus métodos de producción. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las precedentes, por un cambio continuo en los sistemas de producción, por los continuos cambios en la estructura social, por un cambio y una transformación permanente. Se derrumban las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, junto con todo su séquito de ideas y creencias antiguas y venerables, y las nuevas envejecen ya antes de echar raíces. Se esfuma todo lo que se creía permanente y perenne. Todo lo santo es profanado, y al final, el hombre se ve constreñido por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.

La necesidad de encontrar permanentemente nuevos mercados, espolea a la burguesía de una punta o la otra del planeta. En todas partes se instala, construye, establece relaciones.

La burguesía, al explotar el mercado mundial, da un sello cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Entre los lamentos de los reaccionarios, destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales caen por tierra, arrolladas cada día por otras nuevas, cuya instalación es un problema vital para todas las naciones civilizadas. Por industrias que ya no transforman como antes, las materias primas del país, sino las traídas de lejanas tierras, y cuyos productos encuentran salida, no sólo dentro de sus fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas, que la producción del país no puede satisfacer suficientemente, tal como lo hacía en otros tiempos, sino que se reclama para su satisfacción, productos de tierras remotas y otros climas. Ya no reina aquel mercado local y nacional autosuficiente, en donde no entraba nada de fuera. Actualmente, la red del comercio es universal y están en ella todas las naciones, unidas por vínculos de interdependencia. Y lo que acontece con la producción material, sucede también con la espiritual.

Los productos espirituales de las diferentes naciones, vienen a formar un acervo común. Las limitaciones y peculiaridades del carácter nacional, son cada día más raras, y las literaturas locales y nacionales, confluyen todas en una literatura universal.

La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción y con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, arrastra a la civilización hasta a las naciones más bárbaras. El bajo precio de sus productos, es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de China,

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