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Movimiento Obrero


Enviado por   •  28 de Junio de 2012  •  2.232 Palabras (9 Páginas)  •  779 Visitas

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Todo empieza en la etapa conocida como el Porfiriato, cuando se vivieron muchos cambios de gran importancia. Entre otros, destaca el que está relacionado con el nacimiento del moderno proletariado industrial. Los antiguos talleres artesanales, administrados por su propio dueño y operados con técnicas tradicionales, fueron desplazados por las grandes fábricas, propiedad muchas veces de corporaciones internacionales y que contaban con la maquinaria más moderna. En esas fábricas eran empleados cientos y hasta miles de obreros, sometidos a un régimen que incluía jornadas de trabajo de 12 horas diarias y salarios que no alcanzaban a cubrir sus más básicas necesidades.

De esta manera, los cambios mejoraron las condiciones de vida y trabajo de los obreros. Por el contrario, los empleados de las grandes fábricas vieron cómo se ampliaba el repertorio de sus padecimientos: a los bajos salarios, la mala alimentación y la nula atención médica tuvieron que añadir la falta de vestuario y equipo adecuados, los accidentes y los numerosos inconvenientes derivados del hecho de vivir en la periferia insalubre de las grandes ciudades.

Para colmo de males, los trabajadores no contaban con organizaciones que los defendieran. El gobierno, aunque formalmente no objetaba ese derecho, procedía casi siempre de manera muy parcial, poniéndose del lado de los patrones. Sólo pudieron organizarse mutualidades y cooperativas, que favorecían el trato entre sí de los trabajadores y la formación de cajas de ahorro, pero que no podían actuar con su representación en los muy frecuentes casos de dificultades, ni mucho menos poner un alto a los abusos de los poderosos.

La Fundición Central, una de las dos más importantes industrias que se establecieron en Aguascalientes durante el Porfiriato, ofrece un buen ejemplo de la forma en la que eran tratados los trabajadores. Aunque se pagaban sueldos de un peso diario, mucho más altos que los que imperaban en otras empresas, era necesario desquitarlos con creces, en jornadas de 12 horas diarias, en medio de un ruido infernal y de hornos que despedían toda clase de emanaciones tóxicas. Las altas temperaturas, el acarreo de minerales recién fundidos, el desplazamiento de grasas y combustibles y la presencia permanente de gases venenosos eran algunos de los factores que permanentemente atentaban contra la salud y peor aun contra la vida de los trabajadores.

Las quemaduras de tercer grado, las caídas desde grandes alturas y los golpes eran cosa frecuente en la metalúrgica, aunque casi sin excepción las desgracias eran atribuidas a la negligencia de los obreros. En un periódico local se llegó a decir que los riesgos de trabajar en los hornos eran muy altos y que daba la rara casualidad de que ningún americano se empleaba en ellos. A los quemados, además, no se les proporcionaba ningún auxilio. Los salarios, aunque eran altos en términos generales, eran desiguales, pues no había extranjero que ganara menos de tres pesos diarios, y eso en labores donde no aspiraban los peligrosos gases metalíferos o carboníferos, mientras que a los jornaleros mexicanos se les asignaban las tareas más rudas y se les ponía muchas trabas para su pago.

En esa época hizo su aparición un fenómeno que con el paso del tiempo se consolidó hasta convertirse en una de las características distintivas de esta región del país: la emigración de los trabajadores. La relativa sobrepoblación de algunas regiones y la falta de oportunidades favorecieron el desarrollo de esa corriente migratoria. ¿Qué tantos trabajadores salieron y con qué destino? No pude encontrar datos precisos, pero es muy probable que los “enganches” hayan dado comienzo en 1895.

En su gran mayoría los enganchados eran campesinos, procedentes de haciendas cercanas a la ciudad de Aguascalientes, como Los Cuartos, Peñuelas, Santa María y La Punta. Había también albañiles, canteros y algunos otros trabajadores especializados. Unas veces eran llevados a Campeche o algún otro estado del sureste, con el propósito de que trabajaran en las plantaciones, y otras se les trasladaban a Chihuahua, en cuyas haciendas se les acomodaba como peones. También se les traía hasta la frontera, con el propósito de trabajar en el tendido de vías férreas. Algunos historiadores mencionan que se formó un proletariado móvil, que no tenía raíces en ningún lugar y que, incluso, pasaba parte del año en los estados norteamericanos fronterizos. Esos fueron los trabajadores que en 1910 engrosaron los ejércitos villistas, los cuales pudieron, sin ningún problema, desplazarse a lo largo de buena parte del país.

En el campo había cuatro tipos de trabajadores bien diferenciados. Por su número los más importantes eran los peones acasillados, que vivían en las haciendas y estaban atados a ellas por deudas que muchas veces no podían liquidar durante toda una vida de trabajo. Para ellos existían las tiendas de raya, que los abastecían de los enseres y alimentos más estrictamente necesarios, pero a precios exorbitantes En seguida tenemos a los temporaleros, que trabajaban en las haciendas sólo durante la época de la cosecha y que procedían de los ranchos y pueblos de indios cercanos. Eran trabajadores "libres", lo que significa que no eran sirvientes permanentes de las haciendas, aunque ello suponía también que durante los años de sequía carecían de la relativa seguridad con que contaban los acasillados. Después tenemos a los arrendatarios, que cultivaban a cambio de una renta anual fija porciones de tierra de extensión variable y que con frecuencia estaban obligados a prestar servicios en trabajo. A veces los arrendatarios podían hacer sus ahorros y convertirse en dueños de la tierra que ocupaban. Por último tenemos a los medieros o aparceros, que invertían su trabajo en el cultivo de las tierras del patrón y que compartían con éste lo cosechado. Su nombre lo debían al hecho de que los productos los compartían con el dueño de la hacienda.

Las mujeres, por su parte, aunque formaban una minoría de la población económicamente activa, o sea de la gente que tenía un trabajo remunerado, desempeñaron actividades muy importantes. Para no hablar de los hogares, en los cuales su participación siempre fue crucial e insustituible, se puede mencionar que muchas de ellas eran empleadas como dependientas en el comercio. Otras muchas fueron contratadas como trabajadoras en las fábricas de puros y cigarrillos, mientras que, gracias a la apertura del Liceo de Niñas, algunas tuvieron la oportunidad de convertirse en maestras, oficio en el que con el paso del tiempo tendrían cada vez más presencia. Había también tortilleras, costureras, lavanderas, criadas y nanas.

Los padecimientos de las trabajadoras fueron muy amplios. Las trabajadoras en tabacaleras, por ejemplo, añadían a los bajos

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