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Deontologia Generalidades

Mephiss7 de Noviembre de 2013

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El término deontología proviene del vocablo griego deon, deber, y logos, razonamiento o ciencia. Es una palabra que por primera vez empleó el economista, jurista, literato y filósofo inglés Jeremías Bentham (1748-1832), quien en su libro Deontology of the Science of Mora/ity desarrolló una doctrina que trata acerca de los distintos deberes del ser humano, todos ellos concebidos sobre una base utilitaris¬ta, aplicada a determinadas situaciones sociales.

Según Bentham, la deontología se refiere a los deberes que cada persona tiene consigo misma y con los demás; por tanto se diferencia del término ontología en cuanto que éste significa estudio del ser, y deontología estudio del deber ser. Por su parte, el Diccionario de la Real Aca¬demia define deontología como la "Ciencia o tratado de los deberes".

La palabra "deontología", que aunque lingüística y so¬cialmente no sustituye a las de "ética" ni "moral", ha ve¬nido a influir en un circulo cada vez más amplio de per¬sonas y culturas, ya que siendo "la ciencia que estudia el conjunto de deberes morales, éticos y jurídicos con que debe ejercerse una profesión liberal determinada", satisfa¬ce cualquier tipo de expresión o sentido axiológicos.. En este sentido, habla con plena precisión quien se refiere a la deontología del médico, del publicista, del psicólogo, del abogado, etc., y con ello implica el código de conducta bajo el cual tiene obligación de actuar el profesional que se desempe-ña en el ámbito de ésas o cualesquiera otras actividades. Sin embargo, es menester acotar que la deontología se nutre de dos vertientes: el derecho y la moral.

Como sabemos, nuestro derecho abarca los ordena¬mientos positivos que van desde el artículo 5º. constitu¬cional hasta la Ley de Profesiones y su reglamento, pa¬sando por los códigos Civil y Penal, la Ley Orgánica del Tribunal Superior de Justicia, la Ley del Notariado, la de los Servidores Públicos, y otras más.

En conjunto, no bastan las exigencias mínimas que las mismas prescriben para establecer un código de conducta profesional. Por tanto, y dada su generalidad, es preciso añadir, a las dis¬tintas deontologías, los principios éticos y valores pertinen¬tes en cada profesión, tales como la justicia, la equidad, la verdad, el bien común, y otros, los cuales harían las veces de hilos conductores que permitieran desempeñarlas con aceptación y honra sociales.

Un ejemplo es el secreto profesional, que es un deber deontológico de toda profesión. Sí no se cumple, se está en contra de los valores de lealtad y de justicia. También se comete el delito de "Revelación de Secreto Profesional" tipificado en el Código Penal y se viola lo dispuesto en el Código Civil y en la Ley de Profesiones.

PLANTEO DEL PROBLEMA

La Ética es, lo mismo que la Lógica, una materia filosófica. Pero a diferencia de ésta, la Ética tiene un carácter eminente-mente humano, o mejor, humanístico. Y la razón es que los problemas propios de la Ética atañen a cada persona de un modo íntimo. Cada uno puede sentirse hondamente implicado dentro de la solución de los temas que aquí vamos a estudiar. Todo el mundo, al menos en su madurez, ha tenido que plan¬tearse estos problemas, ha tenido que buscarles una solución, y ha tenido que adoptar vivencialmente una postura frente a ellos.

Por esto la Ética adquiere un interés primordial en la men¬talidad de cada estudiante. Llega un momento en que resulta imprescindible la solución a las cuestiones morales. No sólo por curiosidad, sino por necesidad vital, cada persona juzga inaplazable la respuesta satisfactoria a preguntas como las si-guientes:

1. El PROBLEMA DE LA DIFERENCIA ENTRE LO BUENO Y LO MALO.

¿Cómo se puede distinguir objetivamente lo bueno y lo malo? Es decir, ¿qué diferencia objetiva existe entre un acto bueno y otro que se dice malo? O, acaso, ¿no hay diferen¬cia objetiva, y todo depende de las personas que juzgan con¬forme a costumbres, educación, conveniencias o imposiciones? La solución de este problema es capital en la vida de cada uno. Quien de veras estuviera convencido de que todo es lo mismo y que no hay diferencia entre lo bueno y lo malo, seguramente llevará a cabo una conducta muy diferente a la de aquella per¬sona que esté convencida de lo contrario. Y por supuesto aun dentro de esta última posición todavía hay muchas variantes, pues algunos juzgan lo bueno y lo malo de acuerdo con un cri¬terio que para otros resulta equivocado, o al menos insuficiente.

De lo cual puede inferirse un nuevo problema de la Ética, que plantearemos a continuación.

2. EL PROBLEMA DE LA NORMA DE MORALIDAD. ¿Cuál es el criterio correcto para juzgar el bien y el mal? Podríamos seña¬lar desde luego algunos de ellos, que de hecho se utilizan en la vida diaria, para hacer notar enseguida la utilidad que prestan y la insuficiencia de que adolecen ante ciertos casos prácticos. Por ejemplo: actuar conforme a la conciencia, o bien de acuer¬do con la propia utilidad, o la intuición del momento, etc.

Para algunos basta actuar conforme a las leyes. Actuar de acuerdo con la ley es actuar bien, y por lo tanto ya no insisten más sobre este asunto. Desde luego que en la mayoría de los casos este criterio es suficiente. Pero se les puede plantear la siguiente pregunta: ¿con qué criterio se hacen buenas leyes? ¿O acaso todas las leyes son buenas? Claro está que el criterio definitivo para juzgar lo bueno y lo malo debe ser mucho más amplio que la adecuación con la ley. Hasta se podría objetar contra él (como lo hizo Kant) que hay personas que cumplen la ley de tal manera que su valor moral deja mucho que de¬sear; cumplen materialmente, pero su intención es torcida, inte¬resada, caen en un puro legalismo; en fin, carecen de valor moral. Como se puede ver, el criterio de moralidad, el criterio verdaderamente apto para juzgar lo bueno y lo malo, tiene que estar por encima de estas dificultades. Es, evidentemente, otro, y a su debido tiempo quedará propuesto y discutido. Por lo pronto lo que interesa es el planteo del pro¬blema para que se note cómo es fácil caer en soluciones inade¬cuadas, y cómo es necesario poseer una solución definitiva.

3. EL PROBLEMA DEL FIN Y LOS MEDIOS. ¿Basta la buena intención para actuar bien? Hay infinidad de personas que así piensan. Hagas lo que hagas -aconsejan a los demás-, lo importante es que lo hagas con buena intención". Sobre valori¬zan la buena intención. Claro está que este grupo de personas ya piensa con mayor sentido moral que aquellas otras que todo lo hacían consistir en la adecuación a la ley. Por lo pronto, han notado que la moralidad tiene mucho que ver con el in¬terior de la persona, con sus intenciones o finalidades, con el secreto de sus propósitos. Pero han sobre valorizado este aspecto interno y han descuidado el aspecto externo del acto que ma¬terialmente se está ejecutando. Como lo veremos a su debido tiempo, los dos aspectos deben tomarse en cuenta.

En torno a este problema es como surge aquella famosa tesis de Maquiavelo que decía: “El fin justifica los medios".

Es una verdadera lástima que haya personas que así piensen todavía.

4.EL PROBLEMA DE LA VALIDEZ UNIVERSAL DE LAS NOR¬MAS MORALES. ¿Las normas morales son fijas o cambian con el tiempo? He aquí uno de los mayores problemas de la ética. Hasta en las cafeterías se discute sobre este asunto; y no faltan algunos, aunque sea por esnobismo o por darse aires de sufi¬ciencia, que inmediatamente lo resuelven en el sentido del rela¬tivismo moral, es decir, “todas las normas morales son cuestión de costumbres o de necesidades que van cambiando con el tiempo, con el lugar y con las personas. Cada uno debe hacerse sus propias normas. No hay normas efectivamente universales; cada caso es distinto al otro y, por lo tanto, no admite la mis¬ma regla de solución". El relativismo moral ha sido muy soco¬rrido en estos tiempos. Algunos llegan hasta el amoralismo, que en la práctica se realiza como una completa indiferencia hacia toda norma moral. El existencialismo es la bandera que han adoptado éstos para apoyarse en su vida amoral. Pero ya estudiaremos a fondo el asunto para juzgar si tienen razón los que pretenden desligarse de la moral y de sus normas invaria¬bles. También veremos si efectivamente el existencialismo les concede la razón en esto.

5. EL PROBLEMA DE LA OBLIGACIÓN Y LA LIBERTAD. ¿Hay algunas leyes que efectivamente sean obligatorias en conciencia? y ¿en qué se fundamenta dicha obligación?

La obligación, el "deber ser", es quizás el tema más típico de la ética. Es un hecho del que todo el mundo tiene conciencia: el sentimiento de obligación. En nuestro interior percibi¬mos la obligación, el deber, que nos impulsa en determinada dirección. Pero entonces surge el problema: ¿tiene un funda¬mento dicho sentimiento de obligación? ¿No es, más bien, pro-ducto de la presión social o de la educación que nos han incul¬cado nuestros padres? ¿No es un rebajamiento del hombre el decidirse a actuar influido por una obligación que se impone desde el exterior? ¿No es acaso mucho más valiosa la conducta del hombre autónomo que no se somete a otros, sino sólo a sus propias decisiones?

Aquí está en juego el problema de la libertad, de la auten¬ticidad de la propia conducta; en una palabra, lo que se con¬sidera como lo más íntimo y valioso en cada uno, su decisión libre y sin presiones, por la cual se va forjando la propia vida. Tal pareciera

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