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EXPORTACIÓN DE CAPITALES HACIA AMÉRICA LATINA, DEPENDENCIA Y SUBDESARROLLO


Enviado por   •  5 de Agosto de 2014  •  5.765 Palabras (24 Páginas)  •  349 Visitas

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Después de haber alcanzado la independencia política formal América Latina cayó bajo una nueva forma de dominación: la económica, pues, burguesía local en lugar de profundizar un camino a la revolución democrático-burguesa, que posibilitara una real liberación nacional mediante la industrialización y la reforma agraria, prefirió consolidar los rasgos aberrantes de la economía, heredados de la Colonia, reforzando la función de países productores y exportadores de materias primas, concedió grandes facilidades al capitalismo europeo para la internacionalización masiva de sus productos industriales, que aplastaron a la incipiente artesanía local; “ dicho en otras palabras, nuestros señores y políticos se desnaturalizaban al aliarse con el capitalismo externo “ .

Lo específico de la dependencia de América Latina en el siglo XIX radicaba en que las tierras y las minas estaban en manos de los diversos sectores de la clase dominante. Esta situación varió a fines del siglo XIX con el inicio de la fase imperialista y la consiguiente inversión de capital financiero extranjero que se apoderó de las riquezas nacionales básicas transformando a nuestros países en semicolonias.

La caracterización de semicolonia permite precisar la transformación cualitativa que se operó a fines del siglo XIX. Este cambio significativo en nuestra condición de países dependientes, producido hacia 1890 al iniciarse la etapa imperialista, expresa que entre el período en que fuimos colonia española y en el que llegamos a ser semicolonia inglesa o norteamericana existió una época que tuvo características peculiares. Esta época, que cubre casi todo el siglo XIX, se caracterizó por una dependencia de la economía primaria exportadora respecto del mercado mundial.

La ganancia extraída a los trabajadores latinoamericanos por la burguesía criolla se realizaba en el mercado mundial mediante la venta de las materias primas. De una parte sustancial se apropiaban los capitalistas nacionales y otra iba a parar a las metrópolis, en concepto de compra de los productos manufacturados y del transporte de las materias primas, por carecer nuestros países de marina mercante nacional.

Esta porción de la plusvalía era drenada hacia las metrópolis europeas a través de los fluctuantes precios de nuestros productos fijados por el mercado mundial y también por la acción de los mecanismos financieros, como los empréstitos e intereses de las deudas contraídas por los gobiernos latinoamericanos.

La burguesía criolla se consolidó sobre la base del aumento de la demanda de materias primas por parte de una Europa en plena Revolución Industrial. La división internacional del capital-trabajo agudizó el proceso de dependencia porque en el reparto mundial, impuesto por las grandes potencias, a nuestros países les correspondió jugar el papel de meros abastecedores de materias primas básicas y de importadores de productos industriales.

En la misma medida que aumentaba la producción agropecuaria y minera en América Latina, crecía la dependencia hacia los países industrializados de Europa y los Estados Unidos.

Durante gran parte del siglo XIX, América Latina pudo conservar sus riquezas nacionales porque el desarrollo capitalista europeo no se fundamentaba todavía en la inversión del capital financiero en las zonas periféricas sino en sus propias naciones, en pleno proceso de industrialización. Los países llamados “satélites” contribuían al desarrollo de las metrópolis, abasteciendo sus necesidades de materias primas, hecho que permitió a la burguesía europea desplazar hacia la industria capitales que antes destinaba a la agricultura y minería.

América Latina se convirtió entonces en un continente clave para Europa y Estados Unidos, no sólo por la materia prima sino por constituir un mercado fundamental para la venta de sus artículos manufacturados.

Las metrópolis europeas no colocaron capital productivo, con excepción de las inversiones norteamericanas en el azúcar cubano, y de las inglesas en las minas de México, Chile y el norte argentino, que terminaron siendo poco rentables

La inserción plena de la economía latinoamericana en el mercado mundial, estimulada por la nueva división internacional del capital-trabajo, la modernización de los puertos, el aumento de las vías férreas y de las líneas telegráficas, la introducción de nueva tecnología y, fundamentalmente, la generalización de las relaciones de producción salariales, aceleraron el desarrollo de un modo de producción capitalista, obviamente distinto al capitalismo industrial europeo.

El comercio al por mayor estaba controlado en forma casi exclusiva por las casas extranjeras radicadas en la región.

La brusca variación de los precios de las materias primas en el mercado mundial puso al desnudo el carácter subordinado de nuestra economía, que se agravaba con las crisis cíclicas del capitalismo.

La devaluación monetaria fue otra resultante de la condición de región atrasada y dependiente. La adopción del patrón oro, impuesto por los bancos europeos, fijó un sistema cambiario basado en la convertibilidad internacional que acentuó la dependencia de nuestros países. Las casas exportadoras e importadoras y la burguesía criolla agro minera fueron altamente favorecidas con la depreciación de la moneda nacional, ya que recibían libras esterlinas por la venta de sus productos de exportación y pagaban salarios, impuestos y otros gastos en moneda devaluada.

La política de empréstitos internacionales agudizó el proceso de la dependencia. Este sistema crediticio permitió a las metrópolis no sólo cobrar altos intereses, sino también presionar sobre los gobiernos para obtener mayores ventajas comerciales, so pretexto del incumplimiento de los compromisos. Por eso, la historia de la deuda externa es parte consustancial de la historia del proceso de la dependencia.

El proceso de acumulación de capital, que hasta la década de 1880 era en parte nacional, experimentó un cambio significativo con la penetración del capital financiero extranjero en el inicio de la era imperialista mundial. Las riquezas nacionales comenzaron a pasar a manos de los empresarios extranjeros, iniciándose el proceso de semicolonización de América Latina y progresiva desnacionalización de sus riquezas.

El carácter de la dependencia experimentó un cambio cualitativo a fines del siglo XIX con la inversión de capital financiero extranjero en las principales actividades económicas. Hasta ese entonces, el capitalismo europeo no había efectuado inversiones directas significativas en las actividades productoras.

Las

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