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El machismo y desigualdad de género, de la mano con el arraigue religioso en el siglo XIX en Costa Rica


Enviado por   •  2 de Julio de 2017  •  Prácticas o problemas  •  3.661 Palabras (15 Páginas)  •  369 Visitas

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El machismo y desigualdad de género, de la mano con el arraigue religioso en el siglo XIX en Costa Rica

Esta es la historia una mujer que vivía en una zona rural de Costa Rica, en la cual su historia se remonta en medio del siglo XIX, donde se muestran sus vivencias enfocándonos en un punto de su vida, el matrimonio, y cómo superó el hecho de estar sujeta a una sociedad y una época en la cual para poder subsistir se dependía de la ganadería y la agricultura, en donde los derechos de la mujer estaban aún en pleno proceso de lucha y la religión católica era el mayor arraigue ideológico que se inculcaba desde la niñez.

Mi nombre es Adelaida Álvarez Álvarez, tengo setenta años de edad y cincuenta y dos años de casada, nací el 8 de septiembre de 1946. Crecí con mi madre y con mi padre junto siete hermanos más, éramos cuatro mujeres y cuatro hombres en total, siendo yo una de las menores. Juntos crecimos en una zona rural llamada Corozal, ubicada en el distrito de Lepanto del cantón de Puntarenas. Mi padre era originario de China, vino a Costa Rica en busca de una mejor vida a sus cuarenta años de edad, se casó con mi madre ese mismo año al estar ella bastante joven alrededor de los 16 años de edad, después de casarse se pasaron a vivir a Corozal y montaron un negocio de pulpería en la casa para vender diarios, mi padre era una persona muy callada y casi no hablaba español, tampoco era muy cariñoso ni con mi mamá ni con nosotros, al contrario mi madre era más llevadera con nosotros.

Lo que más recuerdo de mi niñez era jugar con mi hermano menor todos los días e ir a la escuela de lunes a viernes. En ese tiempo de mi niñez pude terminar la escuela hasta el quinto grado ya que no impartían sexto de la escuela, y en ese momento no se podía ir a otra escuela por la lejanía del pueblo. Siempre fui una niña bien portada, mis papás nunca me pegaron pero mi padre era de una carácter fuerte y decisivo, impaciente como el solo, se hacía lo que él decía en el momento, pero jamás al punto de pegarnos a mi o a mis hermanos, tampoco a mi mamá la llego a tocar nunca. Normalmente mis días eran ir a la escuela caminando, media hora de ida y media hora de vuelta, y al llegar a mi casa debía atender el negocio familiar de la pulpería lo que hacía también los fines de semana por lo que aprendí matemáticas y un poco sobre cómo administrar, otras veces me tocaba ir a traer agua a un pozo y llevarla a la casa, recuerdo esa época como una infancia normal, lo único fue que no pude terminar el sexto grado de la escuela en ese tiempo.

[pic 1] Adelaida a sus quince años (izquierda) 

Tiempo después de terminar el quinto grado de la escuela al poco tiempo de cumplir trece años, mi papá falleció de un derrame cerebral, después de su muerte fue un tiempo de dificultades para la familia en general, económicas y psicológicas, ya que él era la persona que sostenía nuestra familia, estaba encargado del negocio de la pulpería y era el que hacía la mayoría de productos para vender, de un modo u otro estábamos acostumbrados a su presencia, aunque yo no estaba muy apegada a él porque siempre fue una persona muy aparte de nosotros.

[pic 2] José Ajú Lee 

China poseía para los años 1900 la política comunista y estaba en proceso de revolución, por lo que en esta época muchos habitantes chinos optaban por encontrar nuevas y mejores opciones fuera del país emigrando a países americanos como Costa Rica. (Pardo, 2008 )

Después de su muerte pudimos sostener el negocio familiar por un tiempo gracias a que yo sabía un poco como administrarlo con mis hermanos, pero mis hermanos mayores fueron dejando la casa, yéndose a vivir y estudiar a otros lugares con otra familia de mi mamá en Puntarenas, la situación se tornó complicada ya que las responsabilidades fueron cayendo en mí y en los hermanos menores, por lo que después de un año debimos cerrar el negocio ya que no estaba produciendo lo suficiente para mantenernos, debido a esto tuvimos que encontrar otras formas de sostener la familia, entonces a los catorce años decidí buscar trabajo y logré entrar en una telefonía rural del pueblo, y con eso pude ayudar a mi familia con los gastos de la casa, las cosas fueron mejorando con el pasar del tiempo, y mamá tanto como yo llegamos jugárnosla sin mi papá, gracias a que las dos no apoyábamos una a otra y siempre le ayude en todo lo que pude, vimos un apoyo una en la otra. Después de encontrar una estabilidad, la situación familiar siguió normalmente por los siguientes años de mi adolescencia.

Aproximadamente 3 años después, dos hermanos mayores regresaron y se hicieron cargo de mamá, yo seguí trabajando y ahorrando dinero para mí para comprarme unas tierras en un futuro, en ese tiempo tenía alrededor de dieciocho años. Un día que salía para el trabajo de la telefonía, conocí a un hombre, se llamaba Lauro, y seguramente le gusté, porque después de ese día comenzó a llegar a la casa a verme casi todos los días, y a mí también me gustó, era trabajador y tenía su hablada. En poco tiempo me propuso que fuéramos novios y le dije que sí, fuimos novios alrededor de cuatro meses y me propuso que nos casáramos y yo le respondí que si con una sonrisa en el rostro, no pensé que fuera tan rápido porque igualmente todas las mujeres en ese tiempo se casaban a temprana edad como en el caso de mi mamá. El día del matrimonio iba con un vestido blanco, y un velo, me arregle lo más posible porque es un día único en la vida, invitamos a la familia de él y la nuestra, fue algo sencillo, nos casamos y compartimos con las familias.

[pic 3]

Adelaida Álvarez y Lauro Morera (día de su matrimonio)

Cuenta Adelaida que para esta época era muy visto y muy común que las personas se casaran a muy temprana edad, alrededor de los 16- 18 años de edad, y en algunos casos la mujer ni siquiera podía decidir con quién casarse, sino que lo decidían los padres de la joven, esto por una situación de estructura y cultura familiar que venía desde hace mucho tiempo. (Álvarez, 2017)

A la semana de habernos casado, nos pasamos a vivir a una casa aparte, en Jicaral, Puntarenas, en donde empezando el matrimonio ya empezaron los problemas, le pedí cuando llegamos a las casa que me ayudara con unos pollos de granja que nos había regalado mi mamá, para criarlos, y no quiso, me respondió que lo hiciera yo misma, entonces primeramente por ahí comenzó el mal carácter y el machismo. Luego la vida de todos los días se convirtió en yo echarme encima el trabajo y las tareas de la casa que no eran nada sencillas, no teníamos las facilidades ni las tecnologías de San José, por lo que para traer agua había que ir a sacarla a un pozo a media hora caminando y como él tenía que irse a trabajar temprano yo tenía que madrugar aún más para que el tuviera agua y desayuno listo para el irse, igual con la ropa, ya que no teníamos electricidad ni lavadora, debía ir a lavar la ropa en una quebrada a más de media hora de la casa para que el tuviera ropa limpia para trabajar, el ayudarme con algo de la casa, jamás, todo lo que fuera granjería, lavar, limpiar, coser, cocinar, labores de la casa nunca me ayudó con nada ni me pregunto alguna vez si necesitaba ayuda, Aun así llegaba a exigirme cosas de mala gana, muchas veces llegaba enojado del trabajo y a mí me tocaba comerme los enojos y los reclamos con los que no tenía nada que ver, porque para él las cosas que uno hacía siempre estaban mal, nunca se le podía quedar bien del todo, y siempre todo lo pedía con mal carácter, aun así siempre hice las cosas de buena manera para él.

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