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Historia económica de la Europa contemporánea


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  9.818 Palabras (40 Páginas)  •  135 Visitas

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                               Alba Ramírez Álvarez 1ºD GADE.

Historia económica de la Europa contemporánea.

La primera revolución industrial, que comenzó en el siglo XVIII y duró hasta más allá de mediados del siglo XIX, y que se produjo en Gran Bretaña, se caracterizó por la caldera de vapor – que hizo que pudiera disponerse de una energía no sólo mucho mayor, sino cualitativamente diferente de la del pasado, utilizando los stocks de carbón existentes en el subsuelo -, el acero y los ferrocarriles, además de una maquinaria cada vez más mecanizada para la producción de bienes en general ya conocidos. La química inorgánica permitió disponer, sobre todo, de potentes blanqueadores (la soda, el cloro), pero no era particularmente innovadora. Ésta revolución industrial no precisó de elevados niveles de educación; los inventos y las innovaciones podían ser llevados a cabo por individuos aislados, sin laboratorios particularmente equipados. La fabricación ya no se realizaba en el domicilio, como en la época preindustrial, sino en fábricas en las que era posible la división del trabajo y el uso de maquinaria especializada y de calderas de vapor cada vez más potentes. Esto favoreció la concentración de la población y constituyó un poderoso factor de urbanización.                                                                                                                                                               Sin embargo, las empresas seguían siendo en general de pequeñas dimensiones, muy dispersas y escasamente integradas en sentido vertical, y por tanto se mantenían con facilidad bajo el control del propietario, y no necesitaban de capitales ingentes, excepto los ferrocarriles. Los sindicatos de trabajadores comenzaron a organizarse en la primera mitad del siglo XIX, pero más por oficios que por sectores.

La segunda revolución industrial comienza justamente en la segunda mitad del siglo XIX y continúa hasta mediados del siglo XX. Se basa en la electricidad (todavía de debo voltaje, para los teléfonos), el motor de explosión – que funciona con un derivado del petróleo, la gasolina, y no con carbón -, utilizado particularmente por el automóvil y el aeroplano, y la química orgánica. Todas estas innovaciones son, desde el punto de vista científico, más complejas que las de la primera revolución industrial y requieren niveles de cultura y educación mucho más elevados para crearlas. Por tanto, se necesita una difusión sistemática superior (comienza la era de los ingenieros) para poder incorporarse a esta nueva tecnología. Las universidades y las empresas crean laboratorios de investigación, para el perfeccionamiento continuo de los productos y de los procesos.                                                                                                                                Pero la consecuencia más importante de la segunda revolución industrial fue la necesidad de grandes capitales para empresas que en general ya nacían con unas dimensiones mayores que las de la primera revolución industrial. Esto, por un lado, generó la necesidad de hallar canales de financiación más sólidos que las finanzas privadas (los grandes bancos mixtos, la bolsa) y, por el otro, estimulo el progresivo aumento de la dimensión de las empresas, para llegar a un cierto control del mercado y a explotar cada vez mejor las economías de escala. Así fue como en ciertos ambientes favorables a estos desarrollos, particularmente en Estados Unidos y Alemania se consolidó la gran empresa, que proporcionaba un incentivo adicional a la concentración de la población en grandes conurbaciones favoreciendo la formación de potentes sindicatos de sector.

La tercera revolución industrial comenzada más o menos a mediados del siglo XX y que todavía está en curso. Se basa en la energía nuclear, los materiales artificiales (plástico), la bioquímica (antibióticos, ingeniería genética) y la electrónica. Los noveles de educación necesarios para producir novedades son muy elevados, por encima del nivel universitario; los inventos son cada vez más el resultado de un trabajo de grupo en laboratorios muy especializados. La electrónica ha determinado cambios sustanciales en los hábitos de vida y de trabajo. Ya no existe la tendencia a la concentración de la población en torno a los enormes complejos industriales de la segunda revolución industrial, ya que ahora la producción puede fragmentarse en instalaciones descentralizadas, conectadas unas con otras para la necesaria coordinación mediante ordenadores, e incluso en pequeños laboratorios artesanales. También por lo que se refiere al trabajo de oficina ya se está introduciendo el teletrabajo, por medio del ordenador (trabajar desde el propio domicilio).                                                                                                   Otra novedad de esta tercera revolución es el gran aumento de la ocupación en los servicios (era postindustrial).

Modelos de imitación de la Revolución inglesa.

Tres son los factores que han determinado un proceso de imitación de la revolución industrial inglesa por parte de muchos países industriales europeos.                                                                               – El hecho de compartir con Gran Bretaña los elementos que habían conducido a la revolución industrial.                                                                                                                                                 – La rápida circulación de las informaciones, que mostraban a quienes se habían quedado rezagados la viabilidad de ciertos avances (efecto demostración).                                                                                  – El espíritu de competencia que siempre ha animado a las naciones europeas, y que ha conseguido neutralizar la pérdida relativa de poder de una nación frente a otra (equilibrio de poderes).

  • Bélgica.    

Era el país con una dotación de recursos más parecida a Inglaterra, con una larga tradición marítima (puerto de Amberes), comercial y manufacturera preindustrial (en Flandes). Poseía una significativa inmigración de empresarios. A pesar de haber pertenecido a diferentes naciones, cultivó sus propios intereses económicos. Primero le tocó el turno a la lana (siglo XVIII), después vinieron las minas (carbón), las máquinas hiladoras (W. Cockerill). La industria algodonera se localizó ya a finales del siglo XVIII, la mecanización se extendió al lino. Surgieron a continuación las refinerías de azúcar, fábricas de vidrio, astilleros, y después fábricas de material ferroviario y tranviario. Finalmente se desarrolló la industria química.                                                                                                                                      Para reforzar y coordinar esta intensa actividad empresarial se fundó, en 1822, la Société générale pour favoriser l’industrie nationale des Pays Bas, conocida desde 1830 como Société Générale de Belgique, un particular banco de inversión.                                                                                                 Así fue como en 1840 Bélgica era el país más industrializado del continente y lo siguió siendo hasta la primera guerra mundial.

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