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LA MORAL Y EL DERECHO

LAIDYT13 de Febrero de 2014

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Kant y Marx: la moral, el derecho y la ley fundamental de la sociedad moderna

La lucha revolucionaria como condición de posibilidad de la moralidad

Jesús García de las Bayonas Delgado

No tiene la polis peor enemigo que el tirano bajo

quien no puede haber leyes comunes, sino que

gobierna teniendo en sus manos la ley, no

gobernando equitativamente.

Eurípides Las suplicantes, 429-430

Usualmente se ha convenido en presentar a la lucha revolucionaria como

incompatible con la moralidad kantiana y, a su vez, el respeto kantiano a la ley

moral como contradictorio con la lucha y acciones revolucionarias. En lo sucesivo

trataremos de desmontar tales tesis y demostrar justamente lo contrario: que, lejos

de contraponerse, la lucha revolucionaria es el único modo de cumplir las

exigencias del imperativo categórico (kantiano) en condiciones capitalistas.

Pasamos, a continuación, a exponer los argumentos que, a nuestro entender,

avalan dicha tesis.

La moralidad, la libertad y la legalidad (en Kant):

Según el propio Kant, la principal formulación del imperativo categórico o

principio supremo de la moralidad sería la siguiente: “obra de tal modo que la

máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de

una legislación universal”i. Esto es, obra de tal modo que pueda presuponerse el

principio según el cual obras de modo universal y que, por tanto, este principio

según el cual obras sea, por ello, necesario.

La única forma de cumplir lo anterior sería hacer depender el querer o

determinación de la voluntad de la mera forma de ley o forma de la universalidad,

y no, por tanto, hacerla depender de la materia u objetos de la facultad de desear.

Puesto que el hacer de nuestras representaciones subjetivas de los objetosii

inmediatamente el fundamento de determinación de la voluntad o el principio por

el que obramos no pone en juego necesidad alguna; debido, precisamente, a que se

fundamenta únicamente en una especial relación del sujeto con el objeto. No

constituyendo, por consiguiente, necesidad alguna. Este principio supremo de la

moralidad kantiana no dice, por tanto, nada más que lo siguiente: obra de tal modo

que lo que quieras lo quieras al mismo tiempo para todos (incluyéndote por

supuesto a ti) y según una ley universal; de manera que lo quieras para ti lo

quieras al mismo tiempo para los demás, y ello, además, sin contradecirte. De

forma que para querer algo, la única forma de hacerlo conforme a la ley moral

sería querer que ello aconteciera según una ley universal y haciendo que esa

aptitud para ser principio de una legislación universal sea el fundamento o motivo

de determinación de tu voluntad.

Ahora bien, según lo anterior cabría, por tanto, delimitar un imperativo, una

necesidad práctica; donde necesidad práctica es igual a validez (práctica), o lo que

es lo mismo, un debe (ser) o ser en términos negativos: de lo que no ocurre pero

debe de suceder. Y, por lo mismo, un principio inteligible a partir del cual medir

nuestras acciones, y desde el que, por qué no, juzgar el mundo.

Pero habría, antes de esta libertad en sentido positivo o libertad como idéntica a

moralidad, una libertad anterior: la libertad en sentido negativo. Una libertad

negativa que viene dada por una independencia de nuestra voluntad del

mecanismo causal y que tiene como consecuencia la independencia o

espontaneidad de nuestras acciones. Una independencia del mecanismo causal o

espontaneidad absoluta en la serie del tiempo que es la que hace tengamos libertad

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