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LA POLITICA IMPORTA Democracia Y Desarrollo En América Latina


Enviado por   •  17 de Octubre de 2013  •  2.750 Palabras (11 Páginas)  •  415 Visitas

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LA POLÍTICA IMPORTA

Democracia y desarrollo en América Latina

la política importa es un libro que aborda con éxito la relación que a mi modo de ver ha sido insuficientemente explorada entre política y desarrollo y lo hace desde la perspectiva de la adhesión a la democracia como sistema político, que es la perspectiva que nos interesa como opción valórica.

El libro tiene la virtud de tratar prácticamente todos los aspectos del proceso democrático desde las tendencias en el apoyo de la opinión pública, la participación electoral, el funcionamiento de los partidos políticos, la gobernabilidad democrática y las instituciones de la democracia.

Quisiera centrar mi análisis en relación a una tesis que cruza toda la publicación: el de la centralidad de la política para el desarrollo.

Como todos sabemos América Latina realizó después de la crisis de los 80 un enorme esfuerzo para reorientar su estrategia de desarrollo, para no desengancharse de un mundo que cambiaba rápidamente para lo cual debió hacer un rudo pero imprescindible ajuste.

Transcurrida la mitad de la década del 90 la región mostraba avances y rezagos.La mayoría de los países de la región habían logrado una recuperación económica moderada con una expansión promedio del 3.2% entre 1991-1996, significativos avances en cuanto a la estabilidad macroeconómica, y una creciente diversificación de las exportaciones, el acceso a mayores niveles de financiamiento externo y un marcado incremento de la interdependencia económica de los países de la región, impulsado por una nueva generación de acuerdos formales de integración.

Y si bien en relación con la pobreza los logros obtenidos eran muy diferentes, de acuerdo a cada país se obtuvo en los primeros años un descenso del 41% al 39%. Sin embargo la medianía de los avances realizados por la región hacia la mitad de los años 90, se volvieron cada vez más frágiles hacia el final de la década para conformar en los inicios de los 2000 una situación francamente negativa poniendo en cuestión no sólo lo avanzado sino la sostenibilidad de los esfuerzos realizados para integrarse con éxito a la economía mundial.

En efecto la actual fase “oscura” de la globalización ha traído perturbaciones que han resultado devastadoras para la región. Las perturbaciones de los mercados financieros y su rápida e indiscriminada propagación, han mantenido siempre presente la perspectiva de una nueva década perdida.

Este proceso negativo culminó en los problemas recesivos del año 2010, que llevó a retrocesos tanto en los indicadores políticos, económicos y sociales, la crisis de Argentina, la caída de Uruguay y Paraguay, la situación de Venezuela, la incertidumbre de la economía brasileña, configuraron una realidad sombría en donde hasta las economías más sólidas como la de México es alcanzada por la recesión y la economía chilena si bien logró defenderse, lo hizo con ritmos más bajos de crecimiento.

Sin embargo en los años posteriores, se abrieron un panorama relativamente más positivo para los países de la región marcado fundamentalmente por la caída de la incertidumbre en Brasil, por una nueva perspectiva en Argentina, aún cuando la situación política de los países del Área Andina por el contrario se han tornado más peligrosamente inestables.

Sin duda para explicar esta situación existen muchos factores económicos, internacionales y nacionales, pero es evidente que la imbricación con la fragilidad política es mucho mayor de lo que hemos solido pensar en el pasado y tiene que ver profundamente no solo por lo que señala Rodrik en el sentido que la economía está inmersa de un conjunto de políticas ajenas a ella, sino porque en un mundo difícil y competitivo donde cada vez más los esfuerzos de los países deben ser sistémicos para tener éxito, el déficit de los sistemas políticos se convierte en un obstáculo insalvable para el desarrollo.

América Latina tiene una historia muy lábil en materia democrática, baste señalar que en 1930 la región contaba con sólo 5 gobiernos democráticos; en 1948 con 7; y en 1976 con apenas 3.1 Los profundos avances en este terreno en las últimas décadas en la que prácticamente en América Latina el conjunto de los países con mayor o menor solidez ha adoptado el sistema democrático constituyen un patrimonio a la vez precioso y precario.

En la fragilidad de la construcción democrática en la región se reflejan tanto problemas comunes a los sistemas democráticos en todo el mundo como asimismo los límites históricos de su propio desarrollo y su pesada herencia de discontinuidad democrática.

A nivel mundial la democracia se encuentra tensionada tanto por el proceso de globalización y de revolución de la información que genera la centralidad de la imagen, la tendencia a una “doxocracia” sin límites y los peligros de una relación perversa entre política y espectáculo que pone cuestionamientos no menores al rol de los partidos políticos, del parlamento, a la relación entre electores y elegidos y a la producción de sentido de la política. Como asimismo por el proceso de dualización en sociedades donde los mecanismos tradicionales de integración tienden a bloquearse y aparecen fenómenos crecientes de exclusión y fragmentación social.

Estos problemas se presentan en América Latina y el Caribe agravados por la desigualdad y la exclusión social a los que se suman fenómenos de creciente extensión como la economía criminal generada por el narcotráfico y prácticas extendidas de corrupción que tienen un efecto cancerígeno sobre el funcionamiento del sistema político.

Los problemas más arriba señalados explican el porqué en los estudios dirigidos a medir la percepción de la gente sobre la democracia en la región aparece que si bien ésta sigue siendo considerada mayoritariamente como el sistemapreferible los niveles de satisfacción son sensiblemente más bajos cuando se refieren a su funcionamiento y eficacia para responder a las demandas de la población.Esto ha llevado a resurgimientos de atmósferas sociales que pueden minar los sistemas institucionales de negociación de los conflictos y favorecer las ofertas populistas de origen corporativo, de reacciones identitarias antimodernas de distinto signo, desde las autoritarias hasta de “revivals” revolucionarios.

La aguda percepción de injusticia social, de que quienes pagan las crisis son “los de abajo”, la visión en varios países de las elites políticas como elites corruptas y de la globalización como una conspiración de los países ricos para explotar a la región es una realidad que se refleja en el incremento de posiciones nacionalistas y en el descrédito de muchos de los gobernantes en la opinión pública, en el desprestigio de los partidos políticos y en la extrema volatilidad del voto.

El análisis de una región que avanzaba con problemas pero con resultados medianos ya no se tiene en pie: Hoy aparece cuestionada en la escena latinoamericana, la sostenibilidad misma de la globalización y el peligro de perder lo avanzado es real.

Los requerimientos profundos de América Latina para retomar el camino del desarrollo que se relacionan con el aumento de su competitividad y con la ruptura de la transmisión intergeneracional de la desigualdad social, se enfrentan hoy día a dos obstáculos enormes que se auto alimentan negativamente. El primer aspecto está dado por la asimetría en las relaciones internacionales que hace particularmente vulnerables a los países en desarrollo cuyos esfuerzos están siempre amenazados por un nivel de incertidumbre demasiado alto.

Se requiere por tanto permitir que el esfuerzo de los países de la región por ordenar sus economías y alcanzar el desarrollo sean protegidos de la volatilidad financiera internacional y que se generen condiciones para una nueva arquitectura financiera internacional.

El segundo aspecto es la necesidad de superar la actual debilidad política de los países de la región. Se hace indispensable el desarrollo de sistemas políticos que permitan capturar la diversidad pero que generen cohesión social, reglas del juego respetadas y transparentes. Reivindicación de lo público y de un sistema democrático fuerte que solo puede ser fruto de un sistema político con gran capacidad de agregación y con una vocación a la vez de integración al mundo y de reducción de las desigualdades en sus múltiples manifestaciones.

Surge entonces como tarea fundamental realizar un gran esfuerzo de fortalecimiento de la democracia. Tal esfuerzo pasa necesariamente por aumentar la capacidad inclusiva del sistema democrático y generar una ciudadanía efectiva y participativa.

Si la institucionalización de la democracia tiende hoy a girar en torno a la idea de amplios acuerdos, esto contrasta con la falta de presencia pública y de acceso a decisiones de una parte importante de la población. Amplios sectores que se encuentren marginados del desarrollo productivo, territorialmente segregados y sin capacidad para ser representados por los partidos políticos, no acceden al diálogo político.

De otra parte la falta de confianza ciudadana en los organismos de justicia, protección y seguridad, generan condiciones para la transgresión de la ley y la instalación de cimientos de violencia.

Finalmente una forma no menor de obstáculo al fortalecimiento democrático se encuentra en la falta de acceso de una parte de la población al uso ampliado del conocimiento, la información y la comunicación que son indispensables para adaptarse a los nuevos escenarios productivos, a la participación en el intercambio comunicativo de la sociedad y a un acceso igualitario a la vida pública.

Reforzar el orden democrático supone en consecuencia desarrollar un compromiso de todos los actores y sectores sociales de respeto a las reglas de procedimiento de la institucionalidad democrática, articular los grupos sociales heterogéneos dentro de un sistema político capaz de representar sus demandas, vale decir, capaz de institucionalizar políticamente estas demandas y traducirlas en intervenciones que asignen recursos para alcanzar niveles de equidad aceptable, desarrollar mecanismos propios de la sociedad civil que fortalezcan relaciones de solidaridad y responsabilidad social, impulsar una cultura pluralista que favorezca mejores niveles de inclusión, confianza, convivencia y comunicación, y alentar la filiación progresiva de grupos sociales a redes de apoyo o interacción que les permitan una mayor integración y participación.

Fortalecer entonces la democracia en América Latina y el Caribe se liga fuertemente al logro de una mejor calidad del proceso de desarrollo que le permita generar niveles de equidad que establezcan una “línea de civilización” por sobre la cual se encuentre el conjunto de la sociedad.

Es por lo tanto un esfuerzo que supera ampliamente la sola modernización del Estado o una batería de políticas públicas por justas que ellas sean.

Significa generar espacios públicos más amplios de voz ciudadana que dote a todos los sectores sociales de mayores oportunidades y establecer una relación contractual que pueda determinar de manera regulada el alcance, el ritmo y la profundidad de las transformaciones económicas y sociales. Significa también defender y potenciar la existencia de un ámbito público y republicano que conviva con el mercado y la globalización, asegurando la igualdad de oportunidades y una red de protección frente al infortunio. Al mismo tiempo debe propender a superar la dialéctica de la negación del otro, y potenciar un tejido intercultural que ayude a la región a acceder a los desafíos universalistas de la modernidad. Solo así pueden revertirse los procesos de fragmentación social en curso y fortalecerse el sistema democrático.

Para todo esto,el libro “la política importa” nos da varias informaciones, pistas de análisis y una visión equilibrada de lo alcanzado y los problemas en curso cuya virtud central es no solo referirse a los mecanismos judiciales e institucionales necesarios para llevarlos a cabo sino al ethos cultural que le da vida.

El tema de la confianza es un tema central de la democracia, desterrar la relación amigo-enemigo, desarrollando los espacios y posibilidades donde los conflictos naturales de intereses pueden resolverse. Pasar de la pluralidad al pluralismo y de la tolerancia pasiva a la tolerancia activa solo se puede resolver a través de un camino laborioso gradual, pero urgente frente a las crisis que hoy vivimos en la región, que como bien sabemos son demasiadas y demasiado dramáticas. En mi opinión debemos trabajar obstinadamente poniéndonos metas alcanzables más cercanas, como señala Levi Strauss, a un humanismo modesto que a un humanismo exasperado, pero esto no tiene que ver ni con el inmovilismo ni con la renuncia a actuar.

Creo que sigue siendo posible la libertad individual como el interés colectivo, conjugar libertad individual con el interés ciudadano y no confundir a este con la suma de intereses corporativos es la base esencial para la generación de un ethos de confianza que a su vez constituye la piedra angular de la democracia.

Es por ello queresulta claro, que la política importa en el proceso de crear, concretar y garantizar la sostenibilidad de instituciones legítimas y adoptar políticas públicas que funcionen en beneficio de toda la ciudadanía. En términos más precisos, es la calidad de la democracia lo que importa. El ejercicio de los derechos políticos y civiles no sólo tiene valor democrático intrínseco de ampliar el rango de posibilidades y opciones de la ciudadanía; también tiene el valor instrumental de identificar y conceptualizar sus necesidades, y de estructurar políticas e instituciones para abordarlas de la manera más eficaz.

Por lo tanto, y en oposición a una línea de pensamiento vigente en el pasado, la tarea de construir un sistema democrático legítimo, representativo y eficaz no es algo que pueda postergarse hasta que exista un nivel adecuado de desarrollo. Más bien, considerando que es indispensable para fortalecer las instituciones y poner en práctica políticas públicas efectivas y duraderas, el buen funcionamiento democrático es una condición sine qua non para un desarrollo equitativo y sostenible.

Como lo señaló Dani Rodrik (2000), las instituciones “relacionadas con la economía de mercado” están necesariamente “inmersas” en un conjunto de instituciones “políticas” ajenas a esa economía. Para contar con instituciones eficientes relacionadas con la economía de mercado, pareciera necesario disponer de instituciones políticas democráticas que permitan garantizar la creación de normas justas y eficientes, que se dicten y apliquen de manera equitativa y sistemática. Para ser adecuadas y eficaces, estas instituciones relacionadas con la economía de mercado deben adaptarse a las condiciones sociales, económicas, históricas y culturales y a las necesidades propias del país en cuestión. Dada la imposibilidad de contar con modelos de validez universal, la creación y la permanencia de las instituciones dependen de una participación ciudadana amplia y eficaz mediante instituciones representativas y bien desarrolladas. A la luz de este razonamiento, las instituciones políticas democráticas pueden verse como “metainstituciones” subyacentes de un universo más amplio de instituciones que apoyan la economía de mercado.

Podría decirse, entonces, que el ejercicio efectivo de la democracia es fundamental para contar con un sector público eficaz y para el establecimiento de un marco legal que propicie el desarrollo social y económico. La adopción de políticas públicas eficaces, justas y sustentables, la asignación justa y eficiente de los recursos públicos y la provisión efectiva de servicios públicos dependen de la existencia de instituciones representativas que permitan tomar en cuenta las preferencias e intereses de la ciudadanía. Es necesario que la adopción y aplicación de políticas públicas considere plenamente las opiniones de la extensa gama de organizaciones de la sociedad civil, sin caer presa de ningún grupo particular ni de un conjunto estrecho de intereses. Ello requiere que los ciudadanos y las organizaciones de la sociedad civil tengan la oportunidad de expresar sus preferencias e incidir en la toma de decisiones, y que las instituciones representativas puedan incorporar esas preferencias en políticas de consenso que cuenten con bases amplias de apoyo social.

La toma de decisiones en estos términos no sólo será eficaz, pues tales decisiones responderán a las preferencias y necesidades de la sociedad, sino que también es más probable que estas gocen de observancia y legitimidad sociales y que sean duraderas.

Resulta sorprendente que, pese a esa centralidad de las políticas y las instituciones, durante mucho tiempo no se realizaran grandes esfuerzos para estudiar de manera sistemática y ampliamente comparativa las reformas políticas del período, y evaluar hasta qué punto albergan o no la posibilidad de aliviar los problemas de gobernabilidad que tanto afectan las posibilidades del desarrollo. ¿Cuáles han sido las principales tendencias regionales en materia de reformas con respecto a las diferentes dimensiones institucionales? ¿Cuáles han sido y son los efectos probables de estos cambios en el funcionamiento de la democracia? ¿Qué sugieren estas experiencias sobre los tipos de reforma política que se requieren con mayor urgencia para el futuro inmediato?

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