La Escuela Crea Padres Ignorantes
brandon1192020 de Mayo de 2015
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¿Y cómo puede el sistema educativo, creado para potenciar y alimentar el desarrollo de las personas, producir ignorancia?
Ser padre o madre es una habilidad, una competencia. Y una ciertamente compleja y de gran responsabilidad. Como el resto de habilidades y competencias, ésta también requiere un aprendizaje.
Aquí es donde la escuela interviene para producir (de forma involuntaria, por supuesto) ignorancia en los futuros padres y también en los padres de los actuales alumnos. No es sólo que no preste atención explícita a este hecho (tenemos una asignatura de matemáticas, con más de 1.000 horas lectivas asignadas en la educación obligatoria, cuando ni un 1% de los alumnos acabará siendo matemático*, mientras que casi un ochenta por ciento de ellos tendrá descendencia, y no existe nada parecido a una signatura llamada 'maternidad' o 'paternidad', ni un trabajo explícito del aprendizaje de estas habilidades), ya que esto no 'produciría' ignorancia, sino simplemente nulo aprendizaje.
La escuela, con su actividad, planteamiento, enfoque e interpretaciones interfiere de diversas formas en el desarrollo y adquisición de las habilidades y conocimientos necesarios para llevar a cabo la labor parental de forma adecuada. Veamos cómo se producen estas interferencias.
En la sociedad actual, prácticamente todos los padres y madres han estado escolarizados, y un amplísimo porcentaje de abuelos también, con lo que los efectos de la escuela son ya multigeneracionales. Tendremos en cuenta este hecho en nuestro análisis, aunque limitándolo, para simplificar, sólo a dos generaciones: padres e hijos.
La primera interferencia escolar que describiré actúa de forma indirecta en el proceso de desarrollo de los padres cuando éstos asisten a la escuela durante su infancia. La dedicación escolar y la organización social consecuente establecen un distanciamiento artificial entre padres e hijos, e impide a éstos un acceso integral y extenso a las prácticas educativas de sus padres (y también a las de otros padres). Dado que los expertos es esta labor (como en cualquier otra actividad humana) son los que están realizándola, este distanciamiento supone una barrera al acceso del conocimiento de estos expertos, y un empobrecimiento acumulativo de este aprendizaje, al disponer sólo de retazos inconexos del mismo, y no de una interpretación integral. Esta barrera se está reforzando cada vez más, limitando la ventana de relación entre padres e hijos, con una escolarización cada vez más extensa, con intensas actividades extraescolares y con todo un abanico de usos de dispositivos electrónicos y otras ocupaciones que compiten por el tiempo disponible y que levantan barreras de comunicación prácticamente infranqueables entre padres e hijos.
Éste es para mí el punto más importante del efecto que sufren los padres desde la escuela. Como toda habilidad, la labor paterna requiere de aprendizaje, de experiencia, de cometer errores y de corregir actitudes. Es un desarrollo continuado y constante, de adaptación y respuesta a las características, intereses y necesidades del niño y a la evolución de las mismas. Pero esta participación paterna y materna en la educación de sus hijos es limitada y adaptada por la escuela, interfiriendo en el aprendizaje de los padres que por mero contacto continuado con sus hijos va forjándose de forma natural. La interpretación conductual, la estructura jerárquica y la escala de valores impuesta desde la escuela afecta a la actitud de los padres, condicionando su comportamiento y constituyendo una camisa de fuerza a sus actitudes**. Para que se produzca aprendizaje (por parte de los padres), es necesaria la conciencia de esta necesidad de aprender y de que este aprendizaje se ha de producir en el día a día de la relación con los hijos, a partir del feedback recibido, y tomando los posicionamientos pedagógicos
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