La Guerra De Todo El Pueblo
chokolotroy19 de Enero de 2013
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La Guerra de todo el Pueblo.
"La tarea de los teóricos es desarrollar una teoría que mantenga un balance entre la trinidad de la guerra: el pueblo, el gobierno y el ejército" (Clausewitz)
Estamos en que la estrategia adecuada para confrontar una agresión imperialista a nuestra nación mediante un conflicto asimétrico, es la Guerra de todo el Pueblo.
Involucrar a nuestro pueblo en tal propósito plantea grandes desafíos a los líderes de la revolución bolivariana, particularmente en lo relacionado con la capacidad política y la elevada consciencia de las masas populares. El pueblo necesita conocimiento y conciencia del difícil arte de la guerra. No olvidemos que el arte de la guerra exige una actividad consciente no solo por parte de quienes se proponen dirigir la Guerra de todo el Pueblo, sino, además, por parte de las masas que la protagonizan. Mao señalaba que "la actividad consciente es un rasgo característico del hombre. El hombre manifiesta fuertemente este rasgo característico en la guerra. La victoria o la derrota en una guerra, por supuesto, dependen de las condiciones militares, políticas, económicas y geográficas de ambos bandos, de la naturaleza de la guerra de cada uno y del apoyo internacional de que cada uno goza, pero no solo de esos factores; todos ellos no hacen más que proporcionar la posibilidad de la victoria o la derrota, y no deciden por si mismos el desenlace de la guerra. Para decidir el desenlace de la guerra es preciso agregar el esfuerzo subjetivo, esto es, la dirección y la conducción de la guerra, o, dicho de otro modo, la actividad consciente de la guerra " (Selección de Escritos Militares. pag. 250).
Parte de la actividad consciente de la guerra es el conocimiento de sus leyes o principios. Mismos que sirven de sustento a la Guerra de todo el Pueblo.
Hay dos referentes en cuanto a los principios de la guerra. Examinémoslos a profundidad.
Pero antes de hacerlo, señalemos que para Clausewitz existe una trinidad de elementos que son intrínsecos a toda guerra: el objetivo político, la pasión popular y los instrumentos operacionales. El buen resultado de este último depende de él buen desempeño de los otros dos elementos de la trinidad. El primero es la credibilidad de los objetivos políticos y la resultante motivación política, psicológica y moral que ellos provoquen en la sociedad. El segundo, o sea la disposición o buena voluntad del pueblo para resistir los sacrificios necesarios con el fin de lograr una conclusión exitosa del conflicto, está estrechamente relacionado con el primero.
En la actualidad el ejército norteamericano, bastante experimentado en las guerras imperialistas, opera en consideración a las siguientes leyes:
1. Objetivo. Toda operación militar debe ser dirigida hacia un objetivo claramente definido, decisivo y alcanzable.
Como una desviación del objetivo político, el objetivo militar estratégico de una nación en guerra debe ser aplicar cualquier grado necesario de fuerza para permitir alcanzar el propósito político u objetivo por el cual la guerra se ha desatado.
Las operaciones militares tácticas deben dirigirse hacia objetivos tácticos claramente definitivos, decisivos y alcanzables que ayuden finalmente a la consecución de objetivos estratégicos.
2. Ofensiva. Apoderarse, retener y explotar la iniciativa.
La acción ofensiva o el mantenimiento de la iniciativa es el camino más efectivo y decisivo para perseguir y ganar el "objetivo común". Esto es fundamentalmente cierto en dos sentidos, el estratégico y el táctico. Si bien puede ser necesario en algún momento, adoptar una postura defensiva, esta debe ser solo una situación temporal hasta que estén disponibles los medios necesarios para reasumir operaciones ofensivas. Igualmente el espíritu ofensivo debe estar inherente en la conducción de todos las operaciones defensivas -debe haber una defensa activa, no pasiva-. Sin importar el nivel (estratégico o táctico), el lado que mantenga la iniciativa mediante acciones ofensivas, forzara al enemigo a reaccionar más que a actuar.
3. Masa. Poder de combate concentrado en el tiempo y lugar decisivos.
En el plano estratégico, esta ley sugiere que se deben comprometer o estar preparado para comprometer el predominio del poder nacional en aquellas regiones o áreas del mundo donde la amenaza a intereses vitales de seguridad sean mayores.
En la dimensión táctica, el principio sugiere que el poder superior de combate debe ser concentrado en el tiempo y lugar decisivos con el fin de conseguir resultados también decisivos.
4. Economía de fuerza. Asignar un mínimo esencial de poder de combate a esfuerzos secundarios.
Al igual que el principio de masa, la economía de fuerza en su dimensión estratégica sugiere que, ante la ausencia de recursos ilimitados, una nación debe aceptar algunos riesgos en áreas donde intereses nacionales vitales no estén en peligro inmediato.
En el nivel táctico, el principio de economía de fuerza requiere que un mínimo de medios sea empleado en otras áreas que aquellas donde el esfuerzo principal intenta ser empleado.
5. Maniobra. Colocar al enemigo en una posición de desventaja a través de la aplicación flexible del poder de combate.
En el sentido estratégico este principio tiene tres dimensiones interrelacionados: flexibilidad, movilidad y maniobrabilidad. La primera implica la necesidad de un criterio abierto en planes y operaciones. La segunda dimensión implica movilidad estratégica. La última dimensión estratégica implica maniobrabilidad en el teatro de operaciones así como centralizar el máximo de fuerza contra los puntos más débiles del enemigo y ganar así ventaja estratégica. Recordemos que la maniobra estratégica está clasificada en seis tipos clásicos: a) línea interior; b) línea exterior; c) envolvente; d) de ruptura; e) defensa tenaz; y f) defensiva en retirada.
En el sentido táctico, la maniobra es un elemento esencial del poder de combate. Contribuye significativamente a mantener la iniciativa, explotar el éxito, preservar la libertad de acción y reducir la vulnerabilidad. En todos los niveles, la aplicación exitosa de este principio requiere no solo fuego y movimiento sino también flexibilidad de pensamiento, planes y operaciones y la aplicación considerada de los principios de masa y economía de fuerza.
6. Unidad de mando. Para cada objetivo debe haber unidad de esfuerzo bajo la responsabilidad de un comandante.
Este principio asegura que todos los esfuerzos coincidan en un objetivo común. En el nivel estratégico este objetivo común iguala el propósito político de un Estado y los amplios objetivos estratégicos que de allí surgen. Es el objetivo común el que, en el plano nacional garantiza las fuerzas militares necesarias para alcanzarlo. La coordinación de estas fuerzas requiere unidad de esfuerzo. En el nivel nacional, la Constitución política proporciona unidad de comando designando al Presidente como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Para cumplir su papel, el Presidente recibe ayuda de la organización nacional de seguridad.
En la dimensión táctica es axiomático que se requiere unidad de mando para el empleo de fuerzas militares, de manera que desarrollen por completo su poder de combate. Unidad de mando significa dirigir y coordinar la acción de todas las fuerzas hacia un fin u objetivo común. La coordinación se puede alcanzar por medio de la cooperación, sin embargo resulta mejor si se confiere mando táctico único con la autoridad suficiente para dirigir y coordinar todas las fuerzas empleadas en la consecución del objetivo común.
7. Seguridad. Nunca permitir que el enemigo adquiera una ventaja inesperada.
En el nivel estratégico la seguridad requiere de medidas pasivas y activas para proteger un Estado y a sus Fuerzas Armadas del espionaje, subversión y recolección de inteligencia estratégica. Desde este punto de vista, un conocimiento y entendimiento completos de la estrategia, la táctica y doctrina del enemigo, junto con planes estratégicos detallados del Estado mayor, pueden proporcionar seguridad y reducir la vulnerabilidad ante lo sorpresivo.
En el nivel táctico la seguridad es esencial para proteger y economizar fuerzas de combate.
8. Sorpresa. Golpear al enemigo en el tiempo y/o el lugar, y de cierta manera para la cual no está preparada.
En gran medida, el principio de la sorpresa es reciproco del de seguridad. Sin embargo, la sorpresa estratégica es difícil de conseguir. Los rápidos avances en la tecnología de vigilancia estratégica la hacen cada vez más difícil.
La sorpresa es importante en la dimensión táctica porque puede decidir el resultado de una batalla.
9. Sencillez. Preparar planes claros y sencillos, con órdenes concisas y claras para asegurar un completo entendimiento.
En ambas dimensiones, estratégica y táctica, guías, planes y órdenes deben ser tan simples y directos como lo permita el alcance del objetivo. La importancia estratégica va más allá de su tradicional aplicación táctica: es un importante elemento en el desarrollo y ampliación del apoyo público.
En el nivel táctico, la sencillez de planes e instrucciones contribuye a las operaciones exitosas. Planes directos y simples, así como órdenes concisas, son esenciales para reducir las posibilidades de malentendidos y confusiones.
En lo concerniente a su aplicación, conviene señalar que aunque cualquiera de los principios de la guerra adaptados para una nación tienen aplicación a lo largo de todo el espectro de la guerra, debe entenderse que estos principios son interdependientes
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