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La Pobreza

valencata12343 de Mayo de 2013

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La pobreza vista como carencia de al menos una necesidad básica (NBI) se ha reducido en Colombia de manera significativa en los últimos treinta años, en especial, por los avances en los procesos de urbanización, la disminución del tamaño de los hogares y la expansión del sistema educativo. Cada vez la reducción es menor, y se revelan mayores dificultades para alcanzar a la población con mayores carencias. El fenómeno del desplazamiento forzado ha privado a centenares de miles de colombianos de infraestructura pública y de bienes particulares de los que antes disfrutaban, lo que ha generado un retroceso para ellos, y ha contrarrestado importantes esfuerzos públicos para el desarrollo.

La pobreza de ingresos

La pobreza vista desde la carencia de ingresos, por el contrario, ha presentado un panorama poco halagüeño. Elevadas tasas de desempleo inciden sobre los niveles de pobreza, ya que impiden a la familia devengar ingresos para el acceso a bienes y servicios indispensables y así llevar una vida digna. Estar desempleado puede generar una desacumulación de activos y el consumo de las medidas de aseguramiento de los hogares contra posibles contingencias, tales como el ahorro, vivienda y otros activos, y puede causar la desafiliación a la seguridad social en salud. Otras variables que guardan una relación directa con los niveles de pobreza son el crecimiento de los precios (frente al de los ingresos), que repercute sobre la posibilidad de adquirir la canasta de bienes y servicios, y tipo de cambio que afecta los ingresos y los costos de los bienes exportados e importados, así como el precio de los bienes transables, entre ellos, los alimentos.

SITUACION URBANA Y RURAL

La situación de pobreza se ha concentrado en algunas regiones, y es particularmente más intensa y generalizada en las zonas rurales (resto). Además, la brecha entre la intensidad de la pobreza en las áreas rurales frente a las urbanas se ha mantenido a través del tiempo. Los positivos resultados de los indicadores NBI e ICV contrastan con la persistente y crítica situación de ingresos de la mitad de la población colombiana.

Por NBI, la diferencia entre las cabeceras municipales (sector urbano) y resto (sector rural) ha sido tradicionalmente muy alta, se ha reducido principalmente por el mejoramiento en las condiciones de acceso a los servicios de agua y saneamiento básico. En las zonas urbanas los progresos más notables han sido en las condiciones de la vivienda, el acceso a los servicios y la cobertura escolar, principalmente. El hacinamiento, por el contrario, continúa siendo alto y su reducción muy lenta.

La pobreza es un fenómeno sumamente complejo, con múltiples causas y manifestaciones. Aunque generalmente se enfatiza en la privación o insatisfacción de necesidades básicas materiales que presentan las personas que la padecen, la pobreza involucra otras dimensiones, como la impotencia de los pobres para incidir en las decisiones que afectan sus propios destinos o la vulnerabilidad ante diferentes situaciones económicas, sociales y ambientales.

http://www.unicef.org/spanish/mdg/poverty.html

A quienes más afecta la pobreza es a los niños y niñas. Aunque la privación grave de bienes y servicios perjudica a todos los seres humanos, resulta más amenazante para los derechos de la infancia: a la supervivencia, la salud y la nutrición, la educación, la participación y la protección contra el peligro y la explotación. Establece un entorno que perjudica el desarrollo infantil de muchas maneras: mental, física, emocional y espiritual.

Más de 1000 millones de niños y niñas sufren una grave carencia de por lo menos uno de los bienes y servicios necesarios para sobrevivir, crecer y desarrollarse. En algunas regiones del mundo la situación es peor que en otras, pero incluso dentro de un mismo país puede haber amplias disparidades: entre la población infantil de las ciudades y los medios rurales, por ejemplo, o entre los niños y las niñas. Un influjo turístico en una zona puede mejorar las estadísticas generales sobre la pobreza de un país, mientras la mayoría sigue siendo pobre y desprotegida.

Cada una de las privaciones incide en el efecto que tienen las otras. Por ello, cuando coinciden dos o más, las repercusiones para los niños y niñas pueden ser catastróficas. Por ejemplo, las mujeres que deben caminar largas distancias a fin de conseguir el agua necesaria para el hogar no suelen poder prestar asistencia plena a sus hijos, lo que podría afectar su salud y su desarrollo. Y los propios niños y niñas que deben caminar largas distancias para obtener agua tienen menos tiempo para acudir a la escuela, un problema que afecta especialmente a las niñas. Los niños y niñas que no están inmunizados o que se encuentran desnutridos son mucho más susceptibles de contraer enfermedades que se propagan a través de las malas condiciones de saneamiento. La pobreza agrava los efectos del VIH/SIDA y de los conflictos armados, recrudece las disparidades sociales, económicas y entre los géneros y socava los entornos protectores de las familias.

La pobreza contribuye a la desnutrición, que a su vez es un factor importante en más de la mitad de las muertes de menores de cinco años en los países en desarrollo. Alrededor de 300 millones de niños y niñas se van hambrientos a la cama de todos los días. De esta cifra, solamente un 8% son víctimas del hambre o de otras situaciones de emergencia. Más de un 90% sufren desnutrición a largo plazo y carencia de micronutrientes.

El mejor comienzo en la vida es fundamental para los primeros años del niño, no solamente para su supervivencia sino también para su desarrollo físico, intelectual y emocional. Por ello, estas privaciones ponen enormemente en peligro la capacidad del niño para alcanzar su pleno potencial, un factor que contribuye a potenciar el ciclo de pobreza y hambruna sin fin que vive la sociedad.

Para romper este ciclo, es preciso satisfacer los derechos de la infancia. Al proporcionarles educación básica, atención de la salud, nutrición y protección es posible obtener resultados que tienen una magnitud muchas veces mayor que las intervenciones eficaces con respecto a sus costos que los produjeron. Las posibilidades de supervivencia de niños y niñas, y de disfrutar un futuro productivo, aumentan enormemente, al igual que las posibilidades de que la sociedad mundial sea equitativa y pacífica.

Gran parte de la humanidad es privada de los derechos humanos básicos, como el derecho al albergue, alimentos, agua, saneamiento, salud, educación e información.

http://www.portalplanetasedna.com.ar/pobreza_latina.htm

La globalización, lejos de aumentar el porcentaje de pobres en el mundo, ha ayudado a reducirlo drásticamente: tan sólo en los últimos veinte años, el porcentaje de gente que vive en extrema pobreza en todo el mundo con menos de 1 dólar diario cayó del 40 al 21 por ciento. Y la pobreza genérica el número de gente que vive con menos de 2 dólares por día a nivel mundial ha caído también, aunque no tan dramáticamente: pasó del 66 por ciento de la población mundial en 1981, al 52 por ciento en 2001. De manera que, en general, el mundo está avanzando, aunque no tan rápidamente como muchos quisiéramos.

Pero, lamentablemente para los latinoamericanos, casi toda la reducción de la pobreza se está dando en China, India, Taiwan, Singapur, Vietnam y los demás países del Este y Sur asiático, donde vive la mayor parte de la población mundial. ¿Por qué les va tanto mejor a los asiáticos que a los latinoamericanos? En gran parte, porque están atrayendo muchas más inversiones productivas que América latina.

En el pasado, los niveles de pobreza en la región eran altísimos, y la distribución de la riqueza era obscenamente desigual, pero nada de eso incomodaba demasiado la vida de las clases pudientes. La gente sin recursos vivía en las periferias de las ciudades y salvo esporádicos brotes de protesta social no alteraba la cotidiana de las clases acomodadas.

Las vacaciones de cuatro semanas, los restaurantes repletos, el hábito de la sobremesa, las reuniones familiares de los domingos, el humor ácido sobre los gobernantes de turno, la pasión compartida por el fútbol, la costumbre de tomarse un café con los amigos, la riqueza musical y el paseo por las calles le daban a la región una calidad de vida que no se encontraba en muchas partes del mundo. Quienes tenían ingresos medios o altos decían, orgullosos: “A pesar de todo, aquí todavía se puede vivir muy bien”. Aunque América latina tenía una de las tasas de pobreza más altas del mundo, y la peor distribución de la riqueza del planeta, su clase dirigente podía darse el lujo de vivir en la negación. Los pobres estaban presentes en el discurso político, pero eran invisibles en la realidad cotidiana. La pobreza era un fenómeno trágico, pero disimulable detrás de los muros que se levantaban a los costados de las autopistas.

Esa época llegó a su fin. Hoy día, la pobreza en América latina ha incrementado al 43 por ciento de la población, según cifras de las Naciones Unidas. Y el aumento de la pobreza, junto con la desigualdad y la expansión de las comunicaciones, que está llevando a los hogares más humildes las imágenes sobre cómo viven los ricos y famosos, están produciendo una crisis de expectativas insatisfechas que se traduce en cada vez más frustración, y cada vez más violencia. Hay una guerra civil no declarada en América latina, que está cambiando la vida cotidiana de pobres y ricos por igual.

En la era de la información, estos jóvenes crecen recibiendo una avalancha de estímulos

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