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Reformar La Educacion

kari11065 de Junio de 2013

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Reformar la evaluación para reformar la enseñanza

SOCIEDAD, EDUCACIÓN Y CURRÍCULO

La pregunta que nos podemos plantear ante la insistencia en la

necesidad de modificar la evaluación -a cualquier nivel que se trate- es:

¿resulta tan decisiva la evaluación para mejorar los procesos de enseñanza y

aprendizaje y para poder aplicar correctamente los principios psicopedagógicos

actuales? ¿Es tan importante el cambio de la evaluación para conseguir el

modelo educativo exigido por nuestra sociedad y el perfil de ciudadano

adecuado para el futuro?

Mi respuesta tajante -que intentaré justificar y razonar después- es que

sí. Que resulta absolutamente imprescindible establecer un modelo evaluador

acorde con la sociedad que se desea, con los objetivos generales del sistema

educativo y con el modelo de persona que parece la idónea para vivir

dignamente en los grupos sociales del futuro (la educación va siempre

desfasada en sus objetivos: prepara en función de la sociedad actual a sujetos

que van a vivir en una sociedad desconocida: la del mañana).

Como cuestión previa, hay que reflexionar acerca de la consideración

del sistema educativo como un todo interrelacionado, en el que la totalidad de

sus partes deben funcionar en una misma dirección, con unos mismos

objetivos..., con unas bases comunes que respondan a la filosofía del sistema y

a lo que se pretende con él.

En primer lugar, el sistema educativo viene condicionado por la sociedad

en la que se implementa. Reproduce muchas de sus virtudes y también

muchos de sus defectos, que intenta superar desde un planteamiento

renovador. Es la dialéctica habitual en la que se mueve la educación: se ve

condicionada por la sociedad, reproduce -de modo inconsciente, en la mayor

parte de los casos- sus rutinas y, a la vez, se propone soluciones innovadoras

para llegar a una sociedad mejor.

* Casanova, M. A. (1998), La evaluación educativa. México, SEP- Muralla, Biblioteca de

Actualización del Maestro, (pp. 103-137).

Cada grupo social, en función de sus parámetros de funcionamiento, desarrolla

una política educativa determinada, que pone en práctica a través de su

administración correspondiente. Desde las instancias político-administrativas se

regula legalmente el marco en el que el sistema educativo debe desenvolverse

y, por lo tanto, se señalan los cauces por los que debe discurrir el quehacer de

cada centro escolar que se integra institucionalmente en el mismo (figura 10).

En ese contexto -con sus limitaciones y con sus posibilidades- tiene lugar la

acción educativa de cada día. El centro, además, está integrado por personas

de procedencias diversas, con distintas culturas, religiones, etnias, ideologías

en general.... y con sus proyectos institucionales debe dar respuesta a lo que

esa "sociedad particular” espera de él. Y, como está claro, cada subgrupo de

los que conviven en el centro puede esperar respuestas diferenciadas y

conseguir objetivos diversos. Están en su derecho y la institución tiene el deber

de responder lo más adecuadamente posible a las expectativas que se ponen

en ella. La tarea es compleja. Pero hay que abordarla ineludiblemente.

De acuerdo con los razonamientos previos, esta situación deriva,

lógicamente, de que vivimos en una sociedad que se rige por un sistema

democrático de gobierno, que debe respetar las distintas ideologías que

coexisten en él. Ese sistema genera la política y administración educativas

coherentes para que se puedan cumplir sus premisas constitucionales y, a

partir de ahí, se desarrolla la práctica a través de los equipos de profesores que

asumen la responsabilidad de aplicarla en cada centro escolar. Así, el currículo

escolar resulta altamente influido por la ideología imperante en una sociedad.

Son muchos los autores que han tratado con profundidad este tema; sólo

reproduzco una interesante cita de Kemmis, S. (1988, 122-123): “El currículum

escolar, como otros aspectos de la vida social, está formado ideológicamente.

Así, las formas dominantes del currículum escolar reflejan las formas

ideológicas dominantes en la sociedad. La vida y el trabajo de las escuelas

puede caracterizarse en los mismos términos que la vida y el trabajo de la

sociedad en general...”.

El grupo de profesionales que coinciden en el centro, junto con el

alumnado y la comunidad educativa en general, crearán un estilo peculiar de

funcionamiento social que, si se corresponde con los objetivos de la educación

y es concordante, en todo, con las respuestas que pretende dar por lo que se

refiere a la formación del alumnado, contribuirá decisivamente a que éste

alcance un desarrollo personal integrado, coherente, sin contradicciones

internas; una preparación para la vida social y laboral que le permita su

incorporación crítica y participativa en la misma. De lo contrario, se forman

personas inseguras, poco integradas socialmente, contradictorias, con

problemas afectivos, sin medios para continuar su actualización permanente en

todos los órdenes.... que, en el mejor de los casos, mediante una labor de años

llegarán a superar esta problemática -aun con las deficiencias inherentes a los

fallos básicos ya insuperables-, y que, en el peor, deberán continuar así, en

esas lamentables condiciones, el resto de su vida. Es grande la

responsabilidad de la labor educativa, mucho más de lo que se suele pensar.

La sociedad presta mucha atención al sector sanitario, porque piensa,

efectivamente, que de sus aciertos o errores depende, en muchos casos, que

sigamos manteniendo la vida o la perdamos. Es cierto. Pero también lo es que

de la educación que recibe una persona -no sólo en el centro: en su familia, en

su televisión...- depende su calidad de vida. Tener que vivir a pesar de la

educación que se ha recibido resulta ciertamente costoso, a veces

insoportable. Y, al fin, la meta de la educación es que la persona disponga de

los recursos vitales suficientes para realizarse autónomamente; en definitiva, lo

que se persigue teóricamente con la educación es que “la gente viva feliz,

aunque no tenga permiso” (Siempre hay que recurrir a la poesía y a los poetas

para decir con exactitud y rigor lo que queremos decir. Estos dos versos

pertenecen al poema "Te quiero”, de Mario Benedetti).

Estas reflexiones conducen a una conclusión final: la actuación de todas

las personas que inciden en la educación, la estructura y organización del

centro, sus normas de funcionamiento, su clima, el estilo de dirección, la

organización del aula, los proyectos institucionales (educativo y curriculares de

etapa) o el enfoque de cada uno de los elementos curriculares que se

programen, deben ir en una misma dirección, deben perseguir los mismos

objetivos, deben estar imbuidos por unos mismos principios y filosofía.... ya que

ésta es la única manera de educar, es decir, de crear unas actitudes y una

forma de pensar congruente en la persona. No se puede “predicar" lo que hay

que hacer, si con los hechos se desdice lo que se aconseja con las palabras.

No se puede hablar de democracia, por ejemplo, y que el alumno sienta sobre

sí el más puro autoritarismo y la no consideración sistemática de sus

pareceres. Si se quiere conseguir un alumno crítico, creativo y participativo, los

primeros que deben responder a estas características son los profesores. En el

caso que nos ocupa -los procesos de enseñanza y aprendizaje-, la metodología

del profesor tiene también que estar en consonancia con las actitudes que se

pretenden fomentar en el alumnado: si queremos alumnos participativos, hay

que favorecer las situaciones que permitan la participación; si queremos

alumnos que respeten las ideas de los demás, hay que dar oportunidad para

que se expresen, argumenten y se respeten, etc.

Por lo que se refiere a la evaluación, resultará decisivo que ésta se

impregne de los valores (sociales, democráticos, participativos, solidarios…)

que se están desarrollando en alumnos y alumnas. No es posible hablar de

democracia, de igualdad, de posibilidad de expresión, de participación, etc., y

aplicar, en paralelo, un sistema de evaluación sancionador y clasificador, que

es utilizado como elemento de autoridad (¿?) por el profesorado, como poder

totalitario, porque, al fin, lo que importa es "aprobar" y, ante esa situación

extrema, el alumno se aviene a asumir cualquier modo de trabajo -el que más

gusta a cada profesor- para conseguirlo, aunque esté en total desacuerdo con

el sistema y lo considere absolutamente inadecuado. En la mayoría de los

casos, los alumnos se inhiben, se desinteresan por aprender y formarse

realmente: hacen lo establecido y se desentienden de lo que sería un proceso

formativo auténtico. En otros casos, ni siquiera cumplen esos mínimos- se

“apean" del sistema -educativo, primero;

...

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