Reformar La Educacion
kari11065 de Junio de 2013
4.953 Palabras (20 Páginas)497 Visitas
Reformar la evaluación para reformar la enseñanza
SOCIEDAD, EDUCACIÓN Y CURRÍCULO
La pregunta que nos podemos plantear ante la insistencia en la
necesidad de modificar la evaluación -a cualquier nivel que se trate- es:
¿resulta tan decisiva la evaluación para mejorar los procesos de enseñanza y
aprendizaje y para poder aplicar correctamente los principios psicopedagógicos
actuales? ¿Es tan importante el cambio de la evaluación para conseguir el
modelo educativo exigido por nuestra sociedad y el perfil de ciudadano
adecuado para el futuro?
Mi respuesta tajante -que intentaré justificar y razonar después- es que
sí. Que resulta absolutamente imprescindible establecer un modelo evaluador
acorde con la sociedad que se desea, con los objetivos generales del sistema
educativo y con el modelo de persona que parece la idónea para vivir
dignamente en los grupos sociales del futuro (la educación va siempre
desfasada en sus objetivos: prepara en función de la sociedad actual a sujetos
que van a vivir en una sociedad desconocida: la del mañana).
Como cuestión previa, hay que reflexionar acerca de la consideración
del sistema educativo como un todo interrelacionado, en el que la totalidad de
sus partes deben funcionar en una misma dirección, con unos mismos
objetivos..., con unas bases comunes que respondan a la filosofía del sistema y
a lo que se pretende con él.
En primer lugar, el sistema educativo viene condicionado por la sociedad
en la que se implementa. Reproduce muchas de sus virtudes y también
muchos de sus defectos, que intenta superar desde un planteamiento
renovador. Es la dialéctica habitual en la que se mueve la educación: se ve
condicionada por la sociedad, reproduce -de modo inconsciente, en la mayor
parte de los casos- sus rutinas y, a la vez, se propone soluciones innovadoras
para llegar a una sociedad mejor.
* Casanova, M. A. (1998), La evaluación educativa. México, SEP- Muralla, Biblioteca de
Actualización del Maestro, (pp. 103-137).
Cada grupo social, en función de sus parámetros de funcionamiento, desarrolla
una política educativa determinada, que pone en práctica a través de su
administración correspondiente. Desde las instancias político-administrativas se
regula legalmente el marco en el que el sistema educativo debe desenvolverse
y, por lo tanto, se señalan los cauces por los que debe discurrir el quehacer de
cada centro escolar que se integra institucionalmente en el mismo (figura 10).
En ese contexto -con sus limitaciones y con sus posibilidades- tiene lugar la
acción educativa de cada día. El centro, además, está integrado por personas
de procedencias diversas, con distintas culturas, religiones, etnias, ideologías
en general.... y con sus proyectos institucionales debe dar respuesta a lo que
esa "sociedad particular” espera de él. Y, como está claro, cada subgrupo de
los que conviven en el centro puede esperar respuestas diferenciadas y
conseguir objetivos diversos. Están en su derecho y la institución tiene el deber
de responder lo más adecuadamente posible a las expectativas que se ponen
en ella. La tarea es compleja. Pero hay que abordarla ineludiblemente.
De acuerdo con los razonamientos previos, esta situación deriva,
lógicamente, de que vivimos en una sociedad que se rige por un sistema
democrático de gobierno, que debe respetar las distintas ideologías que
coexisten en él. Ese sistema genera la política y administración educativas
coherentes para que se puedan cumplir sus premisas constitucionales y, a
partir de ahí, se desarrolla la práctica a través de los equipos de profesores que
asumen la responsabilidad de aplicarla en cada centro escolar. Así, el currículo
escolar resulta altamente influido por la ideología imperante en una sociedad.
Son muchos los autores que han tratado con profundidad este tema; sólo
reproduzco una interesante cita de Kemmis, S. (1988, 122-123): “El currículum
escolar, como otros aspectos de la vida social, está formado ideológicamente.
Así, las formas dominantes del currículum escolar reflejan las formas
ideológicas dominantes en la sociedad. La vida y el trabajo de las escuelas
puede caracterizarse en los mismos términos que la vida y el trabajo de la
sociedad en general...”.
El grupo de profesionales que coinciden en el centro, junto con el
alumnado y la comunidad educativa en general, crearán un estilo peculiar de
funcionamiento social que, si se corresponde con los objetivos de la educación
y es concordante, en todo, con las respuestas que pretende dar por lo que se
refiere a la formación del alumnado, contribuirá decisivamente a que éste
alcance un desarrollo personal integrado, coherente, sin contradicciones
internas; una preparación para la vida social y laboral que le permita su
incorporación crítica y participativa en la misma. De lo contrario, se forman
personas inseguras, poco integradas socialmente, contradictorias, con
problemas afectivos, sin medios para continuar su actualización permanente en
todos los órdenes.... que, en el mejor de los casos, mediante una labor de años
llegarán a superar esta problemática -aun con las deficiencias inherentes a los
fallos básicos ya insuperables-, y que, en el peor, deberán continuar así, en
esas lamentables condiciones, el resto de su vida. Es grande la
responsabilidad de la labor educativa, mucho más de lo que se suele pensar.
La sociedad presta mucha atención al sector sanitario, porque piensa,
efectivamente, que de sus aciertos o errores depende, en muchos casos, que
sigamos manteniendo la vida o la perdamos. Es cierto. Pero también lo es que
de la educación que recibe una persona -no sólo en el centro: en su familia, en
su televisión...- depende su calidad de vida. Tener que vivir a pesar de la
educación que se ha recibido resulta ciertamente costoso, a veces
insoportable. Y, al fin, la meta de la educación es que la persona disponga de
los recursos vitales suficientes para realizarse autónomamente; en definitiva, lo
que se persigue teóricamente con la educación es que “la gente viva feliz,
aunque no tenga permiso” (Siempre hay que recurrir a la poesía y a los poetas
para decir con exactitud y rigor lo que queremos decir. Estos dos versos
pertenecen al poema "Te quiero”, de Mario Benedetti).
Estas reflexiones conducen a una conclusión final: la actuación de todas
las personas que inciden en la educación, la estructura y organización del
centro, sus normas de funcionamiento, su clima, el estilo de dirección, la
organización del aula, los proyectos institucionales (educativo y curriculares de
etapa) o el enfoque de cada uno de los elementos curriculares que se
programen, deben ir en una misma dirección, deben perseguir los mismos
objetivos, deben estar imbuidos por unos mismos principios y filosofía.... ya que
ésta es la única manera de educar, es decir, de crear unas actitudes y una
forma de pensar congruente en la persona. No se puede “predicar" lo que hay
que hacer, si con los hechos se desdice lo que se aconseja con las palabras.
No se puede hablar de democracia, por ejemplo, y que el alumno sienta sobre
sí el más puro autoritarismo y la no consideración sistemática de sus
pareceres. Si se quiere conseguir un alumno crítico, creativo y participativo, los
primeros que deben responder a estas características son los profesores. En el
caso que nos ocupa -los procesos de enseñanza y aprendizaje-, la metodología
del profesor tiene también que estar en consonancia con las actitudes que se
pretenden fomentar en el alumnado: si queremos alumnos participativos, hay
que favorecer las situaciones que permitan la participación; si queremos
alumnos que respeten las ideas de los demás, hay que dar oportunidad para
que se expresen, argumenten y se respeten, etc.
Por lo que se refiere a la evaluación, resultará decisivo que ésta se
impregne de los valores (sociales, democráticos, participativos, solidarios…)
que se están desarrollando en alumnos y alumnas. No es posible hablar de
democracia, de igualdad, de posibilidad de expresión, de participación, etc., y
aplicar, en paralelo, un sistema de evaluación sancionador y clasificador, que
es utilizado como elemento de autoridad (¿?) por el profesorado, como poder
totalitario, porque, al fin, lo que importa es "aprobar" y, ante esa situación
extrema, el alumno se aviene a asumir cualquier modo de trabajo -el que más
gusta a cada profesor- para conseguirlo, aunque esté en total desacuerdo con
el sistema y lo considere absolutamente inadecuado. En la mayoría de los
casos, los alumnos se inhiben, se desinteresan por aprender y formarse
realmente: hacen lo establecido y se desentienden de lo que sería un proceso
formativo auténtico. En otros casos, ni siquiera cumplen esos mínimos- se
“apean" del sistema -educativo, primero;
...