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Sintesis Del Conocimiento Actual Evaluacion Y Perspectiva De La Sustentibilidad

copas26 de Abril de 2014

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Introducción

México es uno de los cinco países mega diversos del mundo. Su territorio alberga fauna y flora de dos regiones biogeográficas (neártica y neotropical). Es un país tropical montañoso con un elevado número de fauna, y presenta ambientes marinos templados en el Pacífico y tropicales en el Golfo de México y Caribe, todo lo cual significa que nuestro territorio es privilegiado en cuanto a la variedad de ecosistemas y variación genética en las especies. Asimismo, el país concentra entre 10 y 15% de las especies terrestres en sólo 1.3% de la superficie ambiental.

Con la precaución que implica la constante generación de información nueva, se puede decir que México ocupa el primer lugar mundial en cuanto al número de especies de reptiles (717), el cuarto lugar en anfibios (295), el segundo lugar en mamíferos (500), el undécimo en aves (1 150) y posiblemente el cuarto lugar en angiospermas (plantas con flores), ya que se calcula que tiene 25 000 especies. Además de ser una de las mayores del mundo, la biodiversidad de México cobra también importancia mundial, ya que muchas de las plantas cultivadas por el hombre son de origen mexicano.

La biodiversidad de nuestro país ha sido abordada desde diferentes perspectivas y estudiada considerando sus antecedentes históricos y geológicos, sus endemismos, la distribución de sus especies y los centros de origen de grupos de flora y fauna. Con el fin de contribuir al conocimiento de los recursos naturales del país, se han realizado numerosos esfuerzos en los últimos años para ofrecer diagnósticos acerca del estado de la biodiversidad en México. No obstante estas acciones, y como es común a nivel mundial, la biota de México se encuentra parcialmente inventariada, por lo que es importante contar con instituciones nacionales que promuevan su conservación, por ejemplo, mediante el aumento en el número de colecciones biológicas y su manejo eficiente.

Se analiza cuál es el estado de los ecosistemas que contienen la diversidad biológica de México en diferentes regiones del país; las tendencias de cambio en las últimas cinco o seis décadas, cómo han sido estos cambios y los factores que han desempeñado un papel central en dichos cambios; cuáles, si se pueden medir adecuadamente, han sido los costos o beneficios sociales de tales cambios. Se analizan los avances y limitaciones en la conservación del capital natural y los aspectos más sobresalientes en los que debemos poner atención especial en el futuro. En particular, al tratar los problemas de conservación de la biodiversidad en términos de la pérdida de poblaciones, cultivares, especies y ecosistemas del país, y del deterioro antropogénico de la funcionalidad de los ecosistemas, debemos entender que tal deterioro biológico se traduce en la pérdida de los servicios ambientales, de los cuales depende a su vez, en última instancia, el bienestar social.

Capital Natural de México

Cerca de dos terceras partes de la biodiversidad mundial se localizan en poco más de una docena de países conocidos como países mega diversos. Como va siendo cada vez más del conocimiento público, México destaca entre ellos ya que somos la cuarta nación en cuanto a riqueza de especies, además de combinar esa elevada diversidad biológica con una gran riqueza cultural.

Esto no es de extrañar: la diversidad cultural en el planeta está cercanamente relacionada con la diversidad biológica, ya que las culturas dependen de su entorno natural y de los bienes y servicios que reciben del mismo.

En México se presentan casi todos los climas del planeta, lo que aunado a su accidentada topografía y compleja geología permite que se desarrollen prácticamente todos los ecosistemas terrestres presentes en el mundo, concentrados en poco menos de dos millones de kilómetros cuadrados.

Con más de 11 000 km de costas y un mar territorial que se estima en231 813 km2 (inegi 1983), México posee también una extraordinaria diversidad marina; como ningún otro país del mundo, tiene un mar exclusivo, que es el Golfo de California, de gran diversidad biológica y alta productividad marina.

Desde su origen, la especie humana ha dependido, para su desarrollo y evolución cultural, de los servicios que la biosfera y sus ecosistemas le han brindado. Incluso las sociedades modernas, industrializadas, dependemos de la actividad de los ecosistemas que existieron en el Carbonífero (hace 300 a 360 millones de años) y que produjeron la materia orgánica de donde provienen los combustibles fósiles, base del desarrollo económico de la humanidad en los últimos dos siglos. En consecuencia, la humanidad sigue siendo, por lo menos en primera instancia, totalmente dependiente de la existencia de los servicios eco sistémicos y del acceso a los mismos.

Interactuamos normalmente con dos grandes tipos de ecosistemas: los naturales como las selvas, los bosques, los manglares, los arrecifes, etc., y los ecosistemas antropizados, modificados por nuestra especie, como son los campos agrícolas, las plantaciones forestales, los sistemas de acuicultura y en cierta forma también los centros urbanos. Estos ecosistemas, junto con las especies que los constituyen y su variación genética, son a lo que llamamos biodiversidad.

Los ecosistemas no solo son reservorios de la diversidad biológica, sino que, de manera más relevante, nos proporcionan servicios y bienes de valor inestimable y que son fundamentales para nuestra sobrevivencia y bienestar. Además de aportarnos alimentos y diversos recursos, captan el agua de lluvia que se infiltra en el suelo y alimenta manantiales, ríos, lagos y humedales; producen y mantienen en su lugar suelos fértiles; capturan el bióxido de carbono de la atmósfera atenuando así el potencial de calentamiento planetario; alojan a los polinizadores indispensables para la fertilización de las plantas responsables de gran parte de la producción agrícola y la perpetuación de numerosas plantas silvestres, así como a los agentes que funcionan como control biológico de plagas agrícolas; además, nos ofrecen sitios de recreación e inspiración. Estos son solamente algunos de los servicios que los ecosistemas naturales nos proporcionan gratuitamente.

Varios economistas consideran que el concepto de capital natural implica que las tasas de ahorro de una economía no son una medida adecuada de lo que ese país está realmente acumulando, debido a que ello solamente mide la inversión en capital manufacturado. La idea ha tenido capacidad suficiente de convencimiento al grado que ya el Banco Mundial calcula en la actualidad las tasas reales de ahorro de un país tomando en cuenta la extracción y deterioro de los recursos naturales y los daños ecológicos producidos por la actividad humana, aunque por el momento se enfoca solamente a los daños causados por las emisiones de bióxido de carbono.

Tradicionalmente el producto interno bruto (pib) se calcula sobre la base de los flujos económicos de un país, y solo refleja un punto fijo de una tendencia de largo plazo; es por lo tanto incapaz de describir el futuro del bienestar de un país. De esta manera el pib no toma en cuenta el enorme valor que representa la naturaleza, un valor del que depende nuestra vida. Quienes viven y dependen más cercanamente de estos bienes son quienes primero resienten los efectos de esas pérdidas, las cuales acaban por afectar a todos los miembros de una nación e incluso del planeta.

En el paso de la historia y con las experiencias obtenidas a escala global, debe quedarnos claro que las respuestas a nuestros problemas relacionados con la conservación del ambiente y de los recursos naturales no ocurrirán con “composturas tecnológicas”, es decir confiando que alguna nueva tecnología arreglará lo que hemos hecho mal. La experiencia dice lo contrario. Esas “composturas tecnológicas” no han existido cuando se han profetizado, o bien su impacto positivo ha sido mínimo o sus consecuencias negativas resultaron iguales o peores que los problemas que se intentaban arreglar. Quizá la única excepción ha sido la “Revolución verde”, cuyos resultados permitieron incrementar notablemente la producción, aunque no tuvo impacto en los más pobres de los pobres; sin embargo, sus consecuencias ambientales fueron muy nocivas por la contaminación de suelo y agua producida por el abuso de agroquímicos, y además son sistemas energéticos ineficientes.

Hay una desconexión casi total entre el pensamiento económico y los aspectos ambientales de la actividad económica. Un minucioso estudio (Kim et al. 2006) sobre los temas que los economistas han tratado centralmente desde 1970, no encontró una sola palabra relacionada con temas cercanos a la problemática ambiental, como ambiente, ecología, externalidades, acuíferos, ecosistemas, clima, capacidad de carga del ambiente, bosques, huella ecológica, etc. (véase también Ehrlich 2008).

Esta es un área en la que economistas y ecólogos deben trabajar juntos, en común acuerdo, primero para entender los problemas relacionados con el ambiente y el uso del capital natural desde sus respectivos puntos de vista, y después para comunicar a la sociedad en la forma más amplia posible las consecuencias de sus hallazgos. Esto puede ir en contra de la visión ortodoxa del quehacer científico, especialmente de los ecólogos, pero es indispensable si queremos que la sociedad comprenda el alcance de los problemas que enfrentamos y la dimensión de los cambios requeridos para enfrentarlos.

Los ecosistemas y sus servicios constituyen un capital comparable

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