Una breve aproximación al contexto histórico
F2N5M2N4N24323 de Febrero de 2015
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Una breve aproximación al contexto histórico
No es posible explicar los principales cambios que se han observado en la subjetividad de la sociedad cubana de modo aislado, sin tener en cuenta los acontecimientos ocurridos en el contexto regional y mundial.
Entre los siglos XX y XXI el mundo experimentó importantes transformaciones en cuyo trasfondo estaba la destructiva e irrefrenable expansión del capitalismo transnacional, que tuvo en las debilidades estructurales y funcionales del socialismo en Europa Oriental y Asia y en el subdesarrollo de la periferia, factores que las facilitaron y catalizaron.
El tramo final del siglo XX vivió el retroceso del socialismo, la desaparición del Estado de Bienestar en Europa Occidental, la instalación de economías con predominio del mercado en China y Viet Nam y el debilitamiento y empobrecimiento de los estados nacionales en el llamado Tercer Mundo.
Desaparecido el equilibrio bipolar, el Primer Mundo con los Estados Unidos a la cabeza arreció sus pretensiones hegemónicas intentando configurar un esquema unipolar en el que un mercado minoritario y privilegiado de países altamente desarrollados, financieramente protegidos y militarmente poderosos ocupaban la parte superior de una pirámide sustentada por la subordinación en todos los órdenes del resto del mundo al cual miraron las transnacionales como a su dominio, sin fronteras ni límites jurídicos y éticos.
Pero el propio desarrollo desigual consustancial al sistema capitalista ha ido condicionando el surgimiento de fuertes tendencias hacia una configuración multipolar del mundo, en el que, sin embargo, predomina el mercado capitalista y su lógica. Por otra parte, el proceso de creciente empobrecimiento, destrucción del medio ambiente, la acumulación de injusticias y el empleo indiscriminado de la fuerza han hecho emerger importantes manifestaciones de rechazo popular, algunas con matices orgánicos visibles que en el caso del entorno latinoamericano y caribeño llegan a cristalizar en gobiernos populares que se enfrentan con mayores posibilidades a los poderes fácticos de sus países y se plantean cambios estructurales de largo alcance.
La actual crisis capitalista mundial, ha agudizado las contradicciones generatrices de luchas populares en el propio primer mundo, que han elevado a un plano notable una crítica callejera al capitalismo, pero hasta el presente inorgánica, además de carente de una perspectiva teórica y política que la oriente y le otorgue coherencia, sistematicidad y perspectiva.
Para Latinoamérica y el Caribe, lo que está sucediendo en el Primer Mundo sirve de alerta respecto de la naturaleza del capitalismo, revelando su incapacidad para resolver sus contradicciones, sin ideas nuevas respecto de cómo enfrentar la crisis que la naturaleza del sistema genera y empleando la represión de múltiples formas como modo de contener la indignación y las protestas populares.
En este contexto, la sociedad cubana que ha pasado por medio siglo de experiencias signadas por la finalidad de desarrollar una sociedad de naturaleza socialista, si bien ha realizado importantes y sostenidos logros sociales, no ha llegado a construir un sistema maduro en el que tenga lugar un metabolismo socioeconómico socialista funcional, estable, eficiente, y tiene hoy ante si el peligro de derivar hacia el capitalismo, pero también la alternativa de mantener la lucha por encontrar una solución continuidad orientada al socialismo.
Este es un momento de importantes definiciones y decisiones. Cuba no puede proponerse competir en el orden de la producción material con los países capitalistas desarrollados ni promover una imagen de bienestar sobre la base de los patrones consumistas del capitalismo tardío, pero si no es capaz de un desarrollo que asegure el crecimiento proporcional y eficiente de sus capacidades productivas, no serán suficientes los llamados políticos ni los postulados ideológicos.
Otra breve aproximación, esta vez a algunos aspectos de los cambios en la mentalidad del cubano.
Cualquier intento, el más completo y preciso, no podría reflejar con toda fidelidad el complejo proceso de transformaciones de la mentalidad del cubano a lo largo de más de medio siglo y hasta hoy, mentalidad que de entrada es ella misma una abstracción que dejará al margen obligadamente infinitas particularidades y singularidades. Pero el intento permitirá una cierta plataforma para orientar el análisis para cuyo desarrollo emplearemos como sujeto: “las mayorías ciudadanas”.
Al triunfar la revolución, Cuba era un país capitalista dependiente. La mentalidad de las mayorías ciudadanas se correspondía con esa realidad. Si bien sentían y sufrían las desigualdades sociales, la desocupación, la pobreza, el analfabetismo, la discriminación, la corrupción administrativa y gubernamental, el abuso de poder y muchos otros males sociales, salvo muy contadas excepciones, no vinculaban esas calamidades con el sistema socioeconómico y político.
Enero de 1959 trajo a las mayorías ciudadanas, primero, la alegría de la derrota de la dictadura pronorteamericana y corrupta de Batista y junto con ello la satisfacción por las sucesivas leyes a su favor que las dignificaban, las cuales iban acompañadas de una prédica revolucionaria que fue abonando un cambio de mentalidad, esclareciendo y explicando las causas reales de los problemas e injusticias que sufrieron desde antes y después de 1902
, a la vez que se abrían oportunidades de desarrollo individual y familiar insospechadas. Todo ello cimentaba y consolidaba el patriotismo, el sentimiento de libertad, soberanía, independencia, así como la imagen generalizada de un futuro posible de bienestar general.
En un plazo históricamente breve, las mayorías ciudadanas experimentaron un importante cambio de mentalidad; desterraron los estereotipos anticomunistas, comprendieron que su situación desventajosa era el resultado de las contradicciones del sistema capitalista, vieron posibilidades reales en la orientación socialista y con esas armas ideológicas y políticas derrotaron a la contrarrevolución interna, a los invasores de Playa Girón, a las bandas contrarrevolucionarias, arrostraron con valor y entereza los enormes peligros de la Crisis de Octubre y los sacrificios impuestos por el bloqueo económico.
En esos años, el empoderamiento de las mayorías ciudadanas tenía lugar con rapidez y autoorganización en los barrios, en los territorios, en los medios de producción y servicios nacionalizados por la revolución cuyas riendas tomaban en sus manos, en las organizaciones revolucionarias que surgían en las que cristalizaba la voluntad de cambiar la realidad en todos los órdenes; en la defensa del país, a través del fortalecimiento de las fuerzas armadas y del surgimiento de las milicias y de la vigilancia popular. Las mayorías ciudadanas se incorporaron a los planes educacionales y de salud y participaban activamente en la organización de toda la vida nacional. Se estaba formando una institucionalidad revolucionaria en la que había improvisación y desorganización, pero a través de la cual se canalizaban positivamente las dinámicas de cambio en la sociedad.
La condición de país subdesarrollado, los necesarios gastos materiales y humanos para la defensa, el bloqueo norteamericano y otras agresiones imperialistas, la inexperiencia y el desconocimiento en materia de organización y administración, hicieron elevado el costo de la consolidación del proceso revolucionario, la cual se alcanza en lo fundamental en la segunda mitad de la década de 1960, cuando es derrotada definitivamente la contrarrevolución interna, es asimilado el impacto brutal del bloqueo económico y se estabilizan las relaciones con los países socialistas, en particular las comerciales y militares.
Las mayorías ciudadanas eran protagonistas directas del proceso revolucionario en todos los órdenes, eso creó una mentalidad generalizada de compromiso, deber, participación, colectivismo, compañerismo cultivando un elevado humanismo en ellas. La incorporación ciudadana a las iniciativas sociales se abría paso con el apoyo de esa conciencia y con la postergación autoconsciente de aspiraciones individuales y familiares.
Las mayorías ciudadanas asimilaron la creación del sistema igualitario de distribución de bienes de consumo universalmente subsidiados que instaló la Libreta de Abastecimientos, la cual puso en pie de igualdad a todos, al que tenía alta calificación y al que tenía escasa calificación, al que tenía una vivienda amplia y confortable y al que vivía en un solar, al que tenía vehículo personal y al que se transportaba en los medios públicos, al dirigente político y al ciudadano común.
Situándose por encima de la herencia en la división social del trabajo que naturalmente condicionaba la mentalidad de sectores, individuos y grupos, la Libreta de Abastecimientos ponía en pie de igualdad a todos al facilitar el acceso a la misma alimentación, la ropa, el calzado, otros artículos industriales, lo que junto al acceso universal a la educación y la asistencia médica, además de otras leyes revolucionarias, como la que limitaba el monto del pago de alquileres a una proporción igual de la entrada familiar, cimentaron por encima de las diferencias por capacidades, preparación y lugar ocupado en el edificio social, un sentimiento de igualdad, de justicia, que nutría el amplia sentido de la solidaridad humana que condicionaba la participación de las mayorías ciudadanas en las tareas de la revolución.
La
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