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Fernando Exequiel Cavenaghi

marolioseguros26 de Septiembre de 2012

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Enviados especiales a O'Brien y Chacabuco, provincia de Buenos Aires

VILLA TRANQUILA le hace honor a su nombre. Calles de tierra, siesta garantizada, casas con puertas abiertas a cualquier hora, bicicletas antes que autos, perros echados que no se inmutan ante el ronroneo de un motor, aroma a pasta frola recién salidita del horno, ningún piquete a la vista. Apenas a una cuadra de la avenida principal de General O'Brien, que también se llama General O'Brien, Villa Tranquila es el barrio donde Edgardo "El Indio" Cavenaghi, el abuelo más famoso de la zona, echó raíces hace más de medio siglo y donde aún hoy recibe a su nieto goleador cada vez que el cronograma de partidos se lo permite.

Villa Tranquila, de alguna manera, se le metió en la sangre a Fernando Cavenaghi. Le moldeó el espíritu. Uno se da cuenta después de hacerle varias entrevistas y de recoger testimonios de los seres más cercanos. Le puede meter un gol decisivo a Boca que rompe mil rachas pero luego se irá a cenar con sus amigos y no hará escala en ningún programa deportivo. Puede castigar redes con eficacia sólo comparable a la de Bernabé Ferreyra y dirá que sí, que está contento, y no dibujará más que una sonrisa tímida. Puede perderse, a los 12 años, la gran prueba que le consiguen para llegar a River por estar enfermo, y no hacerse dramas porque sabe que algún día la chance llegará. Pueden mandarlo a entrenarse con los juveniles, después de meter algunos goles en primera, con un diagnóstico lapidario ("gordito culón") y terminar siendo goleador y figura de la Copa Chivas, para futbolistas de quinta división. Puede pasar de campeón y goleador del torneo a ser suplente de suplente en el siguiente, Pellegrini mediante, y no habrá jamás una mueca de disgusto, una declaración fuera de foco. Sin desbordes, tranquilo, siempre tranquilo, el muchachín le hace honor al nombre del barrio donde creció.

Fernando Ezequiel Cavenaghi es hoy la carta más brava que River tiene en su mazo para aspirar a ese sueño llamado "doble corona". Aunque la potencia inusitada del resucitado Maxi López haga estragos, aunque el Muñeco Gallardo comience a desempolvar su jerarquía algo desdibujada por las lesiones, aunque Mascherano sea un león vendiendo entrega, aunque los hermanos Ameli-Tuzzio sostengan cada vez más al equipo con su personalidad, aunque Lux anote poroto tras poroto con su solvencia, el cuchillo lo clava Fernando: contra Boca, contra el Cali, contra el que sea.

Viajar a sus pagos, a los sitios donde definió su carácter y aprendió los trucos para someter arqueros, descubrir sus travesuras de chico y sus pasatiempos de grande, explorar cómo viven los familiares y amigos este presente del niño prodigio, de todo eso trata un poco esta nota.

UN CAVENAGHI EN CADA ESQUINA

Acceso Oeste, Luján, Ruta 5, Bragado, 38 kilómetros más para totalizar casi 250 desde la partida y aparece O'Brien, escrito en letras de yeso gigante sobre la ruta solitaria. Si habrá hecho ese viaje Fernando: los primeros seis meses en River, cuando iba sólo una vez por semana a entrenarse al club y volvía; ya cuando le tocó vivir en la pensión y cada fin de semana libre trataba de aprovecharlo; ahora de grande, claro, cuando busca algo de paz en su vida superprofesional.

En realidad, Fernando nació en Bragado, porque en O'Brien no había hospital. Para tomar dimensión del pueblo del goleador, y sin intención de menospreciar sus cualidades ni mucho menos, valen un par de datos. En O'Brien no existe hospital sino una sala de primeros auxilios con dos médicos clínicos para atender a los 2500 habitantes. Hay una escuela secundaria, una primaria y un jardín, un kiosco de diarios, un videoclub donde se puede comer algo al paso, una iglesia evangélica, una estación de servicio, dos farmacias, 16 cuadras asfaltadas y el resto de tierra. El cine desapareció en los años 80 y el único restaurante cerró sus puertas un poco más acá en el tiempo. Si uno quiere comer algo más elaborado que un sándwich o una pizza fuera puede encargar con antelación a la cantina del Club "Juventud Unida", donde la gente se reúne a jugar a las cartas. Las alternativas para el fin de semana son escaparse a Bragado, Junín o Los Toldos, previo recorrido de unos 50 kilómetros promedio.

Los Cavenaghi se instalaron en esas tierras prósperas en cereales y aptas para la ganadería, destacados por sus talleres de costura, casi desde su fundación a principios del siglo pasado. Antonio Giuseppe Cavenaghi, el abuelo del abuelo de Fernando, era oriundo de Concorezzo -en el norte italiano, próximo a Milan- y llegó a Argentina en 1888 en el Umberto I. Edgardo, el abuelo de 62 años muestra con orgullo aquel pasaje, conservado en perfecto estado, a tal punto que se puede leer "Navegaciones a vapore italo-americano".

Edgardo, hijo mayor del abuelo Edgardo y papá de Fernando, de 38 años, en O'Brien sólo responde al apodo de "Garito". Delantero de alcance local en su juventud, es el dueño de "La Tienda", el boliche donde los viernes pueden juntarse hasta 300 personas. Es el único día que abre porque los fines de semana, como se dijo, la costumbre de los jóvenes es salir para las ciudades aledañas. Elvio, el hijo menor y tío de Fernando, de 30 años, es dueño del kiosco de diarios y del video club. Futbolero al mango, integró las inferiores de Gimnasia de la Plata donde compartió equipo con los Mellizos Schelotto y luego llegó hasta la cuarta de San Lorenzo, pero finalmente abandonó por una lesión crónica en su tobillo. También delantero y goleador, para hacerle honor al apellido, ahora hace el curso de técnico en Junín y dirige el equipo de Villa Tranquila en el torneo regional. Marilina, la hija del medio y tía y madrina de Fernando, de 36 años, trabaja en el polirrubro de la YPF de la entrada.

O sea: uno puede llegar a O'Brien en un auto desde Buenos Aires, tomarse algo en el barcito de la YPF, comprar el diario en el kiosco, alquilarse una película para la tarde e ir a bailar a la noche y sólo encontrará en su camino Cavenaghis.

"¿Qué siento? No sé bien lo que siento, uno recién toma conciencia cuando me preguntan esto, como lo haces vos ahora, porque los de acá te siguen tratando igual que siempre", arranca papá Garito, a quien Fernando le cumplió el deseo de construirle el chalecito propio, con los primeros dineros del fútbol. "Pensas un poco y lo primero es orgullo, parece un sueño lo que pasa, estamos como en una nube -continúa-. Igual, todos intentamos pasar desapercibidos. En el boliche, por ejemplo, no pongo fotos ni nada, si no parece que te agrandaste".

Reunidos en la cocina de la casa de los abuelos, donde Fernando aún conserva habitación propia, la nona Norma muestra con orgullo los platos que decoran la pared y que fueron traídos por Fernando de distintos viajes. "El día que le metió los tres goles a Estudiantes fue una locura -evoca Norma, con los ojos brillosos-. Era el lunes a la noche y seguían viniendo todos los canales de Buenos Aires, la radio Caracol, todos. Yo no aguanté más y me fui al patio del fondo y me puse a llorar. Era demasiado fuerte para mi". Aquella jornada del 3-2 al Pincha, su primera gran irrupción pública a un año de su debut, tuvo sus particularidades. "Después del partido se corrió la bola de que iba a venir Fernando y la FM local lo anunció. La gente salió en caravana a recibirlo a la entrada del pueblo. Fueron unos 30 autos y de ahí todos tocando bocina hasta la plaza y lo levantaron en andas. Eran las diez de la noche y seguía la joda. Algunos en el pueblo se ofendieron porque no avisamos, pero fue todo demasiado espontáneo", recuerda el Tío Elvio. "Imagínese lo que significó eso para nosotros -mete un bocado el abuelo-. Antes, cuando Fer estaba en inferiores y hacía de alcanzapelotas, veíamos los partidos de River para ver si aparecía detrás de alguno. Y cada vez que lo enfocaban un ratito gritábamos como locos".

En O'Brien, Fernando es uno más. Cada vez que se hace una escapada no lo acosan ni mucho menos. "Acá lo tratan como siempre, no se dan cuenta de la magnitud que tiene Fernando allá", destaca el papá. "Es que a él nunca le gustó hacer alarde de lo suyo. Hace un tiempo, cuando yo le decía 'el día que llegues a primera...' él me cortaba enseguida con un '¡cállate!'. O cuando alguien de nosotros le comenta que jugó bien, él retruca: 'más o menos'", describe el abuelo. Y se suma el tío Elvio con una anécdota: "No le gusta hablar de él, por eso cuando metió el gol en la Selección Sub-20 y mostró abajo una camiseta dedicada a Soledad, su novia, todos nos asombramos. Después, cuando le preguntamos nos confesó: 'Y, estaba dura la mano'". Y consiguió ablandarla, con la vieja táctica que alguna vez usó Batistuta (lujos que se dan los goleadores), porque Soledad, también de O'Brien, estudiante de kinesiología, sigue siendo su novia en la actualidad. (Lamentamos la información para su abultada legión de admiradoras). Sobre cuestiones culinarias, nadie mejor que Norma para dar el menú preferido de su nieto: sopa ("es muy sopero"), lomito, ravioles con pollo y postre borracho, "pero sin moscato", aclara. Por supuesto, cada tanto la nona hace un delivery bien caserito y llena el escuálido freezer del departamento de Núñez que habita el goleador.

CHACABUCO: CRECER DE GOLPE

Para llegar a Chacabuco desde O'Brien hay que recorrer unos 100 kilómetros por ruta o 50 si se toma el atajo por caminos de tierra.

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