El Origen De La Vida
clube131 de Enero de 2014
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EL ORIGEN DE LA VIDA
Alexandr Oparin
1894 -1980
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CONTENIDO
Prólogo.
Capítulo I.
La lucha del materialismo contra el idealismo
y la religión en tomo al problema del origen de la vida.
Capítulo II.
Origen primitivo de las substancias orgánicas
mas simples: los hidrocarburos y sus derivados.
Capítulo III.
Origen de las proteínas primitivas.
Capítulo IV.
Origen de las primitivas formaciones coloidales.
Capítulo V.
Organización del protoplasma vivo.
Capitulo VI.
Origen de los organismos primitivos.
Conclusión.
Biografía.
Notas.
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PRÓLOGO
A finales del siglo XIX se hizo pública una teoría que cambiaría
completamente la visión que los hombres tenían de sí mismos. Esa nueva
concepción de la naturaleza era tan diferente, que muchos la catalogaron
como poco seria e incluso llegaron a tildarla de peligrosa. El Origen de las
especies, del naturalista inglés Charles Darwin, fue el primer paso de una
serie de textos de carácter científico en torno al tema de la evolución,
complementado en 1879 por el Origen del hombre, que se dedicó
expresamente a observar el nexo existente entre el ser humano actual y los
primates. Si bien se han publicado varios trabajos que profundizan o hacen
claridad sobre las obras de Darwin, un trabajo equivalente en el tema de la
iniciación de la vida sólo está presente en la obra de Oparin, que se encarga
de explicar los pasos anteriores que ilustran la fase primigenia de la cadena
evolutiva.
Hasta hace poco, los esfuerzos por responder a la pregunta sobre cómo
se originó la vida fueron consideradas especulaciones irresponsables que no
correspondían a científicos serios. La situación ha cambiado por completo.
De manera general, hoy se acepta que las primeras formas de vida en la
Tierra no fueron el resultado de un evento súbito, sino más bien de uno,
cuya repetición era parte integral del desarrollo general de la materia. Esa
situación hace que el tema del origen de la vida sea objeto de una
investigación científica a profundidad.
Antes de dedicarnos puntualmente a la presente obra, es conveniente
revisar un poco los presupuestos que subyacen tras la producción científica
del autor. Oparin se interesó desde muy niño por las plantas, posiblemente
por haber nacido en un área rural cercana al río Volga; esa inclinación se vio
estimulada por la lectura de la teoría de la evolución de Darwin, que para
ese entonces ya era comentada en los centros de estudios a lo largo y
ancho de Rusia. En sus tiempos de estudiante de la cátedra de fisiología
vegetal, Oparin no podía aprobar que los primeros organismos hubieran
podido elaborar procesos de fotosíntesis; consideraba difícil que un
organismo se constituyera sólo a partir de dióxido de carbono, nitrógeno y
agua. Tal afirmación estaba en contravía de la teoría de la evolución de
Darwin, en la que Oparin se había nutrido desde muy temprano.
Como resultado de sus estudios, Oparin publicó en 1923 El origen de la
vida, un texto que se encarga de presentar con lenguaje muy sencillo cómo
la evolución de la materia orgánica se inició aun antes de la formación de la
Tierra. Después de que el planeta terminó su conformación, y después de
que su litosfera, atmósfera e hidrosfera se desarrollaron, la materia, que era
muy elemental, se hizo más compleja. Entonces evolucionaron las primeras
formas de vida, y tanto su estructura como su metabolismo evolucionaron
paulatinamente.
El trabajo, publicado por primera vez en Moscú hacia 1923, no fue
conocido de manera más amplia sino hasta cuando John D. Bernal lo incluyó
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en su The origin of life en 1967. Desde entonces la incidencia de Oparin ha
sido muy diversa: estableció el puente entre lo vivo y lo inerte, redondeó la
teoría propuesta por Darwin con respecto a la evolución, puso al mundo
científico a pensar sobre las relaciones entre los organismos y el medio que
los rodea y abrió la posibilidad de estudiar los fenómenos biológicos en el
cosmos.
Oparin se hizo importante por su explicación del origen de la vida como
el paso de las proteínas simples a los agregados orgánicos por afinidad
funcional. Aunque algunas de las afirmaciones de Oparin han sido
revaluadas, lo que sí es importante destacar es que su producción es campo
fértil para el surgimiento de toda clase de preguntas en las disciplinas
científicas, haciendo que los dogmas no sean ya los que manejen el curso
del conocimiento. Hoy, al bordear los ochenta años de la aparición de su
primer libro, Oparin sigue siendo punto de discusión de legos y expertos.
CAPÍTULO I
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La lucha del materialismo contra el idealismo y la religión en torno
al apasionante y discutido problema del origen de la vida
¿Qué es la vida? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo han surgido los seres vivos
que nos rodean? La respuesta a estas preguntas entraña uno de los
problemas más grandes y difíciles de explicar que tienen planteado las
ciencias naturales. De ahí que, consciente o inconscientemente, todos los
hombres, no importa cuál sea el nivel de su desarrollo, se plantean estas
mismas preguntas y, mal o bien, de una u otra forma, les dan una
respuesta. He aquí, pues, que sin responder a estas preguntas no puede
haber ninguna concepción del mundo, ni aun la más primitiva.
El problema que plantea el conocimiento del origen de la vida, viene
desde tiempos inmemoriales preocupando al pensamiento humano. No
existe sistema filosófico ni pensador de merecido renombre que no hayan
dado a este problema la mayor atención. En las diferentes épocas y distintos
niveles del desarrollo cultural, al problema del origen de la vida se le
aplicaban soluciones diversas, pero siempre se ha originado en torno a él
una encarnizada lucha ideológica entre los dos campos filosóficos
irreconciliables: materialismo e idealismo.
De ahí que, al observar la naturaleza que nos rodea, tratamos de
dividirla en mundo de los seres vivos y mundo inanimado, o lo que es lo
mismo, inorgánico. Sabido es que el mundo de los seres vivos está
representado por una enorme variedad de especies animales y vegetales.
Pero, no obstante y a pesar de esa variedad, todos los seres vivos, a partir
del hombre hasta el más insignificante microbio, tiene algo de común algo
que los hace afines pero que, a la vez, distingue hasta a la bacteria más
elemental de los objetos del mundo inorgánico. Ese algo es lo que llamamos
vida, en el sentido más simple y elemental de esta palabra. Pero, ¿qué es la
vida? ¿Es de naturaleza material, como todo el resto del mundo, o su
esencia se halla en un principio espiritual sin acceso al conocimiento con
base en la experiencia?
Si la vida es de naturaleza material, estudiando las leyes que la rigen
podemos y debemos hacer lo posible por modificar o transformar
conscientemente y en el sentido anhelado a los seres vivos. Ahora bien, si
todo lo que sabemos vivo ha sido creado por un principio espiritual, cuya
esencia no nos es dable conocer, deberemos limitarnos a contemplar
pasivamente la naturaleza viva, incapaces ante fenómenos que se estiman
no accesibles a nuestros conocimientos, a los cuales se atribuye un origen
sobrenatural.
Sabido es que los idealistas siempre han considerado y continúan
considerando la vida como revelación de un principio espiritual supremo,
inmaterial, al que denominan Alma, espíritu universal, fuerza vital, razón
divina, etc. Racionalmente considerada desde este punto de vista, la
materia en sí es algo exánime, inerte; es decir, inanimado. Por tanto, no
sirve más que de materia para la formación de los seres vivos, pero éstos
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no pueden nacer ni existir más que cuando el alma introduce vida en ese
material y le da a la estructura, forma y armonía.
Este concepto idealista de la vida constituye el fundamento básico de
cuantas religiones hay en el mundo. A pesar de su gran diversidad, todas
ellas concuerdan en afirmar que un ser supremo (Dios) dio un alma viva a la
carne inanimada y perecedera, y que esa partícula eterna del ser divino es
precisamente lo vivo, lo que mueve y mantiene a los seres vivos. Cuando el
alma se desprende, entonces no queda más que la envoltura material vacía,
un cadáver que se pudre y descompone. La vida, pues, es una
manifestación del ser divino, y por eso el hombre no puede llegar a conocer
la esencia de la vida, ni, mucho menos, aprender a regularla. Tal es la
conclusión fundamental de todas las religiones respecto de la naturaleza de
la vida, y no se concibe ni se sabe de una doctrina religiosa que no llegue a
esa conclusión.
Sin embargo, el problema de la esencia de la vida siempre ha sido
abordado de manera totalmente diferente por el materialismo,
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