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HOSPICIOS Y CUIDADOS PALIATIVOS


Enviado por   •  31 de Agosto de 2012  •  1.637 Palabras (7 Páginas)  •  1.036 Visitas

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4/5/2011

María Ana Karin Rasch Ferraez

HOSPICIOS Y CUIDADOS PALIATIVOS

La medicina tradicional trata de curar al paciente y prolongar la vida, pero el propósito del hospicio es tratar los síntomas de la enfermedad y ayudar al paciente terminal a morir lo más confortablemente posible. El objetivo principal del tratamiento que se da en el hospicio, es aliviar al máximo el dolor del paciente, y ayudarle en el proceso de la muerte para que esta sea más confortable. El confort implica mucho más que aliviar el dolor; el paciente necesita el confort espiritual y emocional también. El equipo del hospicio trata de proporcionar ese confort de muchas maneras. Minimizar el dolor físico que experimentan los pacientes terminales es el principal objetivo del equipo del hospicio. El dolor agudo tiene una duración relativamente corta. El dolor crónico que experimentan los pacientes que tienen artritis, bronquitis crónica, enfisema, cáncer y otras enfermedades, es continuo y por un tiempo indefinido. Los pacientes terminales generalmente requieren tratamientos frecuentes para el dolor crónico.

Desafortunadamente, muchos proveedores de la salud no saben cómo controlar el dolor. A menudo los pacientes no reciben suficientes calmantes "porque todavía nos les toca" su próxima dosis. El paciente entonces se ve forzado a soportar el dolor hasta que le toque la próxima dosis, y para ese momento tomará más tiempo para que la droga haga efecto, debido a la severidad del dolor. Otros síntomas pueden surgir como consecuencia de sufrir este dolor innecesario, tal como un aumento de la ansiedad, lo cual puede llevar a experimentar náuseas y falta de apetito. 1 Entonces hay que lidiar con estos síntomas secundarios también.1

Historia de los hospicios

En 1597 Fray Miguel de Benavides trae a Nueva España una compaña de misioneros dominicanos. La ciudad de México celebró por entonces con toda pompa y esplendor las fiestas de la canonización del beato Jacinto, realizada en Roma en 1594. Fue cuando el obispo Benavides tuvo la intención de fundar un hospicio para los misioneros dominicos del oriente. Y es lícito suponer que entonces se hospedaban en el Imperial Convento de Santo Domingo de México. La idea se hizo realidad en 1602, cuando el obispo don Diego de Orta, segundo de Nueva Segovia, pasó a la cabeza de una nueva misión y ejecutó la fundación del hospicio en las afueras de la ciudad y corte de México. Si sumamos pues la propiedad con que el hospicio podría llevar el nombre de un santo dominico, misionero por excelencia, con la cercanía de su canonización y los entusiasmos mayúsculos que la misma produjo tanto en España como en México, y quizás con la circunstancia de que los dominicos del convento de Coyoacán, de donde dependía, hubieran bautizado ya al pueblo de Tenanitla, en que se asentó el hospicio, con el nombre del santo, tenemos más que explicada y justificada la razón por la cual se llamó Hospicio de San Jacinto de China. 2

DUELO EN DIFERENTES CULTURAS

La forma en la que comprendemos el proceso de la muerte y la manera de abordar el duelo, está directamente relacionada con la cultura, y ha sido modificada por diversas creencias de acuerdo con las diferentes épocas por las que ha atravesado la humanidad. La muerte es universal y nadie escapa de ella; sin embargo, cada cultura la ha vivido y la ha asumido de diferentes formas, de acuerdo con el concepto previo sobre el hecho, controlado por todas las creencias que una sociedad específica tenga del morir, del cuerpo y del más allá.

Rojas (2005) comenta cómo el suicidio en la antigüedad podía ser considerado algo adecuado en caso de enfermedad o dolor, en contraste con una mala muerte en medio de enfermedad o sufrimiento, como también se consideraba mala muerte cuando el cadáver no tenía sepultura. En la Edad Media, “la buena muerte” era la que ocurría de forma lenta y anunciada y se hacía de forma asistida. Por el contrario, la inadecuada era la que llegaba de forma repentina. En los siglos XIV al XVIII, el dolor y la agonía con sufrimiento adquieren un notable valor religioso y se consideran como una muerte adecuada. La muerte incorrecta es entonces para los que no están preparados, la que ocurre de forma tranquila y sin dolor. En Occidente, hasta finales del siglo XVIII, la figura del médico estaba separada de la muerte ya que su acompañamiento al paciente sólo “tenía sentido” cuando tenía la capacidad de curar, y cuando el paciente entraba en fase terminal y/o agónica quedaba solo al cuidado de su familia. En el siglo XIX se comienza a confiar en el diagnóstico médico y con la llegada del estetoscopio en 1818, se tiene certeza del diagnóstico de muerte, dejando éste de ser patrimonio de la religión y la filosofía.

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