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La Exploración Del Mundo Social

maritzaroman11 de Abril de 2014

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La exploración del mundo social

El niño no sólo empieza a establecer relaciones con las personas de su entorno, (…), interaccionando con ellos, sino que, de la misma manera que explora el mundo físico, empieza a explorar el mundo social. Nos quedan todavía muchas cosas por descubrir acerca de cómo se produce esa exploración desde los primeros meses. No disponemos de estudios equivalentes en este terreno a los que realizó Piaget sobre el nacimiento de la inteligencia en sus libros de 1936, 1937 y 1946. Tenemos más bien investigaciones dispersas, algunas de gran valor, pero fragmentarias. Judy Dunn (1988), que desde hace años estudia las relaciones sociales, sobre todo las relaciones entre hermanos, ha publicado un interesante estudio sobre Los comienzos de la comprensión social que nos aporta muchos datos de interés porque está realizado siguiendo un método de investigación naturalista. Dunn ha estudiado niños de 14 a 36 meses, siguiéndolos longitudinalmente y examinando sus conductas en su propia casa, en el seno de su familia, en el ambiente social normal. Esto es algo muy importante ya que nos proporciona una información mucho más “ecológica” que la que se obtiene en trabajos de laboratorio. Ha realizado tres grupos de estudios, uno sobre seis familias, otro sobre cuarenta familias y un tercero sobre seis familias también, siempre tenía un hermano mayor con el que interaccionaba. El trabajo de Dunn trata de mostrar cómo van apareciendo capacidades cognitivas en los niños que les permiten enfrentarse con las situaciones e irse formando como individuos autónomos.

Señala Dunn cómo en sus interacciones con la madre el niño va manifestando su independencia y recuerda que desde hace siglos se ha puesto de manifiesto la desobediencia y resistencia que manifiestan los niños hacia los adultos durante el segundo y tercer año de vida. Esto no es algo caprichoso sino que esta ligado a la propia construcción de su yo.

El estudio de Dunn muestra claramente cómo el niño durante el segundo año de vida empieza a experimentar con las situaciones sociales. Sabemos bien por los trabajos sobre el desarrollo de la inteligencia que el niño experimenta con el mundo físico, examina las cualidades de los objetos, pone a prueba sus conjeturas, todavía de carácter práctico acerca de las cosas, y descubre las propiedades de los cuerpos. Sabíamos menos, en cambio, sobre cómo examina también las propiedades del mundo social.

Durante los primeros meses de vida el niño ha ido aprendiendo una serie de rutinas de funcionamiento, tiene ya una información sobre el curso de las cosas, y es capaz de hacer anticipaciones sobre lo que va a suceder en las conductas de los demás y en las repercusiones de su propia conducta frente a los otros. Ya en su primer año ha aprendido a realizar juegos sociales como el cu-cú y a obtener un gran placer en esas interacciones, que manifiesta emocionalmente. Dunn señala una serie de situaciones en las que se realiza esa experimentación sobre las relaciones sociales. ¿Qué quiere decir experimentación en este caso? Lo mismo que respecto al mundo físico el niño provoca situaciones nuevas para ver qué es lo que sucede. Muchas veces la experimentación se manifiesta como resistencia a los otros, muy típica de los niños de esa edad. Por ejemplo, el niño empieza a manifestar claramente una resistencia a hacer lo que se le dice y simplemente se niega a hacerlo o hace como que no escucha o no entiende. También el niño realiza cosas que disgustan a los adultos, en particular a la madre, y parece que lo provoca de una manera deliberada. Dunn cita el caso de un niño de 18 meses que tira a su madre del pelo, la cual le hace reproches y le dice que no está bien tirar del pelo, mientras que el niño lo sigue haciendo como poniendo a prueba la paciencia de la madre. “En tales intercambios los niños a menudo parece que perturban intencionadamente a sus madres –y que gozan con las consecuencias de sus acciones. Lo que es importante aquí es que los niños parece que anticipan el sentimiento de sus madres, y encuentran placer en poder afectarlo de esa forma” (Dunn, 1988, p. 17).

En otra observación el niño se dirige hacia el enchufe eléctrico repetidas veces, a pesar de que se le ha prohibido explícitamente, y parece encontrar placer en saltarse esa prohibición. En algunos casos incluso realiza la acción prohibida sin que se le vea, pero a continuación se la muestra a la madre, que no había reparado en ella. Por ejemplo, coge algo que se le ha prohibido y se lo lleva a su madre, o le revuelve en el bolso, saca cosas de él y se las lleva para que el acto no pase desapercibido. Parece como si el niño estuviera probando la resistencia del adulto y viendo hasta dónde puede realizar sus acciones. En otros casos lo hace a escondidas, en ausencia de la madre u oculto de ella, y quizá esas acciones sean menos interesantes porque no manifiestan tanto ese intento de experimentar la fuerza de las normas y la paciencia de los adultos, y se deban más al propio interés de la acción. Pero transgrediendo las prohibiciones el niño puede descubrir la importancia de determinadas acciones lo que le permite organizar el mundo social. Hay transgresiones que se resuelven con una sonrisa comprensiva por parte de la madre y otras que conducen a recibir una regañina o incluso algún cachete y eso muestra los límites de lo que le está permitido hacer.

Otro ejemplo interesante que señala Dunn es el de tratar de engañar liberadamente a la madre, pero haciéndolo de una manera explícita. Una niño de 21 meses quiere jugar con jabón y la madre no se lo permite, mientras la niña insiste hasta que la madre, cansada ya de la persistencia, le dice que luego jugará cuando tome el baño. Entonces la niña se tumba en el suelo y levanta las piernas poniéndose en la posición en la que se le suelen cambiar los pañales y hace gestos para pedir que se los cambien, indicando que está sucia, cosa que es falsa pero que parece pensar que le permitiría anticipar el momento del baño. Como se ve se trata de una conducta bastante sofisticada, ya que supone inferir qué es lo que la madre hará, como consecuencia de su conducta.

Se pueden encontrar otros ejemplos en los que el niño para conseguir algo que no le quieren dar miente tratando de señalar que se encuentra en una situación en la que eso se le concedería. En otros casos miente deliberadamente para eludir la responsabilidad. James Sully, que escribía en 1896, tiene ya varias observaciones de este tipo, como recuerda Dunn. Citaba la “mamá ha roto la taza – pegar a mamá” y a continuación la golpeaba.

Esta forma de explorar lo que se puede decir, hasta dónde se pueden decir cosas contrarias a la evidencia, posiblemente tiene también un gran interés desde el punto de vista de la exploración de la realidad. El niño experimenta hasta qué punto se puede mentir, aunque quizá ese concepto no exista todavía en los niños de esa edad. Experimenta con la descripción que por medio del lenguaje se puede hacer de la realidad, y cuáles son los desajustes tolerables. Experimenta así con la mente de los otros, y el conocimiento que tienen. Pero es también una prueba de las propias capacidades, además de un intento de descargarse de culpas. Lo podríamos poner en relación con actitudes tales como jugar a esconderse tapándose simplemente la cara, que sería una manifestación de egocentrismo.

Otro campo de exploración que interesa al niño es el de las situaciones que suponen un desorden, una ruptura del orden y de la normalidad impuesta por los adultos. Hemos dicho que el niño aprende de la regularidad y del orden. Una vez que el niño ha empezado a adquirir esa regularidad puede interesarse mucho por explorar la irregularidad y sus consecuencias. Las cosas rotas, las cosas fuera de su sitio, las cosas desaliñadas, o incluso sucias, le interesan mucho. El colocar los objetos fuera del lugar donde tienen que estar es fuente de interés que sirve además para reforzar el conocimiento del lugar natural de las cosas. Llevar al cuarto de baño cosas de la cocina, o al revés, permite al niño reconocer el lugar de las cosas y provocar una discrepancia en ellas. Los niños lo señalan y llaman la atención de los adultos sobre ellas. Los niños lo señalan y llaman la atención de los adultos sobre ello.

La suciedad se puede relacionar con el desorden. Tirar la comida al suelo, manchar las cosas, poner los zapatos encima de la mesa implican suciedad y desorden. Lo sucio tiene sus lugares y lo que a los adultos nos resulta realmente sucio es ponerlo fuera de su sitio. Quizá por otras razones, el niño se interesa por la suciedad, por los excrementos que son una producción propia, pero se le insiste mucho en cómo deben tratarse esos elementos, de tal manera que se establecen desde muy pronto numerosas reglas sobre estos asuntos. Las reglas referentes a la suciedad y al orden son entonces especialmente importantes y también resulta natural que el niño trate de explorarlas. Los objetos rotos son igualmente interesantes y el niño tiene que explorar la irreversibilidad de esas alteraciones del mundo.

El niño descubre la noción de responsabilidad, de que uno tiene que dar cuenta de los propios actos que conducen a alteraciones y, como veíamos antes, a veces trata de transferir esa responsabilidad a otros, bien diciendo deliberadamente que ha sido otro el culpable, como en el ejemplo de Sully, o bien tratando de acusar a su hermano cuando la escena no ha sido presenciada por el adulto.

El niño realiza así una amplia exploración de las reglas y va descubriendo cómo se aplican éstas. Las reglas no siempre se aplican a todos de la misma manera y esto constituye una de las preocupaciones del niño. Llega

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