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La Salvacion


Enviado por   •  19 de Marzo de 2014  •  2.770 Palabras (12 Páginas)  •  201 Visitas

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CAPÍTULO TERCERO: LA SALVACIÓN DE DIOS: LA LEY Y LA GRACIA

1949. El hombre, llamado a la bienaventuranza, pero herido por el pecado, necesita la

salvación de Dios. La ayuda divina le viene en Cristo por la ley que le dirige y en

la gracia que le sostiene:

Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en

vosotros el querer y el obrar como bien parece (Flp 2,12-23).

Artículo 1 LA LEY MORAL

1950 La ley moral es obra de la Sabiduría divina. Se la puede definir, en el sentido

bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios. Prescribe al hombre

los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida;

proscribe los caminos del mal que apartan de Dios y de su amor. Es a la vez firme

en sus preceptos y amable en sus promesas.

1951 La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el

bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas,

para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador.

Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y

establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo,

Creador y Redentor de todos. "Esta ordenación de la razón es lo que se llama la ley"

(León XIII, enc. "Libertas praestantissimum" citando a S. Tomás de Aquino, s. th.

1-2, 90,1):

El hombre es el único entre todos los seres animados que puede gloriarse de haber

sido digno de recibir de Dios una ley: Animal dotado de razón, capaz de comprender

y de discernir, regular su conducta disponiendo de su libertad y de su razón, en la

sumisión al que le ha entregado todo (Tertuliano, Marc. 2,4).

1952 Las expresiones de la ley moral son diversas, y todas están coordinadas entre sí: La

ley eterna, fuente en Dios de todas las leyes; la ley natural; la ley revelada, que

comprende la Ley antigua y la Ley nueva o evangélica; finalmente, las leyes civiles

y eclesiásticas.

1953 La ley moral tiene en Cristo su plenitud y su unidad. Jesucristo es en persona el

camino de la perfección. Es el fin de la Ley, porque sólo él enseña y da la justicia

de Dios: "Porque el fin de la ley es Cristo para justificación de todo creyente" (Rm

10,4).

I LA LEY MORAL NATURAL

1954 El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el

dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien.

La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir

mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira:

La ley natural está escrito y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres

porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohibe pecar...Pero esta

prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y

el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben

estar sometidos (León XIII, enc. "Libertas praestantissimum").

1955 La ley "divina y natural" (GS 89,1), muestra al hombre el camino que debe seguir

para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos

primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la

sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo como

igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta

ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino

porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana:

¿Dónde, pues, están inscritas estas normas sino en el libro de esa luz que se llama

la Verdad? Allí está escrita toda ley justa, de allí pasa al corazón del hombre que

cumple la justicia; no que ella emigre a él, sino que en él pone su impronta a la

manera de un sello que de un anillo pasa a la cera, pero sin dejar el anillo (S.

Agustín, Trin. 14,15,21).

La ley natural no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por

Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz

o esta ley, Dios la ha dado a la creación (S. Tomás de

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