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La magnitud y la forma de valor


Enviado por   •  13 de Abril de 2015  •  Trabajos  •  3.094 Palabras (13 Páginas)  •  265 Visitas

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La consigna "forma de valor" dada para el presente trabajo es sumamente amplia. En efecto, puede ser abarcada de distintas maneras y a través de diferentes estrategias expositivas por lo que hemos de elegir la que mejor se ajuste a nuestros objetivos. Por mi parte, pienso que la mejor forma de abordar el problema a efectos de lograr un buen equilibrio entre abarcatividad y profundidad es mediante la siguiente exposición. Comenzaremos por definir brevemente algunos conceptos fundamentales y necesarios para comprender la forma de valor como, por ejemplo, "valor de uso", "valor de cambio" y "valor". Luego, estudiaremos cómo se llega, partir de esta base, al concepto de "forma de valor". Aquí veremos por qué Marx encuentra la necesidad de introducirlo y en qué consiste su aporte. Por último, realizando ya un análisis más específico, veremos la vital importancia que reviste este concepto dentro de la economía marxista. En efecto, es éste un paso ineludible para comprender en qué consiste el dinero. Pienso que si logramos desarrollar satisfactoriamente estos objetivos habremos alcanzado ya una buena comprensión sobre la "forma del valor", una comprensión que, lejos de ser exhaustiva, al menos esbozará los rasgos fundamentales de uno de los mayores aportes de Marx a la ciencia económica.

Algunos conceptos básicos.

El valor de uso es la primera condición de posibilidad para la existencia de una mercancía pues consiste en sus características materiales. En efecto, no existe mercancía alguna que no cuente con ciertos rasgos corpóreos. Por lo tanto, lo primero que podemos afirmar sobre la mercancía es que existe en el mundo fenoménico con una causa final bien determinada: satisfacer necesidades humanas. Ahora bien, esto último es, sin duda, una condición necesaria que debe cumplir cualquier mercancía pero no constituye condición suficiente para serlo. En efecto, no todo bien que satisfaga necesidades humanes merecerá el nombre de "mercancía".

Entonces, debemos observar nuevamente dentro de la sociedad capitalista para desentrañar algún otro aspecto de eso que llamamos "mercancía". De este modo se nos aparece una segunda respuesta. Cualquiera puede ver que, en nuestra sociedad, los bienes circulan y se intercambian incesantemente. Gracias a este curioso modo de producción que es la división social del trabajo, el zapatero no se ve obligado a comerse los zapatos que produce sino que puede intercambiarlos por la carne del carnicero en una cierta proporción. Por lo tanto, a partir de la pura observación ya podemos llegar al valor de cambio que es justamente la proporción en que se intercambian dos valores de uso. Este valor de cambio es un concepto confuso y misterioso para ese zapatero que no logra comprender por qué un buen día se encontró con que debía producir más zapatos que antes para comprar la misma cantidad de otras mercancías. Es decir, él no comprende por qué sus ingresos han caído y más adelante en nuestra exposición, veremos si podemos ayudarlo, si no a recomponer sus ingresos, al menos a explicarle por qué éstos se han reducido. Por ende, observamos que el valor de cambio es contingente y es precisamente por esta contingencia que no puede constituirse en una propiedad esencial de la mercancía (pues si formara parte de su esencia no podría ser accidental).

Una de la cuestiones centrales de la economía política es, justamente, el estudio de cómo se determina el valor de cambio de las distintas mercancías. Este mismo problema, ya tratado por muchas generaciones de economistas anteriores a Marx, terminará derivando en el desarrollo de la forma del valor que es lo que nos proponemos esclarecer.

Ahora bien, debemos bucear más profundo dentro de la mercancía para encontrar ese "algo", aún indefinido, que nos permitirá resolver el problema del zapatero quien se halla, quizá sin saberlo, inmerso en una compleja división social del trabajo. En efecto, entre la multiplicidad de mercancías que produce esta división social, podemos hallar una unidad, un hilo imperceptible que conecta a todos estos valores de uso tan diferentes en apariencia. Esta unidad consiste en que todas las mercancías son productos del trabajo humano abstracto. Abstrayendo todas las características específicas de las mercancías (peso, color, ancho, largo) abstraemos también las características específicas de los trabajos que las producen (los martillazos del zapatero y las cuchilladas del carnicero) y nos quedamos con una amorfa gelatina de trabajo o trabajo social abstracto.

Ahora ya podemos afirmar que todo producto fabricado para intercambiarse dentro de una sociedad capitalista, por productores privados e independientes organizados en una división social del trabajo será una mercancía. Por otro lado, el hecho de que esta mercancía sea un producto de este trabajo social abstracto, hace de ésta un valor. La magnitud de valor que posee una mercancía se mide por el tiempo de trabajo abstracto y social que se necesita para reproducirla. De aquí, podemos extraer que dos mercancías que requieran el mismo tiempo de trabajo abstracto para ser reproducidas, contendrán una misma magnitud de valor.

Transición hacia la forma de valor.

¿Pero qué tiene que ver toda esta reducción metafísica con el valor de cambio y con la forma de valor que es lo que realmente nos interesa en este trabajo?

En efecto, así, por sí mismo, el valor es un concepto abstracto, alejado de la realidad del hombre de carne y hueso y que parece no decirnos demasiado sobre el funcionamiento de la sociedad capitalista. Sin embargo, este valor es también un concepto al que hemos llegado a partir de algo que sí percibimos: la mercancía como valor de uso que se intercambia en el mercado. Realizando un ascenso dialéctico platónico desde lo observado hacia lo no observado hemos viajado desde la mercancía apariencial hasta el valor. Ahora debemos realizar el descenso viendo cómo se articula este valor abstracto con el problema del valor de cambio que es el que pretendemos resolver.

En efecto, si hemos logrado aislar el valor a partir de fenómenos que se nos aparecen a los sentidos, es razonable creer que el valor se nos manifiesta, en el mundo sensible, de algún modo. Si éste no fuera el caso, el valor sería sólo una creación mental, un concepto vacío sin relación con la realidad sensible. Por lo tanto, cabe plantear la siguiente pregunta:

¿De qué modo pudo haberse manifestado el valor puesto que no lo hace sensiblemente de una manera directa?

La respuesta de Marx es que se manifiesta en el valor de cambio. ¿Y por qué en el valor de cambio? Por la existencia de una dualidad en las

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