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Las Corrientes Del Espacio 1


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2012  •  29.536 Palabras (119 Páginas)  •  457 Visitas

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¿O estaba casado? ¿Era la cita una de aquellas que se llaman «clandestinas»? ¿Tendría lugar aquella cita

a plena luz del día? ¿Por qué no, en ciertas circunstancias?

Terens así lo esperaba. Si la muchacha tenía cita con un hombre casado, no se daría prisa en señalar su

ausencia. Pensaría más bien que no había podido dejar a su mujer... Eso le daría tiempo.

No, no era verdad. Los chiquillos, jugando al escondite, tropezarían con los restos y saldrían gritando. Tenía

que ocurrir antes de las veinticuatro horas.

Volvió una vez más al contenido de los bolsillos. Un carnet de piloto de yate. Lo hizo a un lado. Todos los

sarkitas ricos tenían yate y lo pilotaban. Era la locura del siglo. Finalmente, algunos talones de una cuenta

corriente de un banco listos podían utilizarse temporalmente.

Entonces recordó que no había comido desde la noche anterior, en la panadería. ¡Con qué rapidez se da uno

cuenta de que tiene hambre!

Volvió a examinar el título de piloto de yate. Un momento... Con la muerte de su dueño, el yate no estaba en uso

ahora... y era su yate. Estaba amarrado en la sección 26, puerto 9. Bien...

¿Dónde estaría puerto 9? No tenía la menor idea... Apoyó su frente sobre la frescura de la barandilla del

estanque. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer ahora? Una voz le produjo un sobresalto.

-¡Hola! ¿Está usted enfermo?

Terens levantó la cabeza. Era un Noble anciano. Fumaba un largo cigarrillo de una hierba aromática y de su

muñeca pendía, al final de una cadena de oro, una especie de piedra verde. Tenía una expresión de amabilidad

que de momento dejó a Terens sorprendido, hasta que recordó que también él pertenecía a su clase social

ahora. Los Nobles eran seres humanos decentes y educados entre ellos.

-Estaba descansando -respondió Terens-. Decidí dar un paseo y he perdido la noción del tiempo. Ya es tarde

para asistir a una cita que tenía.

Movió la mano con un gesto de indiferencia. Gracias a su larga asociación con los sarkitas podía imitar bastante

bien su acento, pero no cometió el error de exagerarlo. Era más fácil descubrir la exageración que la

insuficiencia.

-Nos hemos quedado sin skeeter, ¿eh? -dijo el otro como si le divirtiese la locura de la juventud.

-No tengo skeeter -confesó Terens.

-Tome el mío -le ofreció el otro en el acto-. Está aparcado en la misma puerta. Fije los controles y vuelva a

enviármelo cuando haya terminado. No lo necesitaré hasta dentro de una hora o cosa así.

Para Terens eso era casi ideal. El tipo de skeeter que le ofrecía era capaz de batir a todos los vehículos

terrestres utilizados por los patrulleros. Lo único que le impedía llegar a este ideal era que Terens era tan

incapaz de conducir un skeeter como de volar sin él.

-No vale la pena. Iré a pie. No está lejos Puerto 9.

-No, no está lejos -asintió el otro.

Esto dejó a Terens como antes. Probó de nuevo.

-Desde luego preferiría que estuviese más cerca. Ir hasta Kyrt Highway ya es hacer bastante salud.

-¿Kyrt Highway? ¿Qué tiene que ver Kyrt Highway con eso?

¿No le estaba mirando de una manera curiosa? A Terens se le ocurrió de repente pensar que las ropas podían

no caerle bien. Rápidamente, dijo: .

-Pues... me he extraviado un poco, andando. Veamos dónde estoy...

-Mire. Está en Recket Road. No tiene más que bajar hasta Tiffis y tomar a la izquierda, después sigue hasta el

puerto. -Había ido señalando automáticamente.

-Tiene razón -dijo Terens sonriendo-. Voy a tener que dejar de soñar tanto y pensar más.

-De todos modos puede usted usar mi skeeter .

-Muy amable, pero...

Terens se alejaba ya, caminando quizá demasiado de prisa, despidiéndose con la mano. El Noble se quedó

mirándole.

Quizá mañana, cuando encontrasen los restos del muerto, aquel caballero recordaría la conversación.

Probablemente diría: «Hablaba de una manera extraña y no parecía saber dónde estaba. Juraría que no había

oído hablar nunca de Tiffis Avenue»

Pero eso sería mañana.

Echó a andar en la dirección que el Noble le había indicado. Llegó al iluminado letrero de «Tiffis Avenue», casi

pálido comparado con el iridiscente edificio anaranjado que formaba su fondo. Tomó a la izquierda.

Puerto 9 estaba animadísimo, con toda la juventud vestida con el uniforme de yachtman, que consistía

principalmente en una gorra de alta visera y unos pantalones muy amplios en las caderas. Terens se sentía

extraño, pero nadie se fijó en él. El aire estaba saturado de conversaciones en voz alta y salpicadas de

expresiones que no entendía.

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Encontró la sección 26, pero esperó un momento antes de acercarse. No quería que hubiese cerca de él ningún

Noble, nadie que fuese dueño de un yate vecino del

...

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