Por Que Y Para Que Enseñar Ciencias
patriciorosa9 de Octubre de 2013
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1.
enseñar
Por qué y para qué
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A lo largo de este apartado se plantea la formación de pensamiento crítico
en las y los estudiantes, que les permita tomar decisiones fundamentadas y
responsables respecto a temas de interés social; principalmente acerca del ambiente
–como el calentamiento global y el cambio climático–, la salud –como
la obesidad infantil en México y el mundo– y el uso de la tecnología –por
ejemplo, las implicaciones sociales en torno al genoma humano–; para lo cual
desarrollamos tres puntos básicos: la ciencia como posibilidad de educar para
la vida y la ciudadanía; la ciencia como actividad humana y como cultura, y la
ciencia en la sociedad del conocimiento.
Los planteamientos anteriores se enmarcan en una reconceptualización
de la Didáctica de las Ciencias* que, en particular, para el contexto mexicano,
ha sido sinónimo de “metodologías de enseñanza”; al final de este apartado se
presenta una conceptualización diferente del campo el cual se designa Educación
en Ciencias,* denominación que se utilizará a lo largo del libro.
En primer lugar, debemos advertir que en este libro partimos de dos premisas fundamentales:
la primera es que asumimos que la ciencia forma parte de la cultura construida
por las mujeres y los hombres al paso de los siglos; por lo tanto, concebimos
a la ciencia como una actividad humana que conlleva una serie de valores asociados
a ella. La segunda es que al escribir sobre educación en ciencias nos referimos
a un nuevo conocimiento científico, al que consideramos “la ciencia del
profesor de ciencias” (Estany e Izquierdo, 2001). El objeto de estudio de esta “ciencia
del aula” es más amplio que el que se otorga de manera tradicional a la “didáctica”,
que supuestamente se ocupa sólo de las estrategias de enseñanza. Particularmente
en nuestro país, la didáctica de las ciencias ha sido hasta ahora sinónimo de
* Conceptos que a lo largo del texto se escribirán en minúsculas.
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metodologías de enseñanza y, por ello, nuestra intención de superar esta conceptualización
y destacar la importancia de diseñar la actividad científica con un objetivo
educativo explícito (¿por qué y para qué enseñar?); sin embargo, sólo una adecuada
selección de lo que se enseña permitirá alcanzarlo; por eso es tan importante reflexionar
sobre cómo hacerlo a la vez que intentamos aportar elementos para dar respuesta
a estas dos preguntas. La educación en ciencias,
como campo de investigación, servirá
de fundamento para responder a dichas preguntas, así como a las de los demás
capítulos: ¿Desde dónde y con qué perspectiva enseñar ciencias? ¿Cómo enseñar
ciencias? ¿Qué se necesita para enseñar ciencias?
En resumen, forman parte de este campo, denominado educación en ciencias,
los estudios que:
Permitan, en perspectiva, mejorar la enseñanza de las ciencias naturales
–física, química, biología– y su aprendizaje en individuos –estudiantes,
futuros docentes– y grupos escolares y en diversos niveles educativos,
a partir de considerar los procesos cognitivos de representación de los
estudiantes relativos a la adquisición y desarrollo de conceptos, habilidades
y actitudes. Y su repercusión en distintos aspectos de la educación
–currículo: como estructura y proceso, formación y actualización
de profesores, gestión escolar, tecnología educativa, evaluación del
aprendizaje, diferencias étnicas y de género, entre otros aspectos–, desde
perspectivas teóricas y metodológicas diversas que se nutren de tradiciones
identificadas de investigación (López y Mota, 2003:363).
Al ser casi evidente que toda la población debería recibir formación en ciencias,
esas preguntas iniciales deben obtener una respuesta pertinente en todos y
cada uno de los niveles educativos. De esta afirmación fundacional se deduce
que las ciencias se han de enseñar desde la educación preescolar –en el campo
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formativo
de Exploración y comprensión del mundo natural y social–1 y a lo largo
de la educación primaria y secundaria, contribuyendo así a la educación básica
para la ciudadanía. Con ello estamos brindando una perspectiva progresista, aunque
a la vez problemática y, vale la pena tener en cuenta que no es fácil enseñar
ciencias a toda la población, sobre todo si consideramos que las ciencias se desarrollaron
en círculos restringidos con objetivos específicos y nunca –hasta ahora– se
había pensado que éstas pudieran ser “educativas”.
Defendemos apasionadamente esta nueva función de las ciencias: la educabilidad
en ellas.2 Aunque la comunidad científica haya sido –y sea– relativamente
pequeña, se ha financiado con el esfuerzo de toda la sociedad y a ella deben
revertirse los conocimientos que ha construido. Pero, al mismo tiempo, nos damos
cuenta de que debemos evitar que la “ciencia para todos” sea una simplificación
de la ciencia de los científicos. Es difícil que la mayoría de estudiantes se interese
por la imagen del mundo que presentan las ciencias y que llegue a incorporar sus
lenguajes y símbolos. Se requiere de una profunda reflexión desde la cual identificar
sus contenidos y sus finalidades para que “la ciencia para todos” llegue a interesar
a los estudiantes, los incorpore de manera significativa y, así, contribuya a su educación
y a mejorar su calidad de vida.
La ciencia para todos debe proporcionar a los alumnos la experiencia del
gozo de comprender y explicar lo que ocurre a su alrededor; es decir, “leerlo”
con ojos de científicos. Este “disfrutar con el conocimiento” ha de ser el resultado
de una actividad humana racional la cual construye un conocimiento a partir de
la experimentación, por lo que requiere intervención en la naturaleza, que toma
sentido en función de sus finalidades, y éstas deben fundamentarse en valores
sociales y sintonizar siempre con los valores humanos básicos. Si bien puede haber
discrepancias respecto a cómo combinar los diferentes sistemas de valores
1 Véase el Mapa Curricular de la Educación Básica (SEP, 2009).
2 De ahí la posibilidad de aparición de la “educación en ciencias”.
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que orientan la actividad científica de una sociedad concreta, el profesorado
debería estar atento a la formación en valores desde la ciencia, desarrollando
una actitud crítica frente a propuestas que utilizan las ciencias y las tecnologías
de manera reduccionista. Así, las ciencias deben proporcionar recursos para tomar
decisiones fundamentadas, sin predeterminar el comportamiento humano ni
reducir las capacidades de las personas a lo que las disciplinas científicas pueden
decir de ellas (Fourez et al., 1996; Izquierdo, 2006).
Si se tiene claro que la ciencia está al servicio de la educación y no al revés,
nos daremos cuenta de la importancia de seleccionar conocimientos de ciencia
que puedan dar lugar a actividades docentes que sean “competenciales” y que
puedan ser evaluadas atendiendo a la autorregulación de los aprendizajes y a la
diversidad de ritmos, estilos de aprendizaje y de cultura.
1.1 Educar en ciencias: para la vida y la ciudadanía
En esta sección se expone la visión de cómo la educación en ciencias aporta
elementos para el desarrollo de valoraciones que van más allá de aprender
ciencia, “para poder vivir de la manera más feliz y humana posible” (Izquierdo,
2006:867) y alienta una enseñanza con valores humanos. Desde la ciencia
misma se aporta al desarrollo de valores y a cómo intervenir –con ellos en
mente– con acciones relativas al individuo, la sociedad y el medio ambiente:
presentes y futuras de manera responsable e informada.
Vivimos en un mundo bombardeado de información que apela a la cientificidad
de sus contenidos a cada momento. Ya sea por Internet, televisión, prensa y la
radio, entre otros medios, nos enteramos de nuevas enfermedades, de medicamentos
para bajar de peso de forma mágica –sin dieta ni ejercicio–, de productos
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de belleza que son “científicamente probados”, de un aceite vegetal “libre de
colesterol” y de agua embotellada “sin sales” que promete ser la mejor para la
salud. ¿Cuántas personas creen ingenuamente en estos anuncios publicitarios?
y ¿cuántas cuestionan o rebaten con argumentos estas ideas? A quienes constituyen
la comunidad científica –quien hace ciencia–, los profesores –que la enseñan–
y los divulgadores –quienes la comunican– no les será difícil criticar este tipo
de publicidad relativa al mundo científico. Pero ¿qué ocurre con la población en
general? ¿Se encuentra capacitada para tomar decisiones acertadas con base
en los conocimientos científicos?
Curiosamente, escuchar que un producto ha sido “científicamente probado”
vulnera nuestras defensas intelectuales y pocas veces se duda en comprarlo y usarlo.
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