Reporte de lectura_teorias de ecologia-mundo y fronteras socio-ecologicas
Dudios7Tarea22 de Mayo de 2021
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Reporte de lectura
En la introducción del libro “Rethinking Environmental History: World-System History and Global Environmental Change” Hornborg, McNeill y Martinez-Alier presentan las posibilidades y desafíos de la historia ambiental (HA) para incorporar apuestas teóricas, metodológicas y empíricas desde las perspectiva de sistema-mundo (SM) y la ecología política(EP). A continuación se repasan los principales aportes analíticos que identifican los autores. De modo que permita proponer dos ejemplos empíricos que sirvan a la comprensión de la articulación de dichos enfoques. Por último, será posible reflexionar críticamente sobre los alcances y límites que ofrecen dichas investigaciones empíricas de HA desde los marcos del SM y la EP.
Resumen
Los autores inician diferenciando su comprensión de la HA de otras ramas disciplinares por su aproximación “materialista” a los objetos de investigación. Esta aproximación se distancia de dicotomías deterministas o centralidades explicativas de “lo ecológico” sobre “lo social”. En realidad, aquel materialismo se refiere a entender al mundo biofísico como “filtro” de lo posible para los sistemas y procesos socio-culturales. Más importante aún, dicha condición de posibilidad define también las consecuencias de los procesos socio-culturales sobre el mundo biofísico. En pocas palabras, la HA centra su atención en los cambios socioecológicos que emergen de mecanismos causales asociados a los procesos socio-culturales en el marco de condiciones de posibilidad ecológicas.
Bajo aquel entendimiento, Hornborg, McNeill y Martinez-Alier observan la fertilidad de los enfoques de SM y EP. Por un lado, el primero le otorga herramientas analíticas para observar la distribución espacial de las acciones humanas a una escala lo suficientemente grande como para relacionar patrones de consumo y producción más allá de su localización geográfica inmediata. En vista que abarca los flujos de comercio capitalista en su dinámica global, de modo que sea inteligible la relación entre poblaciones geográficamente distantes aunque económica y políticamente interdependientes. Ciertamente, dichos intercambios de mercancía genera resultados óptimos para alguna de las partes mientras que subóptimos para otras. Por otro lado, la EP permite clarificar que aquellas inequidades en los intercambios entre sociedades ricas y pobres no sólo se limita a las mercancías sino también incluye distribuciones desiguales de cargas ambientales. Así, es posible observar los procesos globalizadores desde una interpretación alternativa a la que narra su progreso como la historia de un “nosotros” homogéneo e indiferenciado. Dado que visibiliza las relaciones de poder entre sociedades tanto a nivel de extracción, producción, comercio y consumo de recursos como de los impactos ambientales diferenciales que estos tienen sobre grupos humanos en posiciones relativas en el SM.
En suma, el marco combinado de SM y EP habilita a la investigación en HA a tomar ventaja analítica del hecho de que las economías humanas se ven limitadas en última instancia por condiciones ecológicas de tal manera que los recursos e impactos socio ecológicos son distribuidos desigualmente. En efecto, la HA a la que apuesta Hornborg, McNeill y Martinez-Alier rompen con otras versiones de la misma al trascender la dicotomía sociedad-naturaleza, mediante la iluminación de las estructuras internas (y consecuencias ambientales) de los sistemas sociales.
Ahora bien, los autores identifican tres discusiones clave en torno a los aportes de los capítulos del libro que versan sobre la HA propuesta. Primero, describen uno de los supuestos teóricos previos al uso del marco de SM y EP en la HA: “sociometabolismo” global. A partir de la pregunta sobre el grado de determinación estructural que explica la distribución espacial del deterioro ambiental, Martínez-Alier retoma el argumento de Wallerstein sobre la desigualdad en el intercambio entre sociedades en el SM. Así menciona que existe una tendencia a pensar que la extracción de recursos de países pobres por parte de países ricos tenía consecuencias ecológicas para la periferia pero de escasa importancia para el “metabolismo” de los centros productivos por tratarse por “preciosidades” para las élites. Sin embargo, sugiere abandonar esa idea ya que al menos desde el S. XIX la extracción de productos a granel desde los países periféricos exportadores serían cruciales para la alimentación y producción de valor agregado de los países centrales importadores.
En otro capítulo del libro Bunker complementa esta defensa de la interdependencia sociometabólica global desde la observación de la separación espacial de los procesos de extracción en países periféricos y de producción en países centrales. Ya que se percata de las desventajas que genera la dinámica de “comercio a escala” para los sectores extractivos respecto a los beneficios relativos para los sectores productivos. Mientras los recursos en economías extractivas tienden al agotamiento de tal manera que no pueden sostener una expansión continua y acumulativa de mano de obra e infraestructura. En las sociedades centrales o “productivas” dicha expansión es la regla. Puesto que, en palabras de Jason Moore(2010) pueden movilizar sus fronteras de mercantilización incesantemente sólo limitados por las condiciones ecológicas de un país periférico, pero llamado a continuar por la posibilidad de mudarse a otro cuando los recursos se agoten en el anterior.
Una discusión que presenta el libro analiza las innovaciones y desafíos metodológicos que aparecen cuando se intenta medir empíricamente los postulados sociometabólicos de la SM y EP en la HA. Al respecto, Martínez-Alier usa un análisis de insumo de productos de tierra y trabajo en las exportaciones de un país. Así, visibiliza la huella ecológica asociada a la plusvalía y niveles de tecnología en el contexto de relaciones de producción y comercio específicas. Otra aproximación la presentan Jorgenson y Rice al medir el patrón de externalización de los requisitos ambientales para los niveles de consumo deseados mediante la explotación de la periferia. Al respecto, procesan datos aplicando una técnica de flujos de exportación ponderada que consiste en cuantificar las medidas relativas de exportaciones de un país que se mandan a países con mayores niveles de consumo. Con ello se busca demostrar que los países con más exportaciones exhibirán menores niveles domésticos de consumo y viceversa. Una tercera opción metodológica desarrollada fue el enfoque de balanza comercial física. Esta es aplicada por Hela Weiz de modo que mide las exportaciones e importaciones de un país en peso y no en dinero.
Cada una de las tres técnicas mencionadas en el anterior párrafo ha presentado dificultades para traducir estadísticas económicas en sociometabolicas. Ya que se centran en datos referidos a unidades “nacionales” y generan meramente valor monetario. A pesar de que con la globalización ha de romperse con la suposición de que la extensión geográfica, actividades económicas y sus impactos ambientales coinciden. Al contrario, a partir de una perspectiva del SM es de esperar más bien que los problemas ambientales de una nación pueden ser la otra cara de las acciones de otra nación. En esta línea de discusión, el libro expone un tercer grupo de preguntas claves para la HA relacionadas al rol del estado. Por una parte, Muradian y Gilum critican el proyecto nacional mediante el que algunos países defienden la “desmaterialización” como característica del desarrollo económico. Bajo esa lente, las élites y tecnocracias pueden hacer suya la idea de que los países ricos contaminan menos. No obstante, lo que sucede en realidad es que las industrias contaminantes migran hacia países más pobres con estándares ambientales más débiles.
Por otra parte, Joe Heyman problematiza el sentido de los límites territoriales de los países en el contexto de los flujos socioecologicos del SM. No descarta que el Estado-nación sea una unidad analítica relevante para comprender las intervenciones políticas intencionales sobre el mundo biofísico. Pero resalta que construyen agendas e intereses subyacentes que se vuelven sentidos comunes- “no controversiables”, sean a favor o en contra de grupos marginados en la distribución espacial de los impactos económicos y ecológicos. Dichas agendas son formas particulares que adopta la tendencia de los Estados a exportar riesgos para la reproducción de su posición en el SM. A su vez, esta práctica conlleva una construcción arbitraria constante de identidad territorializada. Más importante aún, territorializa los impactos de las relaciones sociometabolicas. Vale decir, que los flujos polarizados de acumulación global de capital no se configuran puramente en términos geográficos respecto a la ubicación de los recursos sino que son proyectados en términos de los territorios que los Estados-nación asumen.
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